En una conversación con Joan Clos, director ejecutivo de UN-Hábitat y organizador de la Conferencia Internacional sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible Hábitat III, al ser preguntado sobre qué es una ciudad, respondió que la ciudad es “un espacio común que no es de nadie, sino que es de todos”. Estas palabras definen de la mejor manera el espíritu de la reunión internacional que ha convocado en Quito a todos los países miembros de las Naciones Unidas, a cientos de organizaciones y a miles de personas, para debatir durante 4 días sobre el mejor camino que tiene la humanidad para diseñar el lugar y la forma de vivir para el futuro.

Un documento que fue construido en los últimos años y meses, en innumerables reuniones y foros, ha sido finalmente aprobado. La comunidad internacional tiene 20 años para cumplir con los acuerdos adquiridos. De no hacerlo, se podría agravar la -ya delicada para algunos y crítica para muchos- situación del calentamiento global, impidiendo el desarrollo humano integral en nuestro pequeño planeta. Cada vez más personas viven en ciudades, desde pequeños poblados hasta gigantescas urbes de millones de habitantes.

Es en la ciudad donde se desarrolla nuestra vida, y esta no tiene sentido si no logramos armonizar nuestras relaciones con otras personas, y de todos y cada uno de nosotros con la frágil y maravillosa naturaleza que nos rodea.

La tarea pendiente es gigantesca; debemos aprender a vivir juntos en un mundo que debería ser cada vez más vivible, es decir, un mundo en el cual podamos cumplir a cabalidad la razón esencial de nuestra existencia, que es la de ser felices. Para ello, tenemos que pensar no solo en nuestro bienestar personal y familiar, sino en el de toda la comunidad a la que pertenecemos. Tenemos que comenzar a remediar el inmenso daño que hemos causado en el mundo entero a nuestra madre naturaleza y, fundamentalmente, aprender a vivir en paz y armonía con nosotros mismos, que es posiblemente la tarea más difícil de todas.

Una milenaria propuesta del pueblo aymara de los Andes americanos -en lo que hoy es Bolivia y Perú- tal vez encierra, en palabras sencillas y de inmensa sabiduría, la clave para transitar este camino que la comunidad internacional ha acordado en Ecuador. Y dice:

“Que todos vayamos juntos.
Que nadie se quede atrás.
Que todo alcance para todos.
Y que a nadie le falte nada”.
Una ciudad, un mundo, que no es de nadie, pero es de todos. Un mundo donde podría florecer la sociedad del Buen Vivir. (O)