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El Telégrafo

Con 'pan, techo y empleo' la derecha regresó al poder

EN EL CONGRESO NACIONAL, el 10 de agosto de 1984, Osvaldo Hurtado entrega el mando presidencial a Febres-Cordero.
EN EL CONGRESO NACIONAL, el 10 de agosto de 1984, Osvaldo Hurtado entrega el mando presidencial a Febres-Cordero.
Foto: Archivo / El Telégrafo
24 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Política

El 29 de enero de 1984 se marcó otro hito en la historia democrática del país. Tras las elecciones de ese día quedó abierto el camino para que, a los 23 años, un gobierno constitucional entregue el poder a otro de similar talante. Fueron convocados 3’754.066 ecuatorianos a los comicios generales, para elegir presidente y vicepresidente de la República (primera vuelta); 71 diputados (12 nacionales y 59 provinciales); 19 prefectos, 25 alcaldes, mayoría de consejeros y concejales municipales.

Nueve binomios presidenciales se presentaron a la contienda electoral: León Febres-Cordero (PSC), Rodrigo Borja (ID), Ángel Duarte (CFP), Julio César Trujillo (DP), Jaime Hurtado (MPD), Jaime Aspiazu (FRA), Francisco Huerta (PD), René Maugé (FADI) y Manuel Salgado (PSE).

Rodrigo Borja ganó la primera vuelta al obtener  28,7% de votos. Por tanto, pasó a la segunda vuelta para enfrentar a León Febres-Cordero, quien había logrado el 27,2% de la votación nacional.

Aquella campaña se centró en proponer salidas a la crisis económica, superar la falta de empleo y vivienda, y enfrentar la pobreza de los sectores populares, recuerda el historiador Juan Paz y Miño.

En la segunda vuelta, realizada el 6 de mayo de 1984, la derecha, representada por Febres-Cordero y Blasco Peñaherrera, apoyados por una amplia coalición derechista, llamada Frente de Reconstrucción Nacional (PSC, Conservador, Liberal, Partido Nacionalista Revolucionario (PNR), Coalición Institucionalista Demócrata CID y el Partido Velasquista), ganó las elecciones, con el 51,54% de votos (1’381.709 electores). Es decir, sacó 3 puntos de diferencia al binomio Rodrigo Borja-Aquiles Rigaíl que obtuvo 1’299.084 votos (48,46%).

De esta forma, un político conflictivo, agresivo y fogoso, apalancado en una campaña cuya divisa fue el eslogan ‘Pan, techo y empleo’, obtuvo resultados sorprendentes. Aún hoy, analistas e historiadores dicen que la victoria de Febres-Cordero se fraguó en un debate radiotelevisado al país, donde desbarató los argumentos de Borja sobre diversos temas y desprestigió el esquema ideológico de la ID. En tal sentido, una frase del líder socialcristiano se volvió parte del léxico electoral ecuatoriano: “Cuando le hable, míreme a los ojos, señor Borja”. (I)

El hecho relevante

La Vicepresidencia fue  el punto culminante de la  carrera política de Blasco 'Serrucho' Peñaherrera

El 14 de abril de 1984, cuando ejercía la dirección nacional del Partido Liberal Radical Ecuatoriano (PLRE), Blasco Peñaherrera, en ese entonces con 50 años, fue escogido para ser el compañero de binomio del candidato presidencial del Partido Social Cristiano (PSC), León Febres-Cordero. Los dos líderes conservadores fueron auspiciados por un bloque político que conformó el denominado Frente de Reconstrucción Nacional.

De esta forma, Peñaherrera Padilla alcanzó su máximo logro, después de 30 años de actividad política que empezó con su tío político y diputado de la República, Benjamín Terán Varea.

Por invitación de Antonio Ulloa llegó al PLRE, se integró a las juventudes liberales; en la Junta Militar de Gobierno, en julio de 1963, fue designado Subsecretario de Educación. Un año después resultó electo Concejal de Quito. En 1969 fue Ministro de Gobierno y Presidente de la Junta Nacional de Planificación, durante el régimen de Velasco Ibarra.

En 1978 integró el binomio con Francisco Huerta, pero los descalificaron. En 1979 fue electo diputado nacional, donde entabló amistad política con León Febres-Cordero, a quien le apoyó en la interpelación al ministro de Gobierno, Carlos Feraud.

Durante su gestión como Vicepresidente, su acción estuvo encaminada a la planificación y al desarrollo. Pero tras los sucesos del 16 de enero de 1987, cuando un grupo de comandos secuestró en la base aérea de Taura al presidente Febres-Cordero y a su comitiva, se produjo el distanciamiento con el Primer Mandatario. En medio de la crisis que casi le cuesta la vida al gobernante, la primera dama, Eugenia Cordovez, impidió que Peñaherrera ejerciera el mando de forma interina. Esa situación generó fricciones y los seguidores de Febres-Cordero acuñaron entonces el mote de ‘Serrucho’ a Peñaherrera.

Cuando los secuestrados recobraron su libertad, Peñaherrera Padilla sufrió los duros embates del Presidente, quien le aisló del gobierno, se distanció y terminó con la amistad. “Febres-Cordero concentró más el poder, le entró la paranoia, y la fama de Blasco de ser ‘serrucho’ o conspirador se regó por todo el país”, explica el historiador Fernando López. “Ese fue el fin de la carrera de Peñaherrera”.

Esta situación siguió invariable hasta el final del período presidencial de Febres-Cordero. Después, Blasco Peñaherrera no volvió a ser candidato a nada, aunque siguió vinculado al PLRE. (I)

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