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El titular de la dirección de cultura abrió una muestra con OBRAS GANADORAS DE LOS últimos 20 años

"El Salón de Julio anuló toda manifestación política"

"El Salón de Julio anuló toda manifestación política"
Foto: Miguel Castro
22 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El anterior miércoles, Melvin Hoyos, director de Cultura del Municipio de Guayaquil y de la Biblioteca Municipal -hace ya 24 años-, inauguró una muestra en la Sala de Arte Contemporáneo. La selección aglutina 12 obras ganadoras de los últimos 20 años del Salón de Julio, y es para el director municipal una forma de ‘promocionar’ la convocatoria número 57 de este premio de pintura que entrega un reconocimiento en valores monetarios a tres artistas seleccionados por un jurado –que se supone– varía cada año. El pasado sábado, a las 11 de la mañana, tres días apenas de su apertura, la muestra ‘promocional’ estaba cerrada.

En el Museo ningún guía sabía de su existencia y la coordinadora de las salas no había recibido instrucciones para abrirla. El Museo estaba semivacío y si alguien preguntaba por la muestra del Salón de Julio la respuesta era “eso aún no se hace, es en julio”.

Las puertas de la sala de Arte Contemporáneo estaban cerradas y al intento de empujarlas, con la ilusión de que al hacerlo se abran porque allí había una muestra recién inaugurada, se aproximó una guía. “¿Es de algún colegio?, le digo para abrirla, porque si es solo una persona que va a verla”, dijo.

La guía alertó a la relacionista pública del Museo, quien pidió abrir la sala. Una vez dentro no hubo guías ni catálogos. Las 12 obras con saltos cronológicos estaban allí, colgadas, sacadas de la reserva, acompañadas de los nombres de sus creadores, su año, sin explicación y sin una articulación evidente -más allá de cierto orden temporal- que permita entender la muestra con las obras que, en algún momento, se consideraron valiosas en contexto. No hay un criterio curatorial. Son obras ganadoras del Salón y su relato para entenderlas y promocionar la nueva convocatoria se quedó en la rueda de prensa.

El recorrido en el sentido de las manecillas del reloj empieza con las obras premiadas en los últimos tres años. Jorge Morocho con Los dientes de Chet B; Mónica López Gordillo con Short-lived fault y Wilson Paccha con sus Técnicas de seducción para sacudir a 7’351.624 artistas conceptuales.

El museo se saltó la obra ganadora de 2012, Hypómnema, de Jimmy Lara. Sigue con No signal, de José Hidalgo Anastacio, ganadora del Salón en 2011 y Manuelita sin gasofa, de Mayra Silva, de 2010. Pasan tres años, entre ellos se saltan la obra de 2007, de la guayaquileña María Gabriela Chérrez, Ardo por un semental que me llene toda. En ella Chérrez pinta con esmalte azulejos con una historia de cómic de discurso sexual y urbano.

La obra no hubiera sido premiada luego de 2011, cuando se impuso entre las bases que, a pesar de que la temática de participación es libre, “las obras escogidas se exhiben en un espacio público y no se aceptarán propuestas cuyo contenido sea pornográfico, es decir, obsceno (...)”.

Entre 2009 y 2003 solo aparece Coartadas, de Félix Rodríguez Estrella, ganadora del Salón en 2006. Está aislada en una esquina sin ningún vidrio que impida recorrer el álbum de relatos onomásticos de gente cuyo nacimiento coincidió con las grandes fechas patrias.

En el último periodo de 1996 al 2002 aparecen casi todas. Solo falta la de 2001, año en que resultó ganadora Hellen Constante, quien en 2011, cuando las bases sobre el contenido sexual de las propuestas se limitaron, envió una carta considerando ‘inválidos’ los argumentos que justificaban dicho criterio de selección.

El curador fue Melvin Hoyos y la selección coincide con parámetros que ha establecido en el Salón desde 2011. Años en los que si bien han variado los jurados internacionales, los de admisión, selección y directores de salón tienen nombres repetidos: Larissa Marangoni (2011, 2012, 2013, 2016); Hernán Pacurucu (2012, 2013, 2016), Christian Moreano (2013, 2014); y Billy Soto (2012, 2014, 2016).

La muestra de 20 años históricos, como las que definen el Salón en su tradicional premiación, “no aprovecha en el montaje la declaración (statement) que se le solicita a los artistas para acompañar las obras. De la misma manera en que este texto es útil para los jurados, en tanto les otorga claves de interpretación y elementos de juicio, le sirve también al público que visita el Salón, mejorando la experiencia del espectador. Esto es de elemental y fácil implementación”, ha repetido el historiador de arte, Rodolfo Kronfle en las últimas ediciones del Salón.

Esta ausencia se produce a pesar de que para Hoyos, este Salón evidencia la evolución de la pintura dentro del arte contemporáneo. En 2014 dijo que esta “no solo puede ser vista desde lo artístico, tiene que ser vista desde un punto de vista social, más allá del que solo los artistas lo ven, nosotros el ciudadano común decodificamos el sentimiento del artista sin tener el conocimiento que el artista tiene y eso es la democratización del arte, llegar a las masas, con un lenguaje que la masa entienda”.

La muestra de los últimos 20 años del Salón de Julio se divide en dos momentos, el antes y después de las bases que definieron la selección en 2011, en las que se excluyen contenidos “pornográficos”. Desde entonces, la producción premiada es menos crítica con su contexto social.

Para el artista Oswaldo Terreros, “estos jurados que circulan los últimos 6 años bordean entre el Municipio y el Estado, ¿qué contenidos van a legitimar con este criterio? No hay crítica institucional. El silencio es una postura política, la apatía también es una postura política. Los últimos seis años del Salón han sido banalidad, aburguesamiento y cero riesgo de parte del jurado. Hay un vaciamiento completo de la manifestación política del artista. Creo que el Salón cobija crítica en su colección, no así con las obras premiadas, a pesar de que hay procesos que sigo y aprecio. Ha sido un lugar anulado de toda manifestación política y eso es ejercido por un jurado”.

Terreros sostiene que el Salón sigue siendo algo “completamente ajeno a la actualidad de vida, a la contemporaneidad de los sujetos que están habitando la escena cultural local, al tener que “invertir en una obra, que calce en los parámetros de lo que ellos piensan que es pintura y luego mandar la obra para que la consideren dentro de los parámetros del Salón y que finalmente un jurado te juzgue. Eso es una estructura caduca”.

La discusión no es nueva. Se ha sostenido en distintos procesos del Salón. Sin embargo, el dinero público que entrega el Salón sigue siendo considerado uno de los pocos incentivos que tienen los artistas a nivel local, pues, como dijo José Hidalgo en una entrevista de 2015 “al final los premios en todo país funcionan como instancias legitimantes, y los trabajos también son legitimantes”, considerando que “es muy fácil tener visibilidad porque no existen instancias duras. Tener visibilidad en un Salón, en una exposición te da presencia en la escena”. (I)

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