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Entrevista / Hernán Reyes Aguinaga / Vocal del Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación

“La política está presente en los medios al costo de una enorme banalización”

Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
07 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Hace un año, en medio de los cuestionamientos iniciales a la principal normativa en comunicación, el representante del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social en el Cordicom navegó a contracorriente de los medios tradicionales e hizo una crítica implacable a la forma en que se lleva a cabo la labor periodística. Dijo que, en el país, existe el rezago de “un periodismo timorato” en relación con que determinadas empresas detrás de los medios no asumen como debieran la responsabilidad de lo que publican o quieren comunicar.

Transcurridos casi 2 años de la vigencia de la Ley Orgánica de Comunicación ¿aún se presentan esos casos?

Persiste una falsa discusión sobre si la ley de comunicación o la actuación del gobierno limitan o anulan la libertad de expresión. A través de ese enunciado lo que se hace es evitar topar el tema de fondo: qué es lo que debería hacer el periodismo, cuál es su misión.

Me parece que este juego de oposición maniquea puede resultar una especie de calmante, justificativo o pretexto para que el periodismo no haga lo que debe hacer. La función del periodismo informativo, básicamente, es tratar de buscar una verdad profunda, que competa a la mayor cantidad de gente posible y la función del periodismo de opinión es provocar el debate y la deliberación pública. Pero vemos que nos hemos concentrado, en estos últimos años, en una suerte de pugilato respecto a temas muchas veces intrascendentes, anecdóticos, en los que existe un periodismo sin información o una opinión que no aporta para nada a la deliberación, sino que se vuelve una especie de espejo del narcisismo del editorialista o un disparar ideas para defender intereses particulares.

Y, por supuesto, la Ley de Comunicación es parte de un entorno que puede facilitar o dificultar el ejercicio del periodismo, la tarea de los medios de comunicación, pero si no hay esa voluntad política de parte de los actores, el panorama se vuelve bastante triste.

¿Qué pasa con los asuntos de interés público en una situación como la de diario La Hora, que enfrenta una posible sanción por no haber publicado la Rendición de Cuentas de la Alcaldía de Loja?

Cuando me han preguntado qué es aquello de la relevancia pública o de interés público, me he remitido a los medios de comunicación y he dicho que es lo que se está discutiendo en sus salas de redacción día a día. Es decir, hay un saber, una experticia en los medios, efectivamente, para detectar, identificar aquello que es noticiable. Sin embargo, esta distorsión que se ha dado en el oficio ha hecho que el periodista prefiera lo rentable, mercantil a lo importante y necesario, optando por lo espectacular antes que por lo imprescindible. Esto hace que esa discusión que debería darse en las salas de redacción vaya empobreciéndose y es un problema social el encontrar temas que no abordan lo que es de interés de la ciudadanía al abrir un periódico o al sintonizar una radio con temas absolutamente secundarios.

No hay una escala objetiva en cuanto a la relevancia general de los temas. Intentar una especie de levantamiento mediático, utilizar el derecho a la resistencia, en este caso, puede llevar a temas complicados como querer deslegitimar, por ejemplo, a una norma sobre la base de una acción de una autoridad, en este caso la Superintendencia de Información y Comunicación (Supercom). Entonces, me parece que no es debido ni justo hacer un juicio en términos categóricos a que la ley de comunicación sea mala.

Si la posición de La Hora, en su legítimo derecho, es acogerse a la resistencia, no creo que esto deba entenderse como una deslegitimación de la ley de comunicación o del resto de acciones que se han venido tomando durante estos años. Esa es mi posición personal, no es la posición del Cordicom.

Creo, fuera de este caso y sin decir que todas las rendiciones de cuentas tengan que ocupar un espacio privilegiado en los medios, que estas sí son un pretexto, digámoslo así, para que un medio de comunicación pueda dar información clave para la toma de decisiones a sus lectores, si ha sido debidamente verificada y contrastada.

Y en cuanto a la omisión de los espacios de comentarios en los portales web de los medios, debido a varias razones, entre ellas que cada medio debía hacerse responsable de lo que allí se publicaba...

Pasa que era un espacio ambiguo, muy aparte de lo que se podía denominar espacio de opinión personal en redes –era más parecido a lo que se puede hacer en Facebook, de hecho, muchos comentarios se materializan a través de esta red u otras similares–. Al formar parte del portal digital del medio, está regido por la ley.

Así no existiera esta normativa, muchos de estos medios, quizá, se resistirían a dejar abiertos estos espacios, porque, a la larga, son muy poco productivos, en el sentido siquiera de auscultar cuál es el sentir o la opinión de las personas sino que se llenan, a ratos, de pura animadversión personal.

De todas maneras, los contenidos de los medios siguen generando comentarios en las redes...

El problema está en el lado contrario: cuando, muchas veces, determinados temas de discusión, en redes sociales, de carácter excesivamente personal son tomados como temas para trabajos periodísticos de los medios masivos. Eso resulta preocupante, el periodista debería distinguir claramente las redes sociales del trabajo en el medio de comunicación masivo, no porque ambos no lleguen masivamente a las personas, sino porque operan desde lógicas y utilizando dispositivos diferentes.

La rigurosidad, los formatos y procedimientos que debe usar alguien que hace periodismo u opinión editorial en un medio de comunicación son exigentes, en cambio, la posibilidad de que cualquier ciudadano emita su cometario o publique una idea en una red social –por más democrático que pueda parecer esto– no exige esos términos de rigurosidad.

