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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Adiós a Laclau: populismo y alta teoría

18 de abril de 2014

Muchos creían que populismo y teoría eran irreconciliables. Aquello de sanamente plebeyo que se expresa en gobiernos como los de Evo Morales o de la presidenta Fernández de Kirchner, lleva a muchos pensar que la verdad está en el ‘alpargatas sí, libros no’ que pregonó el viejo peronismo. Pero Laclau demostró que a las alpargatas puede entendérselas desde los libros, que puede haber una lectura académica de la gramática política plebeya.

Mezclado en discusiones con Zizek, con Judith Butler, con Tony Negri, con Giogio Agamben, Laclau fue un politólogo y filósofo eminente. Llevó, de esa manera, el fenómeno populista a espacios de discusión que se habían resistido a cobijarlo. Es que, como mostró ese gran sociólogo que fue Bourdieu, el prestigio de un académico se liga al de su objeto de estudio. Hablar del populismo era desacreditante, como hablar del narcotráfico o el crimen organizado. Pero el autor argentino cambió la condición de esa categoría y -a la inversa- logró que su personal prestigio se adhiriera al de su objeto de análisis, los gobiernos que hoy trabajan en favor de los pobres de Latinoamérica.

Es verdad que la teoría de Laclau se aplica también a gobiernos de otras regiones del mundo; incluso, por cierto, a gobiernos que interpelan en nombre del pueblo, pero no son representantes genuinos de sus intereses objetivos. Ello, porque la teoría en este autor es formal como un teorema, aunque tenga fuertes consecuencias prácticas. Y es teoría informada por las más complejas escrituras del siglo XX y XXI, entre ellas el psicoanálisis de Lacan y la deconstrucción de Derrida. Todo, para mostrar que la historia no tiene un sentido prefijado, y que los sujetos políticos no son copia de la inscripción de las personas en la organización social de la economía.

Los diarios argentinos han tratado mal a Laclau aun después de su muerte, tildándolo reductivamente de ‘intelectual kirchnerista’, siendo que el autor es conocido a nivel planetario desde quince o veinte años antes de la emergencia del kirchnerismo, al que posteriormente adhirió con coherencia y sin dejar de ser el gran teórico que ya era. Pero, ¿qué saben esos periodistas de derecha acerca del mundo académico? Nada.

Advertidos de ello, hay que ser comprensivos al considerar sus exabruptos post mórtem, pues no todo es fruto de la mala fe. Hay, además, de parte de ellos una amplísima ignorancia. De tal modo, así como no podrían leer siquiera una página de Laclau sin admitir que no entenderían casi nada, también se animan a escribir sobre Laclau sin tener la menor idea de su importancia conceptual ni de su dimensión mundial.

Y, muchos de ellos simples mercenarios de la escritura, no respetan ni entienden el gran ejemplo de un hombre que, pudiendo quedarse en las facilidades del más alto reconocimiento internacional, tuvo la valentía y la actitud de poner sus pies en el barro de la política concreta, opinando y jugándose en un espacio mucho más vulnerable y atacable por los poderes establecidos.

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