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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

El círculo vicioso del fracaso y la pobreza (1)

11 de abril de 2015

La forma de pensar heredera de Francis Bacon, René Descartes e Isaac Newton, el pensamiento científico, que se utiliza desde hace trescientos años, constituyó un avance muy grande en el desarrollo de las ciencias físicas, en la construcción de aparatos para la producción, artefactos y medios para mejorar las condiciones materiales de vida de los seres humanos. Sin embargo, ha sido incapaz para resolver los problemas de la humanidad, por la sencilla razón de que los seres humanos no son objetos, no son como la pieza de una máquina, un reloj, que descubierto el defecto o falla, puede seguir funcionando al ser un aparato.

El ser humano es completo, donde existen múltiples redes interconectadas con diversos sistemas, creencias, valores, formas de pensar, inteligencias, aptitudes, deseos y aspiraciones, que a su vez se encuentran sometidos a factores y estímulos externos. No depende de la propia persona,  tampoco de los otros y los factores sociales y naturales, sino de las interacciones resultantes y, por tanto, las posibilidades de reacciones y soluciones son múltiples y la mayoría de las veces imprevisibles. Las formas anteriores de pensar y que todavía sobreviven en muchas sociedades, como el pensamiento mágico, el sentido común, el pensamiento intuitivo y el racional eran y son unilaterales, incompletos, ingenuos, que no permitían resolver grandes problemas, a excepción de las personas con sabiduría que manifestaron una forma de pensar amplia, profunda y acompañada de experiencias, logrando destacarse en todas las sociedades.

Alan Watts, el gran pensador contemporáneo que este año cumple 100 años de nacimiento, en forma categórica sintetiza la esencia de la limitación de la filosofía y pensar de la cultura occidental en el presente. Señala: “En muchos aspectos, la filosofía formal y académica de Occidente ha llegado a un callejón sin salida y se ha confinado a sí misma a un método de investigación que impulsa a moverse en un círculo vicioso. Esto es especialmente así en epistemología, que, por el hecho de abarcar todo el trabajo de autoconocimiento, es el problema central de la filosofía.

Tal como lo entiende Occidente, la epistemología consiste realmente en la tarea de intentar ‘pensar el pensamiento’, construir palabras acerca de palabras sobre palabras, puesto que el pensamiento filosófico no es para nosotros una experiencia transformadora, sino una verbalización de la misma...”. “Pero existe una contradicción esencial en el intento de la razón de trascenderse a sí mismo. Conocer al conocedor, controlar al controlador y pensar el pensamiento implica una situación circular e imposible, al igual que el esfuerzo de morder los propios dientes...”. “Pero esta manía de controlar conduce en última instancia a una simple y llana confusión, porque nosotros no estamos separados del entorno que intentamos controlar. El hombre occidental ha podido proseguir esta manía solo por su agudo sentido de aislamiento individual, de separación de su ‘yo’ respecto a todo lo demás. Así pues, en filosofía, en tecnología y en toda la ordenación de nuestra sociedad, volvemos al antiguo problema de ¿Quién guarda al guardián, vigila al policía, planifica al planificador y controla al controlador? El final lógico de todo esto es el Estado totalitario de 1984 de George Orwell, la pesadilla del espionaje recíproco”.  

El ordenar y controlar felizmente no funciona entre seres humanos. Si funcionara dejarían de ser humanos. El pretender controlar un solo factor para obtener el éxito es una ilusión que conduce al fracaso. Hay que ir hacia otras filosofías en las cuales el conocer no es controlar, sino vivir. (O)

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