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1990 es una referencia clave para entender los procesos de cambio arquitectónico ocurridos hasta la actualidad

Períodos de la arquitectura porteña

Un intento de periodización en la historia de la arquitectura porteña es la que hace Florencio Compte Guerrero.
Un intento de periodización en la historia de la arquitectura porteña es la que hace Florencio Compte Guerrero.
Foto: Ilustración/El Telégrafo
23 de abril de 2016 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

La periodización es una de las operaciones más importantes que realizan los historiadores y comprende la identificación de los procesos, así como el establecimiento de hitos que marcan segmentos y límites temporales.

En lo que respecta a la periodización de la historia de la arquitectura de Guayaquil, se han planteado lecturas que se centran principalmente en los estilos arquitectónicos occidentales que se impusieron, sobre todo, desde el impacto de la modernidad sociocultural en nuestro medio, a partir del siglo XIX.

Cabe aclarar que los contados trabajos de historia de la arquitectura en Ecuador -y particularmente en Guayaquil- no reparan lo suficiente en la problemática de la periodización, a pesar de su importancia en la configuración de conocimiento del pasado. Sin embargo, un intento de periodización en la historia de la arquitectura porteña es la que hace Florencio Compte Guerrero, en el libro Arquitectos de Guayaquil [1]: Conformación de la ciudad y su arquitectura (1547-1800); el siglo de la modernización (1800-1896); reconstrucción de la ciudad y continuidad de la arquitectura tradicional (1897-1915); el Academicismo (1916-1929); el antiacademicismo y los inicios de la arquitectura moderna (1931-1949), y consolidación del movimiento moderno (1950-1970).

Los dos primeros períodos corresponden a la arquitectura vernácula; es decir, desde la época de la Colonia hasta 1896, año del ‘Incendio Grande’, trágico acontecimiento que cambió para siempre la faz de la ciudad. Según Compte, este proceso se aceleró en la etapa comprendida entre 1760-1800, correspondiente a las reformas borbónicas, cuando la corona española cargó mayores impuestos a sus colonias, a la par que invirtió en obras de infraestructura.

En el tercer período se observa la permanencia de la arquitectura vernácula y tradicional, a pesar de los estragos que dejó el incendio, junto a la necesidad de modificar los parámetros de construcción y el tipo de material utilizado -el Cabildo dispuso no construir con madera y caña, por su carácter altamente combustible, pero esto no se cumplió-. Al mismo tiempo, se incluyeron nuevos materiales y modelos provenientes de Europa.

El cuarto y el quinto períodos se relacionan con la recepción de los estilos arquitectónicos europeos en nuestro medio, proceso que coincide con la última etapa del auge cacaotero y la crisis económica de los años veinte y treinta. Finalmente, el sexto período incluye una etapa de acelerado crecimiento urbanístico y construcción de barrios residenciales, en el contexto del ‘boom bananero’ que implicó la reconstitución de la agroexportación en Ecuador. En términos generales, la periodización propuesta por

Compte es pertinente, aunque falta llenar vacíos históricos en la etapa posterior a 1970, cuyas características urbanísticas y arquitectónicas todavía no han sido adecuadamente sistematizadas.

Por otra parte, la geógrafa Marie S. Bock, en su obra Guayaquil: arquitectura, espacio y sociedad, 1900-1940, identifica un período de transición (1900-1940)[2], el cual “corresponde al final de la fase de prosperidad cacaotera en la Costa ecuatoriana”[3]. La tesis de Bock se fundamenta, entre otras razones, en que “esta época corresponde a la creación de tipos arquitecturales ligados a las funciones económicas en general, y comerciales en particular, reflejo de la clase social dominante de la época: la burguesía agroexportadora”[4].

En cualquier caso, falta cerrar esta periodización y aquí proponemos que 1990 es una referencia clave para entender los procesos de cambio arquitectónico ocurridos hasta la actualidad, pues, como acertadamente sostiene Fernando Carrión, desde fines de los años ochenta e inicios de los noventa, Guayaquil “constituye un modelo hegemónico de modernización de su municipio” y “logra insertarse, posicionarse de manera importante dentro del sistema urbano nacional, lo mismo que ocurrió con Quito en la década de los años setenta en la época de la producción petrolera”[5]. (I)

1 Florencio Compte Guerrero, Arquitectos de Guayaquil, Guayaquil, Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, 2007.
2 Marie S. Bock, Guayaquil: arquitectura, espacio y sociedad, 1900-1940, Quito, Corporación Editora Nacional/ Instituto Francés de Estudios Andinos, 1992.
3 Ibídem, p. 11.
4 Ibídem, p. 11.
5 Fernando Carrión Mena, Ciudad, memoria y proyecto, Quito, OLACCHI/ Municipio Metropolitano de Quito, 2010, p. 87.
En el tercer período se observa la permanencia
de la arquitectura vernácula y tradicional.

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