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El Telégrafo
Alfredo Vera

Colombia hacia la paz

05 de mayo de 2015

Acorde con las consignas asumidas por las entidades de integración latinoamericanas (Unasur y Celac) de caminar y luchar denodadamente hasta conseguir que Nuestra América, la Patria Grande, sea un continente de paz, avanza Colombia, nuestra histórica hermana querida. País donde subsiste desde hace 50 años una guerra interna a partir del detonante que significó el asesinato a mansalva y con alevosía, en 1948, del mayor líder popular de todo el siglo XX, Jorge Eliécer Gaitán, hecho que provocó en cadena el levantamiento de insurrecciones armadas contra el sistema derechista conservador y oligárquico, beligerancia que se mantiene hasta hoy sin vencedores ni vencidos, excepto toda la población que se mantiene aterrorizada por la violencia incesante.

Consecuente con esa corriente que recorre el continente, sorprendiendo con su leal espíritu pacifista por encima de su militancia política de donde procede, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, conduce con encomiástica vehemencia un proceso nada fácil de diálogos con los dirigentes de la insurgencia en territorio que debe y tiene que ser neutral, primero en Cuba y próximamente en Ecuador, para superar los naturalmente complejos escollos, que permitan convertir ‘las botas en votos’, como camino que facilite llegar a la unidad nacional en la diversidad ideológica y política ¡sin violencia!

El peor de esos escollos es el peligroso sabotaje que promueven los grupúsculos de enfermizos seguidores del jefe de los delincuentes paramilitares que asesinaban a humildes jóvenes campesinos para luego decir que eran guerrilleros derrotados o los llamados ‘falsos positivos’ inventados por la gavilla de delincuentes agrupados en torno a la jefatura de Álvaro Uribe, que pretende mantener la violencia y la guerra entre hermanos.

Los mercaderes de las drogas y del crimen organizado, a quienes no les conviene la presencia de la paz como régimen de convivencia, harán hasta lo imposible por destruir el proceso ya iniciado y que se avizora con optimismo y esperanza, con el respaldo mayoritario del pueblo hermano de Colombia.

Esos colombianos deben contar con la solidaridad de los pueblos de todo el continente porque la meta de querer ser el suelo de la armonía y de la paz nos obliga a ser fraternos y participativos hasta donde sea prudente y dar el respetuoso respaldo a lo que ellos decidan.

Mientras más pronto consoliden el proceso, menos víctimas se provocarán y más autoridad alcanzaremos como territorio ejemplar, capaz de emprender otra batalla moral, que es la de no permitir más bases militares de potencias internacionales y luchar por la descolonización de Puerto Rico, de las islas Malvinas, la salida de Bolivia al mar y la devolución de Guantánamo a Cuba.

Todos son temas complejos que demandan una dedicación insistente y colectiva, que en su oportunidad requerirán la acción multinacional de los órganos de integración. (O)

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