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El Telégrafo

El gobierno de Roldós enfrentó el desafío de consolidar la democracia y reposicionar la política exterior del Ecuador

LA CAMPAÑA DE 1978 Jaime Roldós recorrió buena parte del Ecuador durante la intensa campaña electoral.
LA CAMPAÑA DE 1978 Jaime Roldós recorrió buena parte del Ecuador durante la intensa campaña electoral.
Foto: Archivo / El Telégrafo
17 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Política

No es fácil evaluar el gobierno de Jaime Roldós Aguilera. El país salía de una prolongada dictadura (una de las más largas de su historia) y el ecuatoriano estaba enfocado en exigir, sobre todo, el respeto a las libertades ciudadanas. Esto ocurría en un marco internacional convulso, pues la mayoría de países de la región eran gobernados por regímenes militares, como Chile y Argentina principalmente, que utilizaban todos los mecanismos de represión para frenar lo que consideraban el avance del comunismo en América Latina.

En Centroamérica, un mes antes de que Roldós asumiera el cargo, triunfaba la revolución sandinista  que derrocó a la dictadura del militar Anastasio Somoza, poniendo fin a casi medio siglo de una dinastía familiar que se había impuesto a sangre y fuego en la pequeña nación. Ese triunfo provocó un efecto multiplicador sobre otras naciones, como El Salvador y Guatemala, que no tardaron en enzarzarse en cruentas guerras civiles que se prolongaron durante casi toda la década del 80.

En ese contexto le tocó a Roldós llevar un papel protagónico para consolidar la democracia del país e impulsar su política internacional, basada en el respeto a los Derechos Humanos, afirma el académico y consultor político Fernando Garzón. “La mayoría de países de la región estaban regidos por dictaduras militares; en ese sentido, el presidente Jaime Roldós condujo su política exterior para fortalecer la democracia, la soberanía y la apertura de relaciones con todos los países, por encima de cualquier sesgo ideológico”.

De alguna forma, su accionar se vio favorecido con la línea de pensamiento del entonces presidente de EE.UU., Jimmy Carter, político de línea demócrata que gobernó esa nación hasta 1980, cuando triunfó el republicano Ronald Reagan.

A pocas semanas de asumir la presidencia, Roldós visitó Washington. Luego ocurrió el derrocamiento de Anastasio Somoza; de inmediato Roldós viajó a Nicaragua y dirigió unas palabras de elogio al triunfo de la revolución sandinista. “La lucha de ustedes es un ejemplo para América y yo me siento profundamente emocionado de pisar por primera ocasión tierra nicaragüense y bajo el sol de la libertad que ustedes han abierto”, manifestó Roldós al llegar a la ciudad de Managua.

LA COMPAÑÍA INSEPARABLE. El Mandatario junto con su esposa, la Primera Dama de la Nación, Martha Bucaram. Archivo / El Telégrafo

Pese a este acercamiento, Roldós no era un político de izquierda, ni se consideraba un socialista, asegura Rigaíl. Más bien su postura siempre fue de centro, un demócrata convencido que priorizaba y propugnaba el respeto profundo de los derechos humanos, insiste el exministro.

Rigaíl, quien estuvo a cargo de la cartera de Trabajo, añade otro hecho en el gobierno de Roldós: “En 1980 se realizó la marcha de trabajadores del país, que reclamaban reivindicaciones salariales; entre otros pedidos Roldós dijo que me uniera a la manifestación y que marchara con ellos porque esa era una muestra del respeto a las libertades ciudadanas. Con algo de recelo me dirigí hacia los dirigentes, quienes, cordialmente, me invitaron a participar en aquella manifestación”.

En el ámbito de la obra pública no hubo muchos avances, más que todo porque su visión estaba  enfocada en consolidar a la joven democracia, además de enfrentar los duros avatares de la política interna, como la acentuada pugna de poderes con el Congreso de esa época (ver recuadro), atender la debilitada economía del país, que pese a ser un exportador de petróleo, no veía reflejados sus ingresos en el debilitado presupuesto estatal heredado de la dictadura. Se sumaba el conflicto con el Perú.

Su trágica muerte, ocurrida el 24 de mayo de 1981, dejó inconclusa su obra política.

COMANDANTE EN JEFE. El Jefe de Estado encabeza un desfile cívico-militar por las fiestas de la ciudad de Guayaquil. Foto: Archivo / El Telégrafo

Miguel Cantos sostiene que sería injusto calificar a fondo la gestión de Jaime Roldós en tan poco tiempo que tuvo de gobierno. “Recordemos que su Presidencia duró solamente un año y medio y en ese tiempo es muy poco lo que se puede valorar, principalmente en cuanto a obra pública y manejo de la economía del país”.

Lo mismo recalca Fernando Garzón. Para él lo más destacable del gobierno de Roldós fue su política internacional, que se basó en propugnar el respeto de los derechos humanos, así como su vocación de hombre demócrata. Esto lo llevó a tener  una línea confrontativa con gobiernos militares o que eran respaldados por estos y que tenían un antecedente de represión contra sus pueblos.

Un ejemplo de aquello fue su decisión de dar cabida en el país a ciudadanos exiliados de América Latina, especialmente de Chile, Argentina y Brasil. Uno de esos personajes fue Hortensia Bussi (esposa del fallecido presidente socialista Salvador Allende). Además, por iniciativa del propio Mandatario conformó una asociación para velar por los derechos humanos.

Además otorgó asilo a los electos mandatarios bolivianos Hernán Siles Zuazo y a Jaime Paz Zamora, quienes fueron derrocados por una dictadura militar. Esta acción le provocó roces diplomáticos con varios países vecinos.

