Durante las últimas dos décadas se viene escuchado mucho sobre “populismo”; sin lugar a dudas, es unode los términos recurrentes cuando se habla de política. A lo largo de América Latina, el término haservido para ejemplificar gobiernos, liderazgos políticos, movimientos sociales y desde luego, estilos dehacer política. Al respecto, en el último trimestre del 2019, en Sudamérica palpitaron señales que preveían un difícil2020 en materia económica, política y social. La pandemia mundial provocada por el COVID-19 se haconvertido en la cereza del postre que nos veníamos comiendo y ha sacado a la luz las falencias de lossistemas estatales en materia de salud, educación, seguridad laboral, entre otros. En medio de esteescenario imprevisto, a países de nuestra región como Ecuador, Perú y Chile se le avecinan eleccionespresidenciales; mientras que, a los gobiernos de Colombia, Bolivia, Brasil y Argentina, la pandemia lostomó en la mitad de sus mandatos o apenas posesionados. Al no existir un norte claro y definido, no será raro que se resuciten y sepulten a líderes políticos delpasado, que nazcan expresiones políticas no vistas antes o que se acentúen y radicalicen ideologías yexpresiones políticas que buscan una representación partidaria en el sistema político vigente. Por lotanto, los ciudadanos escucharán, desde fórmulas mágicas vertidas por los candidatos para solucionarlos males crónicos de los países, hasta gobiernos posesionados que busquen señalar a otros (estados,políticos, etnias) por sus propias falencias. Ante esta realidad, si algo es certero, es que el populismo se viene con fuerza en la región, no solo anivel electoral, sino también en políticas públicas y en discursos que busquen legitimación yrepresentación para los gobiernos ya posesionados. Sin embargo, el reinado del populismo, esa ovejanegra, dependerá de los ciudadanos, de su madurez y de comprender que no existen soluciones mágicase inmediatas para problemas que aquejan a sus países por décadas. (O)