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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

El desafío de la U. de Guayaquil (3)

17 de mayo de 2014

Einstein descubrió que “no se puede resolver un problema con el mismo nivel de pensamiento que lo originó”. Muchas personas se encuentran en el nivel del problema, pero no ven las soluciones que se encuentran más allá de sus limitadas perspectivas. Si por mucho tiempo un grupo humano no ha encontrado soluciones a un problema, lo más seguro es que en el futuro no la encontrará. Einstein también decía “locura es pretender cambiar haciendo lo mismo”. Se afirma, con casi la total posibilidad de que suceda, que si se sigue actuando como se ha venido haciendo, en cualquier situación, los resultados se encuentran garantizados: seguirán siendo un desastre, mediocridad o excelencia.
La Universidad de Guayaquil vive una situación excepcionalmente grave, por eso se encuentra intervenida. El enfrentamiento radical del problema se debió realizar varios años atrás. José Martí decía que ser radical es ir a la raíz de los problemas. No se puede curar a un paciente grave con paños tibios o agua con azúcar, actuando por debajo de las circunstancias. Las causas de los problemas de la Universidad de Guayaquil no provienen del actual Gobierno Nacional, pero al igual como aconteció con su intervención en la justicia, es ahora el responsable ante la historia de sus resultados.

No se debe tomar medidas ordinarias, rutinarias, frente a una situación de extraordinaria gravedad consultando las soluciones a los que llevaron a la Universidad a su actual situación de agonía. A los máximos responsables de la Educación Superior del Ecuador les toca responder por sus soluciones. Deben escoger de emergencia, aunque sea por un plazo fijo, a sus máximas autoridades. Pueden llamar a concurso de méritos entre sus profesores o escoger directamente a alguien fuera de la Universidad. Apliquen la meritocracia y seleccionen al mejor de los posibles. La trampa en que se está cayendo o error de fatales consecuencias es que el gobierno interviene una institución, pero son sus sepultureros y los dueños de las funerarias, los encargados de salvar al paciente. Ellos nunca lo van a hacer. Hay que cambiar las estrategias y tácticas que se han seguido hasta el momento al tener como ayudantes en la sala de operaciones a los sepultureros. Se está perdiendo demasiado tiempo ante las fuerzas enemigas, ocultas o no, de la Universidad de Guayaquil y ecuatoriana, que no quieren que se salve.

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