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El Telégrafo
Fernando Buen Abad Domínguez

CNN ante la revolución de la comunicación

19 de febrero de 2017 - 00:00

Mientras hay gobiernos neoliberales que suspenden, de manera inconsulta y unilateral, las ‘Leyes de medios’ más avanzadas; mientras hay gobiernos derechistas que alientan la ‘autorregulación’ de los monopolios mediados. Mientras el proceso de concentración mediática protagoniza sus luchas interburguesas atropellando con monopolios la libertad de expresión de los pueblos, ocurren en las bases de los pueblos fenómenos de trascendencia, cuantitativa y cualitativa, de primer orden.

Acudimos a un momento realmente apasionante de la lucha de clases expresada, también, en los medios de comunicación. Hoy la situación nueva es esta: Nicolás Maduro llama a una Revolución de la Comunicación.

Décadas —de la lucha reciente— han dejado sobre la mesa de la Historia Latinoamericana una experiencia magnífica —y renovada— a propósito de la soberanía de los pueblos en materia de medios de comunicación de masas.

Se trata de una experiencia que no puede omitir el debate sobre la propiedad privada de las herramientas para la producción (cámaras, micrófonos, televisoras, imprentas, teléfonos…). Tampoco se elude el uso de los mass media como armas de guerra ideológica contra los pueblos. Pero la parte más difícil, la más huidiza acaso, radica en la conquista de la unidad de los medios y los modos para comunicarnos, para hacer visibles las luchas emancipadoras.

En su madurez actual, tal convocatoria no tolera ya la idea de que alguien, de un modo u otro, se beneficie individualmente con los recursos y riquezas que son de todos, incluyendo el espacio aéreo, los satélites y la red radioeléctrica, que son recursos tan vitales como el agua, como la tierra, como las minas… En su estado actual la convocatoria es el clamor colectivo más avanzado que se opone a la dilapidación, al dispendio, a la irresponsabilidad y a la agresión permanente que algunos usufructuarios del espacio radioeléctrico perpetran diariamente.

Una convocatoria definitoria. De nada le sirve la ‘soberanía’ por la soberanía misma sin un programa Socialista para la transformación comunicacional nacido desde las bases organizadas de los trabajadores, obreros y campesinos…

En su estado actual la convocatoria a una Revolución de la comunicación rechaza todo quietismo sobre las ideas y todo autoritarismo de las formas. La convocatoria a una Revolución de la comunicación desde sus raíces más hondas es magnífica pero insuficiente sin un programa político de acción directa hacia la comunicación revolucionaria para modificar radicalmente el paisaje de barbarie y miseria actual, es decir, programa para ganar las herramientas de producción comunicativa bajo control de los trabajadores y las comunidades. De nada sirve la convocatoria a una revolución de la comunicación sin un plan, impulsado, por ejemplo, desde el “empoderamiento” del pueblo. Poder económico, poder de ideas, poder creativo… poder Socialista.

Desde 1910, con el estallido de la Revolución mexicana, apareció en Latinoamérica el proceso de “producción de sentido” revolucionario que marcó, también, la historia toda del siglo XX.

Una tras otra, las luchas revolucionarias del continente probaron ser (además del “motor de la historia”) el motor de la producción de sentido que expresa la lucha de clases con símbolos, también. Es el caso de las imágenes de Emiliano Zapata, Francisco Villa, las ‘adelitas’, la música, la literatura, la fotografía, el cine, la propaganda, la prensa revolucionaria y, en general, los procesos revolucionarios que maduraron al calor de la lucha de clases y al calor de las fuerzas emancipadoras de cada frente y de cada proceso histórico. La revolución semiótica permanente.

Es ese el aporte semiótico revolucionario de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Chile, Argentina y Brasil que cambiaron el modo de entender el mundo y de expresarlo. Es el aporte semántico que encontró diversidad de significantes con raíz popular incuestionable. Es el “signo” que orienta la certeza social de que otro mundo es posible y que esa posibilidad no es una entelequia sino una realidad que tiene tiempo, lugar y signos concretos. Es el aporte de las luchas revolucionarias que el aparato monopólico dominante ha invisibilizado y ha deformado ante los ojos de los propios pueblos que, además, padecen el desfalco semiótico de su Historia reciente bajo la metralla de las armas de guerra ideológica del capitalismo.

Nicolás Maduro llama a una revolución de la comunicación. ¿Por qué no? Latinoamericana… mundial, universal.

No podemos desestimarlo, es preciso integrarse con delegados de base, con delegados de los movimientos sociales que en todo el mundo construyen comunicación no alienante, comunicación para la libertad. Organicemos una fuerza que se sume de inmediato desde el este de Los Ángeles hasta la Patagonia; que convoque a los cientos de miles de comunicadores, radios, televisoras, periódicos, sitios Web.

Esto no es nuevo, solo es urgente. Si no respondemos, los años próximos nos verán derrotados como nunca.

Están dadas las condiciones el mundo ha despertado tal conciencia sobre el papel de los medios, sus virtudes y sus amenazas, que ya una fuerza objetiva con que se bañan diariamente las subjetividades más diversas. (O)

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