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El Telégrafo
Alfredo Vera

Camino a la perfección humana

30 de agosto de 2016 - 00:00

Nos causa una impresionante revelación por los resultados que conquistan los deportistas que representan a los pueblos del mundo en las competencias en los Juegos Olímpicos, esta vez cumplidos en Brasil, donde hubo un despliegue de vigor, de inteligencia, de fuerza, de equilibrio, de afecto, de belleza, de corazón, de pasión, de ternura, de solidaridad, de coraje, en fin, de todos los sentimientos que adornan a los jóvenes que allí compitieron, con una variedad de etnias que alegran el espíritu de los espectadores que conviven por todos los confines de la Tierra.

Es que cada uno, competidor o espectador, nos llenamos de emoción al conocer las marcas logradas en cada competencia, superando los puntajes o calificaciones obtenidos en anteriores confrontaciones, dando la sensación de que no habrá límite en el futuro y que nuevos récords irán lloviendo con sorpresa infinita para la humanidad entera.

Es hermoso que esto suceda y que nos sorprendan con esas nuevas conquistas, pues, sin ser especialistas, compartimos con alegría el avance de la fortaleza del espíritu humano que, está visto, no tiene límite y solo se complace por la oportunidad de competir, sin condicionar su esfuerzo a la posible victoria.

Ya desde la época de los iniciales Juegos Olímpicos, los deportistas alcanzaban marcas que eran la admiración de sus contemporáneos, pero el valor del corazón humano de los participantes en esas competencias habrá coincidido con el espíritu de los actuales en que no se contentarían con las marcas obtenidas y estarían pensando superarlas cada vez con mayor empeño, ya que así es la naturaleza humana: inconforme con lo realizado hasta entonces, esperando que vengan otras oportunidades en las que se pueda superar a otros cultores del deporte y a sí mismos.

En cada competencia olímpica sucede algo parecido, los nuevos participantes quieren superar a los anteriores, teniendo en cuenta la repetición de los ejercicios, los entrenamientos diarios, el uso de nuevas tecnologías para la preparación atlética, la mejor alimentación, además del estímulo que significa para ellos la proliferación de noticias divulgadas por los medios de comunicación exaltando las virtudes de cada deportista. Esto seguramente engrandece su vocación de alcanzar un mejor resultado en cada competencia en la que le corresponde participar, para orgullo propio, de sus preparadores y de sus compatriotas.

El instinto de superación hace que los competidores en cada prueba lleguen con la sana intención de elevar su rendimiento, superar a sus competidores y ojalá ganar alguna medalla. El estímulo de los seguidores y el compromiso para con su patria hacen que los deportistas se esfuercen y se esmeren al límite y hagan lo que parecería imposible, aunque el resultado es obvio, solo unos pocos deportistas podrán llevarse a su país una medalla.

Así, con este acto de conciencia y de valor, es como en casi todas las disciplinas los deportistas mejoran sus anteriores marcas. Y no hay límite para que sea de esa manera, para beneplácito de la humanidad entera, de los expertos y de los especialistas, o como simples aficionados y espectadores, para que podamos convencernos de que vamos camino a la superación humana con las nuevas metas alcanzadas. Vivan, entonces, los Juegos Olímpicos y la maravillosa naturaleza humana. (O)

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