Pese a este escenario, se destaca la creación de instituciones como el Banco Ecuatoriano de Desarrollo (hoy Banco de Desarrollo del Ecuador), el  impulso a un masivo programa de alfabetización en zonas rurales y la construcción de escuelas y redes viales en la región amazónica.

Su gobierno puede ser considerado como progresista para la época, aunque no se definió ideológicamente como de izquierda. (I)

SALUDO A LA BANDERA. El presidente Jaime Roldós levanta el pabellón nacional, durante un acto público en Quito. Foto: Archivo / El Telégrafo

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El hecho relevante

La pugna interna del CFP debilitó sistemáticamente la capacidad de gestión del gobierno nacional

No todo fue felicidad y paz en la recientemente inaugurada democracia en Ecuador. Al poco tiempo de su gobierno, el presidente Jaime Roldós tuvo que enfrentar su primera, y tal vez más profunda, crisis política: el distanciamiento con quien fuera hasta ese momento el líder máximo del partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP), Assad Bucaram, quien hasta ese entonces era su mentor. Según la tesis del historiador Miguel Cantos, ese distanciamiento se debió a que “Bucaram pensaba que podía ejercer su influencia en la joven figura política; algo que no ocurrió”. Más aún cuando en la campaña, dentro de las mismas filas cefepistas, más de un simpatizante levantaba la consigna: “Roldós a la Presidencia, Bucaram al poder”.

Las fricciones entre ambos políticos llegaron a su máximo nivel, cuando Bucaram, siendo presidente del Congreso Nacional se alió con los bloques de oposición para formar una mayoría contraria al Gobierno. Al frente de esa oposición estuvo el líder socialcristiano León Febres Cordero.

Los epítetos no tardaron en llegar: Bucaram llamó a quienes se aliaron en torno a Roldós, como los “chuchumecos”; el Presidente calificó a Bucaram y a Febres Cordero como los “patriarcas de la componenda”. “El legislativo impidió el paso de proyectos de ley del Ejecutivo, lo que maniató al Gobierno en su proyecto de Gobierno”, explica Cantos. La confrontación llegó a su punto máximo cuando Roldós, valido de su elocuencia y popularidad, amenazó con convocar a un plebiscito para consultar a los ecuatorianos si disolvería o no el Poder Legislativo. El Mandatario gozaba aún de un fuerte apoyo popular. En menos de un año, Roldós Aguilera abandonó el CFP y formó un nuevo partido: Pueblo, Cambio y Democracia (PCD).

En aquel escenario complejo y enredado, el país comenzaba a convulsionarse políticamente y sonaban rumores de intentonas golpistas. Luego de intensos cabildeos, en abril de 1980 se conformó una Junta de Notables, la cual permitió atenuar algunas tensiones del momento.

El presidente Roldós decidió no convocar a plebiscito, con ello las turbulentas aguas que sacudían la naciente democracia ecuatoriana se aquietaron un tanto, aunque el distanciamiento entre Bucaram y Roldós quedó muy marcado y desde entonces caminaron por distintos senderos, siempre con la amenaza de una nueva agitación política. (I)

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El hecho relevante

El conflicto en Paquisha supuso un duro golpe a la soberanía nacional y a la economía ecuatoriana

En la mañana del 22 de enero de 1981, un incidente bélico se registró en el sector de la Cordillera del Cóndor, en el sureste del Ecuador. De acuerdo con informes oficiales, un helicóptero militar peruano  atacó un destacamento ecuatoriano. Ese hecho abrió otro capítulo en la disputa entre ambos países sobre un territorio no delimitado.

Las operaciones militares se registraron en los sectores conocidos como Paquisha y Mayaycu.

La situación provocó la inmediata reacción política y diplomática del Ecuador, que envió una nota de protesta a su similar del Perú. Tras varios días de intensos diálogos entre las partes, y en medio de acusaciones mutuas, las Fuerzas Armadas del Perú incursionaron nuevamente en Paquisha; las operaciones se extendieron a Mayaycu y Machinaza. Esto ocurrió el 28 de enero del mismo año.

El presidente de la República, Jaime Roldós, en cadena nacional de televisión junto con todos los miembros de su gabinete, informaba sobre los acontecimientos ocurridos, acusando al vecino país de la agresión. “Hemos sido y somos objeto de una nueva agresión del vecino del sur, el Perú, una agresión que se inserta en la política expansionista territorial de dicho Estado que no se reduce a los hechos y circunstancias de la semana anterior y de la semana que estamos viviendo, sino incluso en los años primeros de nuestra libertad”, expresó el Jefe de Estado.

En su intervención, dijo que el Perú argumentaba que Ecuador había invadido territorio peruano; “yo me pregunto: ¿cuándo y cómo se produjo esa invasión y de haberse producido, por qué no la denunció ante los organismos internacionales para hacer su reclamo mediante los procedimientos jurídicos? He ahí la prueba de la falsedad”, afirmó.

La situación provocó la intervención de los países garantes (Argentina, Chile, Brasil y Estados Unidos) que convocaron a una reunión urgente en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, capital de EE.UU.

El 4 de febrero se consiguió el cese al fuego y, el 9 del mismo mes la situación en la frontera volvió a la normalidad. La intervención diplomática de Alfonso Barrera Valverde fue clave para el cese de las hostilidades. No obstante, el problema bélico supuso un enorme gasto en recursos del Estado, que posteriormente pasaría factura en el presupuesto general de la Nación. (I)

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