Es hora de tristeza para los ecuatorianos, por la eliminación del Mundial. El equipo estuvo cerca, consiguió un empate nada menos que frente a Francia, jugando casi todo el segundo tiempo con un jugador menos. No se pudo; la derrota inicial frente a Suiza se hizo difícil de levantar, a pesar de la victoria ante Honduras. El equipo se fue con la frente en alto: hasta el final estuvo peleando la posibilidad de ganar.
Pero, por cierto, es de destacar que Ecuador no empató con el equipo de un país, sino con el de un ‘país ampliado’. Muchos africanos en la cancha, cuando no abundan los africanos en la vida civil francesa; por el contrario, grupos xenófobos claman por echar a los africanos que se han aposentado en el país, y a menudo los que llegan son deportados sumariamente, sin que siquiera se les permita un tiempo mínimo para probar suerte laboral en el país galo. En las últimas elecciones -realizadas para el Parlamento europeo- ganó en Francia una derecha antiilustrada y brutal que plantea el cierre de la inmigración.
Pero incluso fue en nombre de la Ilustración que la culta Francia dominó colonialmente a diversos pueblos africanos: lo hizo, se decía, para ‘civilizarlos’. Cuando los pueblos sojuzgados quisieron levantarse, los aplastó brutalmente con técnicas antisubversivas que incluían el secuestro, la desaparición y la tortura. Así y todo, finalmente esos pueblos se impusieron, con esa voluntad que ejemplarmente expresaran las obras de Franz Fanon y que se plasmaron en la revolución argelina. Ahora, en momentos que el continente negro está sumido en el hambre a que lo condena la geopolítica internacional, ya Francia no quiere a los francoparlantes que -como boomerang del colonialismo- llegan ahora a sus costas.
De jugadores de etnias negras, lleno está el equipo de fútbol francés. Francia no es solo Francia: es ese país sumado a los frutos de su colonialismo, aprovechando la ventaja que obtiene por haber sido una nación expansionista. Los latinoamericanos no tenemos estas ventajas, resultado de la asimetría de poder a nivel mundial.
Le está yendo a bien a muchos otros equipos latinoamericanos. Sin embargo, no todos están jugando con fuerza de conjunto. Porque hay otro elemento de desventaja ‘política’: los jugadores de los países del sur a menudo juegan fuera de su territorio. Por ello, se encuentran pocas veces entre sí, pueden hacerlo solo cuando se llega al Mundial. En los países centrales, en cambio, la mayoría vive en su propio país, puede prepararse bien, entrenar todo lo necesario, tiene todo el tiempo a su favor. Es otra muy grande ventaja, otra asimetría de la que no se habla.
Ni Suiza ni Francia, los dos clasificados en el grupo en que participó Ecuador, están libres de jugadores extranjeros. Es el poder del capital, no la calidad futbolística, lo que determina esa enorme y silenciada facilidad en favor de los países del capitalismo avanzado.