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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

La crisis de los valores y su recuperación

18 de febrero de 2017 - 00:00

Cada día se suman quejas por la crisis de los valores en amplios sectores de la sociedad. Es tan acentuada la preocupación que se invoca considerar a Carreño como eje transversal, dentro de los fines de la educación en sus tres niveles del sistema, sin soslayar, la esencial área, del conocimiento, investigación y formación profesional.
Es fácil comprobar, en el desenvolvimiento cotidiano, el irrespeto a la dignidad del hombre y la mujer, el desequilibrio familiar, el abuso, la ambición de riqueza, el negociado, el tráfico, la violencia en los escenarios deportivos y el crimen callejero.

Pero no todo está perdido; se destacan en el silencio, acciones desprendidas de instituciones y personas, que no esperan recompensas, sino consagrar su satisfacción espiritual como ejemplo para promover por una sociedad más justa. Allí un caso para imitar. En el terremoto que azotó con dureza a las provincias de Esmeraldas, Manabí y otros sectores se evidenció una prueba del sentimiento de solidaridad universal, mediante ayuda para aliviar los efectos de la furia de la naturaleza, como nunca se ha obrado en otros sucesos de similar magnitud.

Es una demostración de enseñanza sobre el significado de solidaridad. El comportamiento del ser humano se diseña desde el nacimiento, se estructura en el transcurso de su vida: en el hogar, la escuela y en el medio social. Se deduce que el desajuste conductual del niño, joven y adulto, es por la falta de aporte e incentivos en la formación permanente de los valores éticos. Los males se extienden en ciertos casos, como si no hubiere remedios, pero si se actúa con rapidez es posible obtener rectificaciones o cambios oportunos. No es tarea fácil el rescate de valores cuando ya se ha propagado el irrespeto, la violencia y la burla de las leyes, pero es probable su recuperación con la participación de todos. Cuando esas dolencias se acrecientan con peligro de contaminar los sectores sociales más vulnerables urge abrir nuevos espacios para su tratamiento, en procura de lograr en los protagonistas, un cambio de actitud y listos a transitar en los primeros tramos hacia una vida de seguridad y paz social.

Si en algún momento de reflexión nos enteramos de hechos desagradables que se publican y difunden con increíble velocidad, pensamos en nuestro aporte personal, a manera de contribuir en la tarea de enmienda, pero, al final, deducimos que nuestra saludable intención quedaría truncada, si no hay una respuesta generalizada, si se entiende que el rescate de la ética, debe ser y es compromiso y decisión de todos (Gobierno, maestros, medios de comunicación, padres y madres de familia, profesionales e instituciones) para en conjunto armar, promover y fortalecer programas de acciones armónicas proyectados a una buena formación moral de la niñez y juventud, principalmente.

Se ha dicho que es más fácil cambiar leyes que la mentalidad de los seres humanos, por la falta de incentivos y buenos ejemplos. El maestro, en parte,  comprendió su rol y competencia y abrió un amplio espacio para la formación adecuada del niño y joven, no solo impartiendo conocimientos, sino, ofreciendo apoyo y afecto para vencer el desajuste social. Precisa que el estudiante aprenda a conocer el mundo y sus dificultades y la responsabilidad, en el futuro, de asumir su contribución para el bienestar de su familia, sociedad y la patria. El camino es largo y difícil para enfrentar el desvío de conducta, en determinados sectores; como es un problema social, corresponde, su aporte a toda la colectividad, hasta su extinción definitiva. (O)

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