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Cuenca: imán de turistas

Cuenca: imán de turistas
03 de noviembre de 2017 - 00:00 - Redacción Ciudadanía

El Barranco del río Tomebamba, situado en Cuenca, se ha  convertido en inspiración de poetas, músicos, fotógrafos, enamorados y turistas que llegan de distintas partes del mundo.

Sus dos kilómetros, que va desde el puente de El Vado (Universidad de Cuenca), hasta la avenida Huayna Cápac, divide la Cuenca antigua de la moderna. “Llegar a esta ciudad y no visitar este sitio, no me parece correcto”, señaló la turista Rebeca Quinteros, que viajó desde Colombia a visitar a su familia y de paso se “enamoró” de este lugar.

El resonar del río Tomebamba, cuando sus aguas están mansas y que alimentan los frondosos árboles de sus orillas, se convierte en un remanso de tranquilidad para quienes visitan este sector.

A un costado del Barranco está la arquitectura colonial de sus casas, algunas de ilustres artistas, poetas, políticos y ciudadanos caracterizados por su hospitalidad.

El Barranco está situado al frente de la Avenida 12 de Abril. Este sector de la ciudad brinda un ambiente de relajación, pues los que hasta allí llegan aprovechan los espacios verdes, como si fuera una terraza natural. Esto favorece a la lectura, a los ejercicios de yoga, actividades artísticas, entre otras. “Es muy bonito caminar por aquí, porque hay más tranquilidad”, menciona Carmen Granda, adulta mayor que frecuenta el sector del Puente Roto, en busca de un momento de ocio, recomendado por su médico.

Una de las escalinatas que une la Calle Larga con la avenida 12 de Abril dentro del Barranco del Tomebamba. Fotos: Viviana Criollo / Para El Telégrafo

En ciertos períodos del día, estudiantes universitarios y jóvenes en general circulan y se hospedan en las sombras que los arboles ofrecen. Toman un helado, algunas veces con sus parejas, amigos o simplemente en soledad.

Allí están los artistas, algunos pertenecientes a la cultura hippie, de diversos países, especialmente Argentina, Colombia y México. Ellos aprovechan para ofrecer sus productos como: manillas, collares, dibujos, trabajos literarios, fotografías y hasta un pequeño concierto de música en vivo.

“Es nostálgico observar el cambio que ha tenido este sector con el paso de los años, ahora hay poca gente que camina por aquí, era impresionante mirar antes los arco iris de ropa que construían las lavanderas del río, ahora ya no hay”, indica Regina Segarra, ama de casa que se dirigía al museo Pumapungo; el mismo que conforma un lugar tradicional y arqueológico que compone una parte del Barranco.

Las lavanderas en los años 70 y 80 fueron parte importante del convivir ciudadano. Más de una canción fue entonada en su homenaje y más de un texto se escribió, reconociendo el trabajo y el colorido que daban estas personas al Barranco del Tomebamba.

Las mujeres desafiaron el frío de las aguas heladas del río que nacen en lo alto de los páramos del Cajas, y acompañadas de ropa y conservando los atados en sábanas, lavaban en un lugar abierto, con agua limpia y pura que ayuda a dejar cada prenda impecable.

Las mujeres que llegaban al río lo primero que buscan era una piedra grande y lisa que les permitía restregar las prendas y sacar toda la suciedad que luego se perdía en el caudal.

El historiador y excatedrático de la Universidad del Azuay, Oswaldo Encalada, dijo que el Barranco hace más de un siglo fue el límite natural de la ciudad. “Donde hoy es la parte baja estaban fincas, casas de campo y sembríos. Allí se termina bruscamente Cuenca”, contó.

Luego, añadió, fue el jardín de la ciudad. Indicó que es un mirador desde la calle Larga, una arteria de las primeras en ser abiertas en la ciudad de Cuenca para el tránsito de las personas.

La Guardia Ciudadana utilizando bicicletas resguarda a los turistas con sus recorridos. Aún así el ciudadano, Juan Mogrovejo comenta que es algo complicado transitar con frecuencia el Barranco, sobre todo por la noche debido a que aparecen personas no deseadas, por lo que los cuidados a los transeúntes, “deberían intensificarse”. (I)

El puente roto forma parte de la historia del barranco y de la cuencanidad

El río Tomebamba y el Barranco van juntos. Según Juan Chacón, historiador, allí está gran parte de la historia de esta ciudad. En el año de 1950, el río creció de manera desmesurada y se llevó puentes, iglesias y todo lo que encontraba a su paso y cerca de sus riberas.

“En ese entonces desapareció el puente de Todos Santos”, dijo el historiador, convirtiéndose, luego, en el llamado Puente Roto, que es visitado permanentemente por los turistas y los propios cuencanos. Desde ese entonces y cuando aumenta de caudal, el río se denomina, “Julián Matadero” por la fuerza de sus aguas que arrasaba con todo. “El Barranco está bien conservado al igual que el río que es uno de los más limpios que tiene la ciudad”, dijo Chacón.

Asimismo en los años 50, al pie del barranco, sector El Vado, se realizaba la tradicional pesca en el río, donde los cuencanos de esa época iban hasta sus aguas para coger la mejor trucha. Con el paso de los años se fue perdiendo esta tradición, en los actuales momentos casi no hay dicha especie, sin embargo los pescadores acuden aún a sus orillas.

El Barranco convive también con puentes históricos como El Vado, aunque fue destruido con la corriente de los años 50. También están los puentes del Centenario y Mariano Moreno, que soportaron a la fuerza de la corriente del río. Esta zona alberga al complejo de Todos Santos, una iglesia que forma parte de la historia. (I)

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