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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Troya, el pintor del paisaje

27 de octubre de 2016 - 00:00

Rafael Troya es el pintor del paisaje. En una época, a finales del siglo XIX, donde el ideal del romanticismo -también presente en una disputa entre la civilización y la barbarie, que arreciaría en tensas disputas durante todo el siguiente siglo- está en boga. Es pintor ibarreño, es un hijo de su tiempo, una especie de demiurgo.

Si por un lado -siguiendo la estética de lo sublime, de lo bello, de lo pintoresco- realizaría cerca de 160 pinturas, por pedido del naturalista alemán Adolph Stübel, quien incluso le ‘sugería’ temáticas- tenemos a un Troya enmarcado en el retrato, pero también de ‘fundar’, por primera vez, una mirada idealizada de los orígenes de su tierra. Como por ejemplo, el lienzo de la Fundación de Ibarra, donde aparecen los ‘fundadores’ de 1606 con una vestimenta de estilo napoleónico. Siguiendo la tradición ‘trágica’ de ese movimiento, también se encuentra el lienzo sobre el Terremoto de Ibarra que, a diferencia del primero, no fue adquirido por el Cabildo porque, según reza en actas de 1907, era demasiado pronto y el dolor aún no había menguado.

Troya, por suerte, ha sido estudiado en el país y quien más ha propuesto esas visiones ha sido precisamente su nieta, Alexandra Kennedy Troya, en su libro Rafael Troya, el pintor de los Andes ecuatorianos, donde realiza un viaje pormenorizado. Ahora, una nueva publicación sale a la luz: Rafael Troya: estética y pintura de paisaje, de Xavier Puig Peñalosa, publicado por la Universidad Técnica Particular de Loja, quien alienta estas investigaciones con sus pares de España.

Lo propio ha realizado la Municipalidad de Ibarra con una amplia sala en el Centro Cultural El Cuartel, donde existe una síntesis de este maestro, con cuadros esenciales como la urbe pintada a inicios del XX, algunos de sus paisajes y, obviamente, las figuras históricas.

El libro de Puig, en su primera parte, realiza un análisis pormenorizado de la idea de lo sublime, tomando como referencia los trabajos de Joseph Addison, el tema de la imaginación o un énfasis en lo sublime, a la luz de Edmund Burke, para desarrollar el romanticismo alemán, sin olvidarse de los orígenes aristotélicos del arte y ‘lo bello’.

En la segunda parte, porque es fundamental en el análisis, inicia con una contextualización de la presidencia de Gabriel García Moreno que, curiosamente, trajo jesuitas alemanes para fundar la Politécnica Nacional, pero a su vez construyó el panóptico (ese vigilar y castigar) e igual realizaba excursiones en su afición por la vulcanología. Esa es la época en que vivió Troya.

La obra se presentará este viernes, por la tarde, como parte del Congreso Internacional de Historia, en la escuela de Sociología, de la Universidad Central del Ecuador. El autor señala: “Sus paisajes son únicos en lo que tienen de estilo propio, de neta creación, de profundo sentimiento. Una obra que -en definitiva- trasciende los localismos y a la propia geografía (a pesar de que toma inicialmente a estos como motivos) para erigirse de pleno derecho, en un arte de resonancias y alcances universales”. (O)

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