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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

El desafío de la Universidad de Guayaquil (2)

10 de mayo de 2014

El segundo punto de quiebre de la Universidad ecuatoriana, y en especial de la Universidad de Guayaquil, fue la supresión de los exámenes de ingreso de las universidades públicas en 1969.

La universidad ecuatoriana mantenía el espíritu feudal, una débil formación profesionalizante y se encontraba cerrada a los sectores sociales más desfavorecidos. El padrinazgo y la influencia de las amistades incidían en los resultados de los exámenes de ingreso. Su supresión fue un reto en el cual, desde el punto de vista de la calidad de la enseñanza, la universidad ecuatoriana perdió. Poquísimas facultades y carreras pudieron resistir la presión de un estudiantado que llegó varias veces a multiplicarse.

Pero el problema, en gran parte, no fueron los estudiantes, sino el profesorado, que no pudo mantener el rigor de las exigencias académicas frente a las presiones del facilismo del alumnado. Se sumó la improvisación de los nuevos profesores y su necesidad de supervivencia, muchos se hicieron de la vista gorda para conservar sus empleos. Las escuelas politécnicas y las carreras de preponderancia matemática lograron sobrevivir al tsunami del facilismo estudiantil. El clientelismo de las autoridades universitarias, tanto de izquierda como de derecha, favorecieron a estudiantes y profesores de la ideología dominante en cada facultad o escuela continuando el deterioro de la Universidad ecuatoriana y la de Guayaquil.

En la Sierra, la influencia fue más ideológica, centrados en un discurso partidista, sin dar importancia a la investigación. En la Costa, igualmente las universidades y facultades ligadas a una posición ideológica tradicionalista, tanto de derecha como de izquierda, con un espíritu sectario, populista, caciquista y  localista, convertidas en muchos casos en feudos personales, familiares y partidistas, resolvían los problemas económicos de sus grupos de influencias.

La Universidad de Guayaquil, en 1985, inicia una nueva etapa de deterioro institucional que toca fondo con la clasificación en la categoría D. La administración universitaria de las facultades y escuelas se dedicó, en su mayoría, a atender apetitos egocéntricos, grupales, burocráticos y en especial el manejo inadecuado de la adquisición de bienes y materiales, que prevaleció ampliamente sobre la necesidad de una radical reforma universitaria. El facilismo, la mediocridad y la corrupción se enseñorearon de la Universidad de Guayaquil.

En la actual coyuntura, no debieran ser candidatos, y menos autoridades, quienes llevaron a la universidad a su actual estado de postración.

Solamente si los profesores más honestos y valientes, los maestros más sabios, lideran las facultades y la universidad en su conjunto, podrán salvarla, en caso contrario, será la ‘crónica de una muerte anunciada’, como diría Gabriel García Márquez, al continuar en el futuro en manos de sus sepultureros.

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