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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Estefanía y una faena de toros

21 de julio de 2016 - 00:00

Riobamba, siglo XVI. Sibelius Luther -para los clérigos un luterano, por vinculación errada a su nombre- merodeaba la Villa del Villar Don Pardo, como se llamaba. Era un médico austriaco, amigo y sanador de los indios de Guamote pero, ante la mirada de los antiguos riobambeños, era enemigo de la Iglesia.

Cayó en desgracia. El cura Horacio Montalván le cerró las puertas y prohibió cualquier comercio con este hombre. Se convirtió en mendigo y, acaso, perdió algo de razón. Fue acusado de no pedir caridad en nombre del dios católico.

Un día, en un arrebato, entró a la iglesia y se abalanzó contra la hostia, al tiempo que trató de herir al sacerdote. Algunos de los asistentes sacaron sus espadas y le hicieron tantas heridas que cayó muerto en el acto. Pero se obró un aparente milagro: la sangre fue derramada únicamente cuando fue sacado del templo y fue atado y arrastrado por un caballo. Al enterarse de estos sucesos el presidente de la Audiencia, Diez de Armendáriz, “mandó que el cadáver del sacrílego fuese quemado, y así se ejecutó”. Además, por las dudas, se lo decapitó.

Al pasar de los años, buscando el título de Ciudad Muy Noble y Muy Leal, se solicitó al rey ese privilegio con el argumento de ese suceso, en una época donde la Inquisición quemaba brujas. Ahora, el escudo de Riobamba es aleccionador: “Un cáliz con una hostia encima: dos llaves cruzadas y dos espadas, las cuales dejan en medio el cáliz y se juntan clavándose abajo en una cabeza de hombre”.

Por escribir sobre el luterano en un libro, el autor de este artículo fue declarado persona non grata de la ‘Sultana de los Andes’ (los sultanes almorávides eran más condescendientes). Se hizo una obra de teatro y petitorios para cambiar al escudo, pero sigue vigente, con evocación de la sangre.

Esto recordé, como otra historia descabellada -tal es la palabra-, cuando supe que para la próxima semana, 26 de julio, se realizará la audiencia de juzgamiento contra Estefanía, una joven de 24 años y defensora de los animales, acusada de escribir un comentario en Facebook, en el sitio web de una hostería que organizaba una corrida de toros.

El propietario argumenta que ese mínimo texto (23 palabras) le produjo un daño a la imagen del lugar, y por eso Estefanía deberá acudir a la Unidad Penal de Riobamba, a las 8 de la mañana, en la vía a Chambo. ¿De los muchos mensajes por qué escoger este, de una mujer?

Obviamente, se encendió la polémica y la peor parte -como siempre sucede en estos casos- es para la hostería. En el sitio se puede ver ahora que algunos clientes afirman en sus mensajes que ya no acudirán y eso que no han visto los comentarios de Despegar.com sobre la mala atención del lugar y sus instalaciones (esa debería ser la preocupación mayor). Cualquier relacionista público en manejo de crisis sugeriría pedir disculpas y retirar la acción judicial, ante el fantasma del boicot.

Defender a la tauromaquia atacando a quien se pronuncia en Facebook es un mal negocio pero, de manera especial, muestra una intolerancia precisamente ante lo que se reclama: diversidad de opinión. (O)

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