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El Telégrafo
Ángela Paloma Martín. Periodista y asesora de comunicación

Hasta donde se quiera llegar

05 de enero de 2016 - 00:00

“En todo el mundo fueron necesarias miles de mujeres sufraguistas para conseguir el voto femenino. En España lo consiguió una sola mujer desde la tribuna de un parlamento”. Así fue. Con estas palabras termina una película cuyo título lleva implícito el nombre de esa mujer: Clara Campoamor, la mujer olvidada. Una película que recrea lo que ella misma definió como “su pecado mortal”: el voto femenino. Y, cuando lo consiguió en 1931 bajo el sol de la Segunda República Española, decía que aún le quedaban muchas cosas por las que luchar, muchos derechos de las mujeres aún por defender, como el reconocimiento y la igualdad de derechos de los hijos concebidos fuera del matrimonio, el divorcio, el alfabetismo… Las sufragistas es otra película del recién terminado 2015 que muestra el movimiento sufragista en vísperas de la Primera Guerra Mundial en Inglaterra (1914-1918). Una película, en palabras de Javier Ocaña en El País, “que nos escupe a la cara la vergüenza. Con rabia, con delicadeza, con elegancia, con justicia, con verdad, con pasión”.

Y es que, a través del cine y la cultura, en los últimos años, se está intentando cada vez más visibilizar el papel de la mujer en la vida pública y su participación política a nivel internacional. Justo en un momento donde, también, y cada vez más, se demuestra que las mujeres llegan a participar políticamente, pero donde su papel sigue teniendo tintes irrelevantes o de menor importancia que los hombres. Según publican Andrés Santana, Xavier Coller y Susana Aguilar después de una investigación sobre las parlamentarias regionales en España, “distintos estudios coinciden en señalar que, aunque las representantes llegan a un número creciente al legislativo, no desempeñan un papel relevante en las cámaras”.

Puede interpretarse de la “ley de desproporción creciente” de Robert Putman, mencionada por Santana, Coller y Aguilar, que “los grupos menos favorecidos de una sociedad están tanto más infrarrepresentados cuanto mayor es la valoración social, el prestigio o el poder que confiere una determinada posición”. En Latinoamérica, también es normal ya el aumento de mujeres en puestos de dirección y en cargos políticos pero… ¿son todas las que están? O ¿están todas las que deberían? Importantes preguntas para mostrar que, a pesar de la Ley de Igualdad aprobada en España en 2007, es ahora, tras las elecciones del pasado 20 de diciembre, cuando se ha conseguido el mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento español. De 350 escaños, 138 serán ocupados por mujeres.

La educación es el primer paso para la igualdad, y para la igualdad de oportunidades. Educar para la igualdad. Educar en igualdad. Porque el talento no tiene género, como diría May Ferreira, como tampoco entiende de género la inteligencia, el esfuerzo o la pasión. Existe una gran apuesta por la igualdad legal a nivel internacional, pero la lucha incansable siempre estará en conseguir la igualdad efectiva para saltar todas los obstáculos con los que se topan las mujeres: violencia machista, participación efectiva en la esfera pública, inferioridad salarial… Y la respuesta está y estará siempre en la búsqueda de soluciones que vayan más allá de tapar parches momentáneos para acallar a unos pocos.
A través del cine y la cultura se intenta traspasar fronteras sin ningún tipo de límite para llegar a más personas con el fin de mostrar y concienciar para hacernos pensar en un momento que fue, es y será. Porque el futuro es y será con las mujeres. “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”, dijo Malala Yousafzai, como la educación también es libertad. Libertad de ser, libertad de pensar y decidir qué ser y hasta dónde se quiere llegar. (O)

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