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El Telégrafo
Alfredo Vera

Del banano a la palma africana

27 de mayo de 2014

Hace más de 40 años, en mi labor periodística a través de la revista Mañana, asumí la divulgación de la dramática explotación de la cual eran víctimas los pequeños y medianos bananeros, cultivadores en pequeñas parcelas de esa prodigiosa fruta de exportación para venderla a voraces exportadores criollos y transnacionales a precios irrisorios y de estafa.

Entonces publiqué Historia de un triste banano, folleto que denunció y conmocionó por la demostrada mecánica lacerante de explotación de la que eran víctimas centenares de miles de productores, de la cual se han ido liberando en la medida que fueron organizándose para luchar con eficacia y con eficiencia contra los insaciables magnates que se niegan a distribuir los beneficios de un gran negocio.

Hoy, que estamos empeñados en el cambio de la matriz productiva, debemos obligarnos a impedir que se atrofie el manejo del cultivo de la palma africana, por culpa de los que comercian su aceite sin respetar el derecho de los cultivadores de ese producto a recibir un beneficio compartido, superando la ley del embudo, que otorga a los más pequeños y pobres el menor beneficio posible, mientras quienes monopolizan su comercialización se aprovechan de su ventaja sin límites.

La experiencia del banano, en lo bueno y en lo malo, debe servir de ejemplo a los pequeños cultivadores de la palma industrial, para saber que individualmente serán siempre aplastados por el manejo de los poderosos y que el antídoto contra ese veneno es la unidad de los que son víctimas de ese mismo perjuicio.

Hay que demostrarles a la sociedad en su conjunto, pero en particular a los beneficiarios que acaparan los mayores beneficios de este importante mecanismo de producción de riqueza, que los productores no van a esperar decenios para organizarse a fin de defender sus derechos, para compartir las alzas y las bajas del precio de comercialización.

Parte de las responsabilidades de las autoridades, las normativas administrativas y las leyes que velan por la justicia y la equidad, radica en velar porque los productores reciban los precios justos para que puedan mantener la calidad y el nivel de producción de las plantaciones.

Un grupo de ellos, recordando mi experiencia en luchar a favor de los pequeños productores de banano, me ha hecho llegar informaciones acerca de una realidad que podría permitir que se repita la infamante historia de un triste banano.

No cabe esperar ni un minuto para empezar con la palma africana o industrial a escribir una historia diferente, revolucionaria.

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