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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El ataque a la Constitución de Montecristi

05 de septiembre de 2016 - 00:00

La gran imposibilidad que tienen las oposiciones para ponerse de acuerdo, da cuenta de que eso llamado ideología y política no es cosa de menos. Quienes desde hace años vienen pregonando que la ideología es cualquier cosa y es lo que menos le interesa a la sociedad, se dan cuenta, ahora, que es lo que podría hacer que vayan juntos o desunidos; que la ideología puede manifestarse en esos puntos innegociables o que simplemente en su forma más precaria, moralmente, algún candidato quiera imponer su más rancio oportunismo por sobre los intereses de quienes lo apoyan.

En cualquier caso, las acciones políticas dan cuenta de que más allá de usar el término “ideología”, su accionar está presente en cada uno de nosotros, y se reproduce. Por ejemplo, una de las maneras más oportunistas de las oposiciones ha sido el de ideologizar el valor de nuestra Constitución al no poder imponer la idea de desmontar eso que llaman “correismo” y lograr su Unidad y convocatoria opositora. Frente a ese fracaso, entonces, surge esto de que los males radican en la Constitución de Montecristi.

Sus opositores —sean de la izquierda radical o de las derechas— fueron, precisamente, los que apadrinaron la Constitución modernizadora neoliberal de 1998, que abría las puertas a la privatización y al retiro estratégico del Estado. El peor resultado fue la elección de Mahuad y la quiebra bancaria y financiera del país; quiebra bien utilizada por el empresariado que nos metió en la camisa de fuerza dolarizadora. Los padrinos de esa constitución, desde neoliberales, conservadores y de la izquierda radical, son los responsables de la peor crisis económica, social y política de la historia del país.

Son ellos que de principio se negaron a la Constitución de Montecristi porque se les ponía un coto a seguir controlando el país por fuera de la voluntad popular. Son aquellos de izquierda o de derecha que buscan, volver, a esa falsa constitución de 1998. Son aquellos que la quieren revivir para poder gobernar por fuera del mandato popular. Los que quieren un régimen de partidos para repartirse el Estado. Desmantelar la economía popular y solidaria para retornar a una economía empresarial monopólica; favorecer a los poderes locales hacendatarios, y afectar la visión de un Ecuador desde lo nacional. Esa es la gran oferta opositora, regresar al Ecuador de la década de los noventa.

Década de profunda desestructuración, de violación sistemática de derechos colectivos, sociales, individuales; de privatización forzada de la voluntad del pueblo ecuatoriano. Son estos promotores de desmontar la Constitución de Montecristi, aquellos “revolucionarios” y empresarios “patriotas” los que proponen esta salida, incluso, llegan al disparate de plantear que no haya elecciones, sino un gobierno de transición, interino, para llamar a una constituyente de cuartel como la del 98. Gobierno que se deje “asesorar”, por ejemplo en seguridad por: “La Surette, El F.B.I., Los Bobbies”, pero que sobre todo reforme el sistema electoral para, según ellos, tener elecciones “limpias”.

Ese es el condumio de la propuesta electoral opositora, donde perro y gato, hacen los intentos por mezclar el agua y el aceite. El ataque a la Constitución de Montecristi aumentará y la mejor respuesta ciudadana está en estudiarla, en apropiársela a fondo y en exigir su máximo cumplimiento, siempre por el bien del futuro del Ecuador. (O)

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