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Entrevista / fernando miño-garcés / profesor de literatura e investigador en lingüística, phd por la Universidad de Georgetown

El Diccionario del Español Ecuatoriano tiene 10.500 palabras

El Diccionario del Español Ecuatoriano tiene 10.500 palabras
28 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Aun cuando el proceso de elaboración del Diccionario del Español Ecuatoriano duró 32 años –entre búsquedas de financiamiento, de investigadores, de capacitaciones, de auspicios–, el principal gestor de este proyecto, Fernando Miño-Garcés, no pierde la gracia al hablar sobre las 10.500 palabras que componen esta obra única, que fue editada por el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE).

Todo arrancó en 1985, cuando el profesor Günther Haensch, de la Universidad de Augsburgo, llegó al Instituto de Lenguas y Lingüística de la PUCE para sugerir que el país se uniera a la ejecución del Nuevo Diccionario de Americanismos. En ese entonces, Fernando Miño-Garcés -luego de haber hecho un PhD en lingüística aplicada en la Universidad de Georgetown- era maestro de la PUCE y aceptó el reto.

Desde ese momento hasta 2010, cuando Miño-Garcés decidió hacer el corte del estudio, un equipo de investigadores que ha ido variando en el tiempo dividió en tres regiones la búsqueda de las palabras: una de alcance nacional, el Austro y la Costa. Además de las visitas in situ a las provincias del país, en el Austro encontraron suficientes soportes escritos (en la literatura, en la prensa y en otros textos) para recabar las palabras. En total, 85.000 tarjetas con las descripciones de los términos recopiló Miño-Garcés, de las cuales, apenas el 12% de ese universo entró al diccionario.

Esta obra será presentada el próximo 6 de abril, a las 17:00, en el auditorio José Ribadeneira, de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la PUCE.  

¿Con qué enfoque partió la realización del diccionario?

Este es un diccionario contrastivo. Están las palabras que se usan en Ecuador y no se conocen en España, o se conocen con otra connotación. Eso es básico. En el diccionario están las palabras que tienen frecuencia de uso en el país. Hubo palabras que salieron en la investigación, pero que no están incluidas aquí porque no tenían frecuencia de uso a nivel nacional. Los otros diccionarios tienen las definiciones de las palabras, este tiene una explicación semántico-pragmática. El significado con el uso, de cómo se usan.  

¿Cuál debe ser la frecuencia de uso para que una palabra esté incluida en el diccionario?

Más es la frecuencia en cuanto al número de personas que usan las palabras. Hay muy pocas palabras que pusimos como ‘obsolescentes’. Es decir, que hay cierta parte de la población, de mi edad por ejemplo, que las reconoce, pero no los jóvenes.

¿Cuáles son los parámetros para que un localismo sea nombrado como tal?

Muchas de estas palabras (los localismos) se ve que no se usan en el lenguaje formal, en el lenguaje escrito. Antes dominaba un poco más el lenguaje formal. Una persona no decía ‘carajo’ en un discurso. Pero ahora se dice en público, y más (ríe). ‘Carajo’ era un término coloquial, yo no lo podía decir delante de mi padre, en la universidad. Pero ahora es diferente.

A diferencia de otros diccionarios, en este no se plantea la idea de prohibir el uso de ciertas palabras por ser ‘incorrectas’...

Evitamos, por ejemplo, poner ‘palabras de uso vulgar’, pero sí las marcamos. Tenemos una marca específica para palabras que llamamos ‘tabuizadas’. Porque lo otro, lo de vulgar, tiene cierto carácter peyorativo. Palabras como ‘culo’, aquí, son un poco tabuizadas, pero en España se usan siempre: ‘el culo del carro’, ‘dale al culo’, y tal. Aquí no. También muchos de los términos de connotación sexual son tabuizados.

¿En qué período de la investigación detectaron una mayor emergencia de palabras coloquiales?

Han surgido muchas palabras en los últimos años. Al principio, con todos los equipos que había, se hacían más encuestas, más entrevistas, mandábamos a más gente a varias partes de Ecuador para que registren la frecuencia de los términos, tanto orales como escritos. Pero en los últimos años ya no había suficiente financiamiento para ese trabajo. Por eso en el diccionario hay más carga de palabras ya arraigadas. Y por eso, también, algunos jóvenes toman este trabajo y dicen ‘no hay esta palabra’. A esos nuevos términos hay que investigarlos para ponerlos en la próxima edición.

¿Qué nos dice el uso de estas palabras? ¿Cómo caracterizaría a la lengua ecuatoriana?

Mira que con tal cantidad de palabras, 10.500 en total, que solo se usan en Ecuador en relación a España, tú ves una riqueza fantástica. Ahora, por ejemplo, he escuchado en una propaganda el uso de muchas de estas palabras (las del diccionario). Frases como ‘el choro te hizo tal cosa’ han empezado a valorarse un poco más. En mi tiempo cuidabas mucho el habla. Ahora es menos; ahora ya se tiene más libertad. De esa riqueza del léxico por supuesto queda una identidad al ecuatoriano. Espero que, algún rato, se logre hacer el diccionario de los latinoamericanismos.  

¿Varía mucho el uso de los términos en las zonas donde investigaron?

Hay bastantes diferencias. El lenguaje del Austro es bastante rico. Tienen expresiones que, a veces, uno no puede entender. En la Costa también hay riqueza, pero en el Austro hay más documentos, porque el proceso del diccionario era, primero, ver las palabras que se podían sacar de la literatura, de textos escritos, de los periódicos, etc. Y eso luego había que  investigar si hay frecuencia o no.

¿Cómo ingresaría este trabajo a la educación formal?

La idea –y por eso en la introducción del diccionario hay una especie de tratado de lexicografía– es que logremos tener gente que se interese por este léxico. El propósito es que el diccionario ayude a la identidad nacional, al orgullo nacional, porque este es nuestro léxico, con esto vivimos, no es incorrecto. Este trabajo no es normativo, sino descriptivo.

Quitar el estigma...

Exacto. No existen malas palabras. Lo que existen son connotaciones que se dan a la palabra. Pero la noción de ‘mala palabra’ no puede ser, porque la palabra es buena en sí misma.

¿Ha dialogado con la Academia Ecuatoriana de la Lengua (AEL) sobre este trabajo?

Entiendo que la Academia está haciendo un diccionario, pero no sé qué criterios tengan. La directora de la AEL (Susana Cordero) sacó su propio diccionario del uso correcto del español. Ese trabajo es normativo, entonces ahí dice: ‘se dice esto, pero debería decirse así’. Esa es una gran obra y en ese diccionario están las palabras que no hay que usar, pero para mí sí hay que usar. (I)

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