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El Telégrafo
Fander Falconí

Trump o la contradicción del mercado

01 de marzo de 2017 - 00:00

La derecha latinoamericana se esfuerza en hacernos creer que el socialismo, e incluso el progresismo, es utópico y que solo el capitalismo salvaje es realista. Pero la realidad muestra cuál es el sistema sin sustento. Dos premios Nobel de Economía, Akerlof y Shiller, a pesar de ser capitalistas, aseguran que no existe la supuesta regulación ciega y automática del mercado; lo cual equivale a que un astrofísico niegue la teoría del Big Bang. El mercado no se regula por fuerzas extrahumanas, sino por manipulaciones emocionales que aprovechan las debilidades y deseos del consumidor.

El nuevo presidente de Estados Unidos ilustra las contradicciones de un sistema inviable. La premisa sobre la que se asienta el  capitalismo es la de que el mercado se autorregula por las leyes de la oferta y la demanda; pero Trump manipula en forma constante los precios para favorecer los intereses de grupos poderosos.

Los grupos empresariales defensores del capitalismo sin controles, sostienen que todos los actores en el sistema que defienden reciben información adecuada y simétrica sobre lo que sucede en el mercado; pero Trump accede a información privilegiada para su provecho personal.  Hasta las promesas de campaña causan sospechas: ¿quién construirá el muro con México y cuáles serán los proveedores de los materiales?

Donald Trump lidera un equipo de capitalismo al desnudo, porque su mismo gabinete es una selección de Wall Street. En contraste, este presidente actúa en contradicción con los principios del mercado. Es como si un señor feudal estuviera a cargo de un burgo. Mientras el capitalismo internacional proclama el libre comercio y hasta exige a los países pequeños firmar tratados que lo garanticen, Trump es abiertamente un proteccionista en palabras y obras (cuando le conviene).

La economía tradicional habla de fallos de mercado o externalidades negativas, cuando no se organiza bien la producción o la asignación de los bienes y servicios a los consumidores. La contaminación es una externalidad negativa. Las discusiones teóricas sobre este tema ahora pueden observarse de manera directa en la actual presidencia de Estados Unidos. Una vez más se ve que aquí no hay un involuntario fallo de mercado, sino la deliberada intención de buscar beneficios a reducidos grupos.

¿Acaso no hay una negación constante y sistemática del cambio climático para favorecer a los poderosos intereses de la industria automotriz?

El poder económico, por definición, no está al servicio de las mayorías; su único interés es el de una minoría. Para eso se basan en las leyes del mercado (aunque la realidad muestra que rara vez se cumplen por la abundancia de monopolios y oligopolios) y les dan la jerarquía de leyes físicas. Y, a sabiendas de que el crecimiento económico tiene un límite, aseguran que su meta es crecer sin límites. Este crecimiento provoca injusticias sociales y destrucción ambiental, y en vez de buscar soluciones, lo más simplista es negar sus efectos. Entonces, su proyecto es irreal e irrealizable. Entre tanto, las ganancias de un reducido grupo son reales y palpables.

Aterrizando en el país, las contradicciones de Trump recuerdan a las del candidato Lasso. “Hay que traer dólares al país…”, pero tiene millones de dólares en Panamá.

Si Trump violenta las mismas reglas del juego capitalista que dice defender, ¿qué podemos esperar de su discípulo criollo? Privatizaciones y privaciones.  

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