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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

La fiscalización política

08 de septiembre de 2016 - 00:00

Se han iniciado los preparativos para la campaña electoral y todos los actores de la oposición han tomado como muletilla la oferta de fiscalizar implacablemente los actos del actual Gobierno.

Carentes, casi todos ellos, de ideas positivas para el fortalecimiento de nuestro sistema democrático, el desarrollo de la economía nacional y la resolución de los problemas concretos de la población, su única oferta es la fiscalización política, que dicen no ha sido efectuada por el actual Parlamento, y añaden que van a perseguir todos los actos de corrupción que pudieran haber ocurrido.

Cabe recordar que las funciones de la Asamblea Nacional, dentro del ordenamiento jurídico del Estado, están definidas en el artículo 120 de la Constitución de la República y que una de ellas, señalada en el numeral 9, es la de: “Fiscalizar los actos de las funciones Ejecutiva, Electoral y de Transparencia y Control Social, y los otros órganos del poder público…”.

Por tanto, lo que asigna la ley suprema a la Asamblea Nacional es una “fiscalización política”, de la que, eventualmente, pudieran derivarse acciones legales de otro tipo.

Pero la vigilancia del uso de los recursos estatales corresponde a la Contraloría General del Estado, según el art. 211 constitucional. Este organismo técnico tiene como sus funciones dirigir el sistema de control administrativo de los recursos públicos y el “determinar responsabilidades penales, relacionadas con los aspectos y gestiones sujetas a su control, sin perjuicio de las funciones que en esta materia sean propias de la Fiscalía General del Estado”.

Así, pues, nuestros candidatos de oposición, que aspiran a gobernar o al menos a ganar una curul en la Asamblea Nacional, parece que ni siquiera han leído la actual Constitución o que, conociéndola, ofrecen lo que no podrán cumplir.

En el fondo, lo que sucede es que todo político o politicastro ecuatoriano quiere hacer bulla para hacerse notar por el público, con miras a las siguientes elecciones. Además, todos creen que es un buen negocio mostrarse como opositores feroces, porque parten del criterio de que todo gobierno es malo y no puede cumplir con los anhelos populares.

Ese es el viejo sistema de acción política acuñado en nuestro país por los caciques provinciales y la partidocracia, que incluye los griteríos y desplantes en el Parlamento, y a veces también los cenicerazos, las patadas y los insultos más procaces.

Pero ocurre que esta vez parece que van a darse con la piedra en los dientes, precisamente porque el país está cansado de ese estilo ruin y escandaloso de hacer política, que no aporta nada positivo al país y solo ensucia la vida pública.

Se miran ya en el horizonte las primeras nubes que anuncian la futura tempestad. Dentro de una mal llamada unidad, los odiadores de vieja data y los oportunistas de última hora empiezan a pelearse a dentelladas por las candidaturas para asambleístas. Y eso seguirá, porque cada politicastro se cree presidenciable y cada grupúsculo aspira a trepar lo más alto posible.

Por suerte, el Ecuador cambió y no quiere volver al triste espectáculo del pasado. Quiere un gobierno que busque el progreso nacional y una Asamblea Nacional que respalde ese esfuerzo. Y esa es una muestra de gran madurez democrática. (O)

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