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El Telégrafo
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Entrevista / Francisco Sierra Caballero / Director General del Centro Internacional de Estudios Superiores de la Comunicación para América Latina (CIESPAL)

Los medios justificaron el impeachment contra Rousseff

Los medios justificaron el impeachment contra Rousseff
Foto: Lange Posso / CIESPAL
07 de septiembre de 2016 - 00:00 - Rosa Elena Vallejo. Especial para EL TELÉGRAFO

Brasil, al igual que otros países de América Latina, posee un sistema de radiodifusión y un sector de las telecomunicaciones dominado por oligopolios. Por ejemplo, si se hace referencia al sector de la radiodifusión, se observa que las empresas de radio y televisión se encuentran, mayoritariamente, en manos del sector  privado en el que figuran como propietarios políticos, grupos religiosos y familias con poder económico, según el artículo Sociedad civil y concentración de medios en Brasil, de Cabral y Cabral Filho.

Estos autores señalan, también, que la presencia de Grupo Globo es dominante en el mercado debido a su facturación, al acaparamiento de espacios mediáticos y al alcance de audiencias: llega al 96,7% de los hogares brasileños con televisión.

En este contexto, Francisco Sierra Caballero, director general de Ciespal, analiza la actuación de los medios de comunicación en los últimos sucesos políticos de Brasil. Diversos analistas han señalado que en Brasil ocurrió un “golpe de Estado institucional-mediático-jurídico”. ¿Qué papel considera que cumplieron los medios de comunicación en este proceso de impeachment contra la ahora expresidenta Rousseff?

El papel de los medios de comunicación ha sido central, especialmente en América Latina. Sería impensable, por ejemplo, el golpe contra Salvador Allende en Chile, sin el papel que cumplió el grupo El Mercurio y la familia Edwards. En el caso de Brasil, el propio Grupo Globo, como sucedió anteriormente, ha sido el articulador e ideólogo de este proceso de golpe de Estado. El papel de los medios privados ha sido el de crear un clima de opinión, un proceso de agitación y propaganda en las calles que, de algún modo, justificó el impeachment contra Rousseff.

Los medios crearon las condiciones de legitimidad para ese proceso desde el punto de vista ideológico y simbólico; para sofocar y contener los procesos de movilización que los ciudadanos brasileños, las universidades, las instituciones públicas desarrollan en las calles para defender la legalidad democrática de la presidenta. Hay que recordar que la campaña electoral, en 2014, fue ya virulenta e insultante, con discursos misóginos en prensa diaria y revistas, con una campaña de descalificación persistente contra las figuras de Rousseff y Lula.

¿Cuáles fueron las estrategias de los medios de comunicación privados para crear el clima de opinión referido?

Varias. Una de ellas, la desinformación persistente que generó dudas e informaciones falsas, tanto del expresidente Lula como de Rousseff. Esto ocasionó un clima de crispación con la corrupción, lo que podría ser considerado como la segunda estrategia, puesto que originó una polarización en el sentido de identificar al gobierno, al Estado y a lo público como algo corrupto, y a lo privado y corporativo como los salvadores del país. Lo paradójico es que quienes están detrás de esta campaña son los principales agentes corruptores del sistema económico brasileño.

En una segunda fase, el clima de crispación sirvió para convocar la movilización en las calles en la cual tomó la iniciativa la oposición, especialmente durante la segunda campaña de Rousseff y después de la toma de posesión. Ahora sabemos, por las revelaciones de la prensa internacional, no de los medios brasileños, que esas campañas, que tuvieron cobertura inmediata, fueron financiadas por ONG desde Estados Unidos.

De tal manera que los medios, Globo principalmente, que tiene una hegemonía (entre el 70% y 80% de la población en Brasil todavía depende de la televisión como fuente de información primaria) fue creando un clima de opinión psicológico en el que habría un respaldo mayoritario a un proceso de juicio político de Rousseff. La realidad era la contraria. Cuando inició el juicio político, la movilización popular de los sectores mayoritarios que ganaron las elecciones, incluso algunos sectores críticos del PT, se sumaron a la defensa de legitimidad democrática.

En la tercera fase, una vez logrado el proceso de juicio político, hicieron una función de ocultamiento, de silenciamiento sobre los casos de corrupción de los conspiradores que estuvieron detrás de la estrategia política. Hubo una suerte de normalización mediática resaltando la figura de Temer y, por el contrario, ocultando la movilización amplia, masiva, activa y continua que hubo en el país a favor de la ahora expresidenta.