Tomado como un pequeño pretexto para poder introducirse en un debate, en una reflexión mayor, de carácter argumentado, yo no le vería mayor problema a esto, lo malo es cuando esas ideas sueltas, escogidas arbitrariamente y al azar son utilizadas como fuentes de información y les dan la misma valía que la opinión, digamos, de un experto o entendido en una materia. El momento en que se pongan al mismo nivel, habría un grave problema para el periodismo.

En ese sentido, ¿dónde queda el 48% de ecuatorianos que aún no tienen acceso a Internet?

Es una población que está sujeta, en alguna medida, a la incidencia de los medios masivos de comunicación. Infelizmente, el medio de mayor impacto en la sociedad es la televisión, en esta los temas periodísticos ocupan un espacio absolutamente marginal y los discursos visuales-verbales impiden formular juicios de valor argumentados, en su gran mayoría.

¿Qué puede pasar si las minucias tienen cada vez más espacio en los medios?

Ojalá no se dé pero quién sabe si la prensa pueda llegar a optar por el mismo modo de evaluación que las redes sociales, es decir un ‘me gusta’ sin proveer ninguna información que sea útil, con carácter decisional, peor aún una mirada que pueda plantear una visión estratégica sobre cuál es el presente ni hacia dónde vamos como sociedad sino, simplemente, en términos de entretenimiento y de disfrute, la posibilidad de que la gente se sienta gratificada por lo que ha leído así no le sirva para nada.

Para esto, en ciertos tipos de información ya aparece una escala evaluativa que dice: esto me indignó, me entristeció, me sorprendió, me satisfizo... así quieren lograr un tipo de efecto, pensando lo mínimo posible y gustando lo máximo posible.

¿Cuál sería un tema en concreto que haya sido desplazado por esa trivialización a la hora de informar?

Una discusión sobre la política. Aunque parezca extraño –porque alguien me podría decir que los medios se han politizado más que nunca con estos últimos años de gobierno– la temática política está presente al costo de una enorme banalización; en la que, a veces, episodios y anécdotas absolutamente intrascendentes se vuelven el tema de discusión del día, como que diarios de gran prestigio nacional publiquen en su sección política la entrega de un atado de yucas en el Palacio de Carondelet por parte de 3 desconocidos y que –después de eso que volvieron noticia– salga una andanada de editoriales que quieren moralizar, pontificar, enfatizar el posicionamiento y la adhesión que quieren de los lectores. Ahí hay una politización temática pero también una despolitización real en la deliberación o en la discusión con sustento y base.

Por eso nos encontramos con una información tan apasionada, negativamente moral respecto a sus juicios de valor contra Rafael Correa o contra el gobierno y nos encontramos también con ciertos discursos provenientes del gobierno a la sociedad de corte publicista y propagandístico que no se compadecen con los temas más importantes.

Por ejemplo, la propaganda ‘La Dictadura del Corazón’ (en realidad, ‘Si Esto Fuera una Dictadura’), esa vinculación entre términos incompatibles como dictadura y ternura, efectivamente contienen un retruécano, una contradicción del lenguaje que confunde antes que otra cosa. Y coloca sobre el tapete temas de discusión que no son los que los ecuatorianos estamos reclamando después de un gobierno que ha desplegado una acción política durante estos 8 años y que tendrá muchos temas a evaluarse. Hay ese pin-pong, ese juego indebido al que no quisiera llamar una ‘cortina de humo’, pero que, finalmente, nos deja a algunos ecuatorianos sedientos de discusiones y debates reales.

¿Cuál es su análisis de esa propaganda en particular?

Es un spot que está trabajando con una materia prima muy compleja como es la política y sus términos. ‘Dictadura’ no es una palabra que se pueda utilizar ‘a la buena de dios’ y, simplemente, vincularla con amor o algún significante que pertenece a otro dominio semántico. Se utilizó muy a la ligera, muy en términos de la publicidad, del marketing, sin que los debates de fondo aparezcan como deberían.

Yo creo que el presidente Correa hace, en buena parte de los enlaces ciudadanos, un gran esfuerzo por poder referirse a los temas de fondo de manera muy pedagógica y didáctica. Podemos estar de acuerdo o no con lo que está diciendo, podemos discutir con él pero está haciendo el esfuerzo, como gobernante, de comunicar lo que el gobierno está haciendo y lo que pretende hacer. Aunque, a ratos, hay espacios de generación de un discurso político desde el Estado y el gobierno que no abonan en esa misma dirección y que terminan dándoles pretexto a los medios y a algunos periodistas de oposición para que se solacen en una discusión inútil.

¿Qué pasa con la autocrítica en el periodismo nacional?

Uno de los primeros factores que vuelve timorato al periodismo es la falta de autocrítica. Cuando el periodismo se apertrecha, se atrinchera o encierra en una idea de que lo que está haciendo lo está haciendo bien y que la cruzada en la que está inserto en contra de una idea, gobierno o acción política es la única que debe defender a capa y espada, está desconociendo la posibilidad de poder efectuar una mirada crítica, está desconociendo el rol del periodista como alguien que puede equivocarse y que debe estar reformulando, actualizando y refrescando sus ideas y, sobretodo, le está negando al lector la posibilidad de disponer de información que le sea útil.

El periodista siempre debe pensar que está en deuda con su lector y debe ir saldando esa deuda de la mejor manera posible, utilizando todos los recursos que estén a su mano. (O)

Datos

En periodismo, Reyes tiene experiencia en investigación, reportería y editorialismo en los medios de comunicación ecuatorianos: Ecuavisa, TC Televisión y EL TELÉGRAFO.

Como académico, es candidato a doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito (UASB, Ecuador). Tiene una maestría en Desarrollo y Género por la Universidad de East Anglia, en Norwich (Reino Unido).

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