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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Por qué la derecha no encuentra un candidato a la vicepresidencia?

23 de octubre de 2016 - 00:00

La derecha ecuatoriana tiene varios problemas para establecer acuerdos políticos. Quizás hay demasiados intereses en juego, disputas de poder económico y una confusión electoral de gran envergadura. Por eso no atinan en la búsqueda de un candidato a vicepresidente. Es más, en esa confusión vuelven por los mismos trillos que los consultores políticos hace tiempo que dejaron atrás.  

Y hay algo más fuerte: Lenín Moreno dejó un “pésimo ejemplo”. Solo Mauricio Macri lo retomó. Colocar en la Vicepresidencia a quien le de sentido social al proyecto. Cuando Moreno apareció en la arena electoral muchos pensaron que no le aportaría muchos votos a Rafael Correa. Y ocurrió todo lo contrario. Pero también pensaron —en aquel entonces— que sería, literal, una figura decorativa por su estado físico. Y ocurrió todo lo contrario. Pero también algo más: la figura del vicepresidente arrastraba el estigma dejado por aquel personaje denominado “serrucho”. O como decía Velasco Ibarra: “Conspiradores a tiempo completo”. Y con Moreno ocurrió todo lo contrario.

Nuestra historia de vicepresidentes, excepto Moreno y Jorge Glas, está plagada de traiciones, juegos ocultos, intereses personales y privados, cartas bajo la manga y un concepto bastante precario de la responsabilidad pública. ¿Alguien se acuerda quiénes fueron los ‘vices’ de Gustavo Noboa, de Fabián Alarcón o de Alfredo Palacio? ¿Qué rol jugaron para sus propios gobiernos Blasco Peñeherrera, Alberto Dahik o Rosalía Arteaga? ¿Alguien puede nombrar las 3 cosas más importantes que hicieron todos ellos en beneficio de la sociedad, el mejoramiento de la calidad de vida y a favor de la democracia del Ecuador?

Ahí hay algo para pensar e investigar desde la academia y la consultoría política. Y por lo mismo también para entender por qué ahora a Paco Moncayo, Cynthia Viteri y Guillermo Lasso les resulta muy difícil encontrar un candidato o candidata a la vicepresidencia en sus respectivas papeletas.

Quizá hay otros elementos en juego. La debilidad de sus propias candidaturas (según los números que muestran las mismas empresas afines a esos candidatos o grupos políticos de apoyo) les impide jugarse por una figura de orden social, con una presencia política distinta a la de ellos mismo. Pero hay algo más, que dadas las ataduras de cierta prensa y analistas a los aspirantes a la Presidencia desde la bancada de la derecha no se discute. Y ese “algo más” tiene que ver con dos cosas en concreto:

1.- ¿Cómo piensa la derecha la gestión del gobierno y desde ahí qué perfil requiere para construir una administración pública distinta a la ejercida durante 10 años de la Revolución Ciudadana? ¿En un proyecto neoliberal se necesita de un experto económico para un candidato como Viteri o Moncayo? ¿O están buscando una figura del derecho y la abogacía para refrendar las leyes en la Asamblea o una figura decorativa para que no haga mucho ruido y aporte unos votos de aquí o de allá?

2.- ¿No es en el fondo un factor de confianza? ¿La derecha desconfía de todos, incluidos sus más cercanos aliados y colaboradores? ¿La Izquierda Democrática puede confiar en un vicepresidente del MPD, de Pachakutik o de Centro Democrático? ¿Moncayo no deja de lado su estructura militar de pensamiento y estará pensando un coronel o coronela para operar sus planes y proyectos? ¿Lasso le va a confiar la vicepresidencia a César Montúfar o a un allegado a Mauricio Rodas? Y no digamos nada de la desconfianza de un Jaime Nebot con medio mundo para autorizar a su candidata contar con un nombre cualquiera.

La verdad: es un problema complejo. ¿Y por qué le fue más fácil a Alianza País? En la explicación de los 2 puntos anteriores está la respuesta.

En el fondo los candidatos de la derecha no tienen un sentido real de la política como un asunto de Estado. Moncayo necesita de muchos acuerdos y apoyos y en ese enredo podría, de ganar la Presidencia, cavar su propia tumba. Con el “sí flojo” suma y suma, pero no define una identidad ni de su plan de gobierno y mucho menos de un equipo de trabajo. Guillermo Lasso es un buen banquero (gracias también al desbarajuste de la banca tras la crisis de 1999) y en esa lógica resuelve muchas cosas desde la “contabilidad política” y no desde la ciencia de gobernar o administrar (bastó verle el domingo pasado en un programa de televisión para saber de sus límites estructurales en esa visión de Estado). Y en esa lógica requiere de un “subgerente” como vicepresidente y algunos de sus candidatos no quieren ese rol ni tampoco cuentan con ese perfil.

Suena muy bonito hablar del equilibrio regional y de género. Por lo mismo Viteri urge de un varon y serrano en la papeleta, pero no hay una sola palabra de ella que explique las funciones de su segundo al mando y por lo tanto si alguien aspirara a acompañarla no sabe para qué lo necesitaría junto a ella durante 4 años de gobierno. Algo parecido ha dicho Moncayo: mujer, ojalá joven y costeña.

Ninguno habla de un candidato o candidata amazónica o galapagueña. Eso no está en el horizonte político de la derecha. Por exclusión solo hablan de costeña o serrana y si por excepción ponen ahora a una manabita lo piensan 2 veces por el enorme prestigio de Alianza País en esa provincia.

Los próximos días serán definitorios, pero hasta ello habrá movidas de todo tipo, consultas a Raymundo y todo el mundo, cálculos con la billetera y en las encuestas. Pero al final, como ya se prevee, la respuesta será de decepción porque ninguno de derecha podrá repetir el impacto simbólico de un Lenín Moreno hace 10 años. (O)

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