Ecuador, 18 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Ha abdicado el rey, viva el rey

06 de junio de 2014

En una carta muy escueta, el rey Juan Carlos comunicó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, su decisión de abdicar la corona de España. Causó sorpresa, ya que si bien la salud del monarca está visiblemente deteriorada, utiliza un bastón en todos sus desplazamientos, no se había especulado sobre esa decisión a pesar de los 39 años que ha ejercido como rey.  

Las monarquías son sistemas absolutamente anacrónicos que lamentablemente aún persisten en varios países europeos. Y por anacrónicos coartan la democracia y las libertades. “Ser rey en 2014 es como usar un calcetín para no preñar”, decía el escritor español, tocayo del Rey, Juan Carlos Monedero. Ciertamente eso de tener sangre azul y ser nobles y convertir a todos los españoles en súbditos no es precisamente democrático.

Y eso de ser elegido por el dictador Franco y ahora el sucesor, Felipe VI, lo es por el Rey saliente, tampoco es un ejercicio que responda a las demandas y necesidades de los españoles, más aún si recordamos que en verdad el trono le correspondía, por edad, a su hermana Elena, pero por ser mujer fue descartada. De ahí que seguir proclamando reyes, en ceremonias fastuosas, es un insulto, no solo a la democracia sino a la inteligencia.

Las monarquías lo heredan todo: títulos, castillos y terrenos, dinero público, glamour y, por supuesto, la corona. No importa que, como en el caso de España, se viva en medio de una profunda crisis económica que ha dejado a casi todos los jóvenes sin trabajo y ha expulsado a más de 200 mil españoles hacia otros países europeos o de América Latina.  

Apenas se conoció la noticia, muchos españoles se volcaron a las calles pidiendo el fin de la monarquía. Varios sectores, sobre todo de izquierda, han salido a manifestarse para exigir un referéndum y dar paso al nacimiento de la tercera República. Banderas republicanas ondean en plazas y edificios. Y es el pueblo el que ahora le manda callar al Rey, porque en una democracia verdadera el pueblo debe ser el único soberano.   
En buena hora, en el caso de los países latinoamericanos conquistados por la España de los Reyes Católicos, con la independencia se instauraron las repúblicas libres y soberanas a través de un sistema presidencialista. Es decir, se descartó la monarquía como sistema de gobierno. Sistema presidencialista más democrático, a pesar de ser interrumpido, en el siglo pasado, por dictaduras militares, y que ahora, como en el caso de Ecuador, vive un período de estabilidad, de reducción de la pobreza  y crecimiento económico.  

Sin embargo, hasta el día de hoy persisten rezagos de esa monarquía, como la mala costumbre de elegir reinas de todo: del carnaval, del chocolate, del banano, de las frutas y las flores, de los juegos escolares, de los campeonatos deportivos, de los indígenas, del pueblo afro, de la tierra, del cielo y hasta del universo. Los certámenes de belleza anacrónicos y discriminatorios que son aupados por intereses económicos vinculados a medios de comunicación.

‘Mi rey’, ‘mi reina’, se dice con frecuencia, como una forma de halago. Y a veces vamos más allá: ‘Uno prefiere la muerte, a la gloria inútil de vivir sin ti’. ‘No importa que estés lejos, o que nunca más te vea, o que estés con otro, o con el mismo, siempre serás mi reina’. Sí, rezagos monárquicos dorados con un poco de cursilería.

Contenido externo patrocinado