Así se titula la más reciente novela de Óscar Vela, publicada por Alfaguara.
Es la historia de Manuel Antonio Muñoz Borrero, cónsul de Ecuador en Estocolmo, entre 1935 y 1942.
Un diplomático desconocido en nuestro país y que arriesgó su propia vida para salvar las de muchas familias judías durante la Segunda Guerra Mundial.
Óscar Vela descubrió a este importante personaje por una coincidencia y se deslumbró con su historia, empezó a indagar y a husmear en su vida, y así fue como decidió escribir esta obra, luego de una larga investigación.
Manuel Antonio Muñoz Borrero nació en Cuenca el 4 de febrero de 1891, en una familia conservadora. Hombre muy culto, carismático y discreto, pero ante todo un humanista comprometido.
Entabló una amistad imperecedera con el rabino Jacobson, quien le reveló el horror del exterminio judío y los campos de concentración nazis. Su sensibilidad y empatía lo llevaron a emitir pasaportes ecuatorianos para que muchos judíos pudieran huir de Europa. Este fue un secreto que se lo llevaron los dos amigos a la tumba.
Fue perseguido y enjuiciado por la SS sueca y le costó su destitución como cónsul.
Muchos años después de su muerte, recibió la nominación de Justo entre las Naciones en el Museo del Holocausto en Jerusalén.
La novela está atravesada por una intensa y larga historia de amor secreta entre Manuel Antonio y Märta, una mujer casada.
Óscar Vela propone un juego literario muy bien logrado, que se mueve entre la ficción y la realidad. Con una voz en primera persona que narra esta historia. El manejo espacio-temporal se desarrolla con mucho acierto.
La niebla es una metáfora bellísima que descifra el corazón del protagonista.
Resulta fascinante descubrir las lecturas y autores que fueron parte fundamental de la vida de Muñoz Borrero, y también su música preferida.
Invito a leer esta novela con la compañía de esta música. Es una experiencia sensorial muy bella. (O)