¿Cómo cubrieron las etapas de este proceso los medios de comunicación públicos? Pues, generalmente, en las secciones de noticias internacionales se recurre a las grandes agencias como principal fuente de información.

Hay que hacer una autocrítica. Los medios públicos y las agencias de prensa de los países latinoamericanos, que nacieron con la voluntad de democratizar el espectro y el espacio mediático, deberían ser más cautelosos y críticos en el tratamiento informativo. Primero con las fuentes pues no son selectivos y replican lo que habitualmente domina en el sistema internacional de información como son las notas de la Agencia The Associated Press (AP), cables de Reuters, las lecturas que hace el The New York Times, NBC y Fox, que son visiones sesgadas y desfavorables a la soberanía, al proceso de integración del nuevo regionalismo latinoamericano. Contrastar esta información es sencillo: se puede consultar a un experto en relaciones internacionales, a una ONG que trabaja por la cooperación internacional o un experto. Normalmente, no se hace eso.

Como segundo punto, el tratamiento debería incluir análisis de la geopolítica internacional. Preocupa el periodismo que no está atento a la economía política y a la geopolítica. Hace falta un esfuerzo mayor de formación y mayor criticidad, especialmente de los medios públicos, para defender una lectura más plural y desde los intereses estratégicos de América Latina.

La democratización de la comunicación fue una demanda de movimientos y organizaciones sociales desde la primera elección del expresidente Lula. En la Primera Conferencia Nacional de Comunicación (2009), organizaciones, gobierno, ciudadanos e incluso algunos propietarios de medios discutieron propuestas que no encontraron apoyo en el primer mandato de la presidenta Rousseff. ¿Por qué no se concretó esta demanda?

No se justifica que no se haya concretado una ley democrática de comunicación; ahora se conoce por qué era tan importante. Un sistema hiperconcentrado, como el que tiene Brasil, ha hecho posible que todo el discurso esté copado por el impeachment y que se haya dado carta de legitimidad al derrocamiento de la presidenta Rousseff. Desde la academia y con la participación en el Foro Nacional para la Democratización de la Comunicación (FNDC), siempre hemos reivindicado la necesidad de la ley porque existe un virtual monopolio.

Hay que recordar, sin justificar, la responsabilidad política que tiene Lula, quien fue derrotado en sucesivas elecciones. Por ejemplo, cuando todas las encuestas daban una mayoría amplia a la candidatura del PT, encabezada por Lula en 1989, Globo fabricó al presidente Fernando Collor de Mello que luego tuvo que dimitir por sucesivos casos de corrupción. Globo, como ha sucedido en México, con Televisa y el presidente Peña Nieto, puso y dispuso presidentes, hizo la función de articulación ideológica para frenar los procesos de cambio. Con toda probabilidad, Lula pudo acceder a la presidencia, en 2002, sin una campaña visceral en su contra como había sucedido en otros procesos electorales, probablemente, a condición de no tener una ley democrática.

En América Latina, los gobiernos denominados como progresistas han librado intensas batallas con los medios privados de comunicación. Si bien el caso de Brasil tiene sus particularidades ¿Se podría decir que esta fue una batalla ganada por los medios de comunicación opositores?

No necesariamente. Los procesos históricos son de más amplio recorrido. Si hablamos de una batalla a corto plazo, sí, puesto que se ha impuesto el criterio de Globo y los intereses de los grupos mediáticos. A largo plazo es insostenible, hay un fuerte proceso de movilización. Por ejemplo, el FNDC que era un grupo minoritario (conformado solo por académicos) ahora tiene amplios sectores.

Se observa también la experiencia de los medios Ninja para la cobertura de la contrainformación que han permitido dar otra visión del proceso, se ha consolidado un sistema público de radio y televisión durante los gobiernos de Lula que prácticamente no existía y eso representa una conquista. Todavía falta la batalla final, que creo sería el proceso de regulación; será posible aunque en esta coyuntura no. Hay una recomposición política en este momento, una unificación de las fuerzas de progreso que tienen entre sus prioridades un proceso de regulación al que el PT y los ex presidentes Lula y Rousseff se negaron a cumplir pese a que era un mandato de la sociedad civil. (O)

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