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El Telégrafo
Karen Garzón-Sherdek

El muro de Trump

08 de enero de 2021 - 00:00

La democracia, desde su concepto más elemental, hace referencia al gobierno del pueblo por el pueblo; es decir, el derecho de este a elegir a sus gobernantes. En este sentido, la democracia representativa involucra que el poder político provenga del pueblo, siendo ejercido a través de las y los representantes elegidos a través del voto. Por su parte, la legitimidad es esencial para un sistema democrático para que el gobierno pueda gobernar. Cuando una candidatura pierde las elecciones y acude a argumentar un supuesto fraude carente de fundamento, lesiona la democracia y la institucionalidad. En América Latina hemos visto algunos casos similares; no obstante, ver este argumento en Estados Unidos, una democracia madura donde los actos simbólicos y las formas de lo político son muy significativas, nos ha dejado sin palabras.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca rompió con una lógica establecida desde 1945 en el país, no solo a nivel nacional con la búsqueda de la democracia como base de seguridad; sino también en el internacional. Al centrarse en una contienda casi por capricho individual, olvidó el rol de Estados Unidos en el sistema internacional, rechazando así a organismos y acuerdos multilaterales, socavando incluso a la cooperación internacional. Varias de sus decisiones, entre omisiones y reacciones, fomentaron el desgaste de la primera potencia mundial (que hace varios años es una hegemonía en declive); debilitando, por ejemplo, las relaciones con América Latina. 

Meses atrás, durante el periodo de campaña para las elecciones presidenciales de noviembre, Donald Trump ya había pronosticado un supuesto fraude, argumentando que el voto por correo no es confiable y poniendo en tela de juicio la institucionalidad de las elecciones en EEUU. En un país ya polarizado por temáticas tan importantes y significativas como el racismo, y con una triple crisis: económica, social y sanitaria generadas por el Covid-19, promover la inestabilidad política y una mayor polarización en la población es insólito e irresponsable. Trump construyó su propio muro, no solo se autoproclamó vencedor cuando aún no se habían anunciado oficialmente los resultados; sino que también, junto a su equipo ha elaborado un enredado entramado legal para hallar la forma de impugnar resultados electorales. Evidentemente estas acciones tuvieron inconsistencias y no fueron aceptadas.

Siempre vimos a un Donald Trump impulsivo y reaccionario. Desde octubre, varios analistas preveían que sería un escenario complejo poselectoral; pero lo que hemos visto en estos días nos ha hecho reflexionar en las importantes consecuencias que está dejando una cerrazón personal, por encima del sentido común y la institucionalidad. El miércoles, sus acciones no solo dejaron un ataque al Capitolio y cuatro personas fallecidas; sino también, un ambiente de caos y angustia. Todos estos actos no han hecho más que construir el propio muro de Trump.

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