Apenas dos días atrás, y en la salida del  Teatro Sucre, advertí  la presencia de un compañero de aula  de la inolvidable Academia Militar Pichincha, donde ambos cursábamos estudios  de educación media, y junto a muchos  amigos de toda la vida. Nos abrazamos con indisimulada  emoción  y al poco tiempo estábamos en compañía de su amorosa esposa, camino de su residencia donde él deseaba  “culminar  una noche especial”. Al calor de una copa de vino rememoramos historias  y chascarrillos de más de cuarenta años  transcurridos, al poco tiempo, mi querido camarada de tantas hazañas  adolescenciales se dirigió a su cercana biblioteca  y de sus brillantes estantes  liberó  2 libros cuidadosamente empastados. Son tuyos, me dijo. ¿No recuerdas que los ganaste en el concurso literario del año 66 y me los diste para que los guarde? Están firmados y dedicados por el autor, nuestro profesor Óscar Efrén Reyes. Y luego surgió la anécdota, brillante  y sentida, que efectivamente reiteraba mi  malsana costumbre de distracciones  con los objetos que siempre desaparecen entre la añoranza y el olvido. Regresé al solitario departamento que temporalmente ocupo y me matriculé nuevamente en la madrugada quiteña  dedicado a ojear los volúmenes  recuperados de la nostalgiajuvenil  y entonces aparecieron  añosos acontecimientos de nuestra política aldeana, que con sus trashumancia nos persigue todavía, y  luego  un descubrimiento fundamental: El 11 de julio de 1949  se inauguró simultáneamente  en Quito y Guayaquil  el V Congreso Panamericano de  Prensa, al que asistieron delegaciones de todo el continente.Este conclave  se realizaba después de el de México de 1942,  y mucho más lejos del que se efectuó  en Washington en  1926. Se convocó a esa reunión  bajo el principio sustancial de “La conciliación de la libertad de prensa  con el alto concepto de la ética  del periodista”, y bajo esa égida, de manera solemne  se ratificaron  todos aquellos  principios establecidos  en el código de honor de la prensa de América  y cuyos artículos  más importantes menciono a continuación: 1.-La prensa de América debe distinguir  estrictamente la función informativa de la función ideológica  y orientadora.2.-El cumplimiento honesto y eficaz de la función informativa exige que los periódicos presenten siempre una información  objetiva y veraz.3.-Los periódicos deben abstenerse  de publicar noticias no confirmadas. Cuando publiquen simples versiones o noticias no confirmadas deben hacerlo constar así.4.-Toda injuria, calumnia o difamación  debe ser objeto de una reparación pública y expresa  por parte del periódico responsable, que debe publicar  las declaraciones necesarias en lugar preferente, hasta tanto el tribunal competente no determine si ha obrado de mala fe.10.- La reputación de las personas,  cualquiera sea su credo religioso o su filiación política,  debe ser cuidadosamente respetada. La prensa debe ser  la más fiel defensora  de la dignidad de la persona humana y del respeto que merece. Qué dirán de esta reglamentación los sedicentes periodistas que fungen y flotan como dirigentes de sus  asociaciones -¿lo habrán leído alguna vez?- y entonces sus acciones corresponden a una reacción de genuflexión  de sus estómagos, o es que no les importan  la suerte y los intereses de sus compañeros tradicionalmente explotados.