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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

CREO que SUMA no AVANZA con Nebot, pero PODEMOS ir con Lasso

10 de julio de 2016 - 00:00

Se llamó en su momento “La Fanesca” y tuvo un sentido simbólico que ahora se entiende, desmonta y resignifica. Idealmente la llamaron la “Unidad” con toda su resonancia conceptual, apuntando a un objetivo bastante obsceno para sus propósitos reales: invocar la unidad nacional para “salvarnos” del cataclismo en el que supuestamente vivimos desde hace diez años.    

Y esta semana mostró todos los elementos que solo podrían explicarse bajo la lógica de la serie mundial y mayormente vista por adolescentes, politólogos y fanáticos de las intrigas del poder: Juego de tronos. Entonces comenzamos a pensar (porque ya no caben otros marcos teóricos o de la ciencia política) quién es quién en todo este entramado. ¿A quién colocamos como Tyrion Lannister, ese personaje de mirada y contextura profundas, de intensidades perversas, según se vea?

¿Quién de nuestros actores políticos, según su comportamiento, se semeja al personaje más polémico (o más atractivo, dependiendo de las visiones políticas y guerreristas) de la serie, el archiconocido Jon Snow (no olvidemos que él resucita)? ¿Cuál de todas nuestras potenciales candidatas y de quienes ahora aparecen como las mujeres defensoras de la democracia encaja en la personalidad de la reina Cersei Lannister o de ese monumental personaje llamado Daenerys Targaryen, la madre de los dragones? ¿O, por último, con quién empatamos a Lord Eddard Stark, uno de esos personajes potentes (el que cala hondo en la conciencia de quienes ven la política en blanco y negro, dentro de un código moral o desde unas concepciones aristocráticas de la política)?

Nuestro criollo Juego de tronos tuvo una pálida expresión esta semana cuando sin rubor alguno las fuertes y hasta irreconciliables diferencias de clase, ideológicas y de negocios desaparecieron para dar paso a un desconocido modo de ajustar los intereses más diversos alrededor de varias “intrigas”, “tácticas” y uno que otro billetico para eliminar o minar al adversario (sobre todo en el campo de la derecha, pues en la izquierda liberal “purista” ni a eso llegan). El resultado: desconcierto para todos los analistas y fervorosos auspiciadores de las distintas candidaturas. O sea: todo lo que se decía ante las cámaras fue una farsa porque ni siquiera había unidad y mucho menos hablaban de planes de gobierno o de un programa para mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos. En el fondo se escondía la misma trama: ¿quién era el candidato, de dónde salía la estrategia de campaña y quién ponía la plata?  

Pero alguien dirá: ¿de qué te sorprendes si siempre ha sido así? Y tendrá razón en la misma medida en que muchas de las palabras y discursos se desvanecen con los hechos, las acciones y los movimientos de cintura de quienes se declaran públicamente más papistas que el Papa.     

¿Cómo se entiende que de un día para el otro quienes prácticamente veían a Jaime Nebot como un todopoderoso ahora vayan a un hotel a reunirse con Guillermo Lasso como quien acude ante el rey Midas? ¿Qué pasa por la cabeza de Lasso cuando recibe a quien vejó diciendo que ni llega al 1% en las encuestas y antes estuvo con Nebot vociferando que con “los banqueros ni a la esquina”?

Es que acaso, con el fin de ganar, ¿a él no le importa recoger lo que deja Nebot y recibir a quienes traicionan a Nebot y a quien hasta hace una semana adoraba a Nebot? ¿Y cómo explican a sus “bases”, los “líderes” de SUMA y AVANZA, que de pronto ven en el banquero una opción potente y hasta casi decidora de sus anhelos, deseos, pasiones e ilusiones, cuando habían jurado que, por sobre todas las cosas, estaba el pueblo, la necesidad de un cambio y, sin embargo, a los pocos días, con el rostro más duro que una tapia de cemento, se colocan en la negociación para “derrotar al correísmo” sin importar todo lo que dijeron en los medios ante periodistas crédulos y cómplices?

Del domingo para acá queda comprobado lo que dije en mi último artículo: a pesar de las diferencias y distancias que puede haber con Nebot y su candidata, Cynthia Viteri, ella constituye la carta más auténtica de la derecha. Parte de unos principios y desde una lógica con los cuales se entiende la política real. Y en el otro extremo: nadie comprende qué hace un supuesto super izquierdista, supuesto experto petrolero y supuesto periodista (todos ellos en una sola persona) con Lasso y la derecha que no apoya a Nebot. Desde el sentido común se podría decir que con tal de llegar al poder hay que juntar a dios con el diablo; al exmilitar con el comunista más antiguerrerista; al sindicalista con el empresario más explotador, y al banquero con el policía que puso su dinero en la banca cerrada para no acudir al notario Cabrera. Y al mismo tiempo alguien podrá decir: “En política, hasta el granizo se tuesta”.  

De todos modos, este mes será de definiciones (si el término cabe) para revelar, una vez más, cómo el poder que algunos tanto detestan les resulta fascinante cuando de por medio hay chequeras, ambiciones y, sobre todo, ese espejismo de conquistar espacios burocráticos para expoliar de nuevo al Estado bajo el sacrosanto pretexto de que ahora debe gobernar el mercado, la “sociedad civil” y la “generosa” empresa privada.

Y si las definiciones están a la orden del día, no estaría mal que la transparencia, tantas veces invocada, también fuera la marca de este proceso.

Ahí sabremos por qué se afanan por sentarse junto al banquero, rezan porque el alcalde los tome en cuenta o, como pasa con un asambleísta, viajan a Baños para proclamarse presidenciables por cuenta propia y con miles de dólares en su bolsillo. (O)

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