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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Es necesario recordar

19 de junio de 2015 - 00:00

En la triste y larga noche neoliberal los candidatos de las élites tenían el respaldo de bancos, estaciones de televisión, periódicos, revistas, radios. En tanto que los candidatos populares hacían cola para que les hagan el ‘favorcito’ de entrevistar.

La agenda era inamovible: luego de posesionado el Presidente, el primer viaje era a Washington. Las venias y genuflexiones se realizaban en las oficinas de la Casa Blanca. En uno de esos periplos aparece el banquero-candidato, con una amplia sonrisa, mientras el coronel recibía órdenes de Bush. La segunda visita (de carácter reservado) era a los bancos privados. Allí definían la devolución del capital que habían ‘invertido’ en la campaña, más los respectivos intereses.

Antes de finalizar la reunión, entregaban un papelito al Presidente en donde constaban los nombres de los miembros de Junta Monetaria, del futuro Ministro de Finanzas, Superintendente de Bancos, Superintendente de Compañías, Gerente General del Banco Central; los funcionarios escogidos para manejar las aduanas y un largo etcétera. La tercera era a los medios de comunicación. El Gobierno no podía  enemistarse con ellos. ¡Qué miedo! La cuarta visita era a las Cámaras (Industrias, Construcción, Comercio). Entregaban al Presidente un papelito con nombres de sus afiliados para que sean titulares de los ministerios que les interesaba manejar. La quinta visita, según la agenda, era al pueblo. Esta reunión nunca se realizaba. Los ‘gobernantes’ se la pasaban todo el tiempo aplicando recetas neoliberales, y cumpliendo órdenes de banqueros y oligarcas.

En la época de los gobiernos neoliberales, los ‘paquetazos’ anuales empobrecían aún más a las mayorías. Los gobiernos vasallos aplicaban -sin chistar- las órdenes del FMI y del Banco Mundial: disminución del presupuesto para educación y salud. Incremento del precio de los combustibles. Incremento de las tarifas de agua, energía eléctrica, gas, teléfonos, transporte. Las cosas -para el pueblo- no mejoraban; al contrario, empeoraban: pocos ricos cada vez más ricos y muchos pobres cada vez más pobres. Esta era la ‘democracia’ para las élites y sus gobiernos. Al llegar la nueva campaña electoral, el círculo vicioso se repetía. La democracia había sido secuestrada por unos pocos y las mayorías habían sido castigadas, como siempre. El robo más grande de la historia -no cabe duda- fue el feriado bancario. Indigna que quienes actuaron como autores intelectuales, materiales, cómplices o encubridores, ahora aparezcan (curiosa metamorfosis) como defensores de la familia, de la prosperidad, del pueblo.

Los proyectos sobre la herencia y la plusvalía han provocado que los ricos se sientan ‘ofendidos’. Cuando les tocan sus chequeras, sufren. Cuando les tocan sus bolsillos, lloran. Cuando les tocan sus fideicomisos, aparece inmediatamente el descontrol. En cambio, cuando vaciaron las cuentas bancarias de millones de adultos y hasta las alcancías de millones de niños, el botín fue para ‘ellos solitos’. En resumen, a las élites, el bienestar del pueblo siempre les ha importado un comino. Es cuestión de revisar la historia y las máscaras que hoy utilizan. Inmediatamente caerán.  

El debate está abierto. La socialización se realizará con amplios sectores ciudadanos. Como los ‘peluconcitos’ no podrán demostrar que los dos proyectos de ley afectan al 98% de los ecuatorianos,  deberían regresar -en el momento oportuno- a la Asamblea Nacional para su trámite y aprobación. (O)

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