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El Telégrafo
PhD Javier Collado Ruano

Columnista invitado

Bioeconomía en el Antropoceno

04 de julio de 2017 - 00:00

¿Sabían que en 1989 se extinguía una especie por día? ¿Sabían que en el año 2000 se extinguía una especie a cada hora? Según el consenso científico, se estima que de 1990 a 2020 se extinguirá en torno al 40% de la biodiversidad planetaria. Los datos son alarmantes y es urgente un cambio en la matriz productiva.

Las directrices del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organización Mundial del Comercio son un fracaso civilizatorio sin precedentes históricos. Nos han hecho creer que el crecimiento económico ilimitado traería el progreso humano, olvidando que toda la materia prima de la industria proviene de la naturaleza.

La economía es un subsistema de la Pachamama, nuestra Madre Tierra. Aumentar el PIB de un país significa ir a la naturaleza para asesinarla, para arrancarle sus recursos naturales. El dinero ha colonizado la vida.

El Antropoceno es la nueva era geológica en la que nos encontramos, como consecuencia de la gran huella ecológica que dejamos en el planeta. Por eso es primordial un cambio en las políticas económicas internacionales, pero también un cambio de mentalidad. La educación es el eje principal para lograr un desarrollo sostenible dirigido al buen vivir de los pueblos.

Debemos aprender a sentir, pensar y actuar en armonía con las distintas formas de vida que han tardado miles de años en constituirse.

La educación ambiental nos ayuda a comprender, de forma científica y espiritual, que el ser humano es una especie entre especies. En un parlamento de 30 a 100 millones de especies, el ser humano ha cambiado los procesos de coevolución que existen en los ecosistemas.

Hablar de educación ambiental significa hablar de economía ecológica. Ecuador y Bolivia son países pioneros en el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, con sus respectivas constituciones de 2008 y 2009. Pero ha llegado la hora de dar un paso más. Debemos establecer un debate jurídico para reconocer los derechos de cada río, lago, montaña, etc.

La India y Nueva Zelanda son dos ejemplos de esta iniciativa, al reconocer con derechos de personas legales a los ríos Whanganui, Ganga y Yamuna.

Del mismo modo que las empresas transnacionales son consideradas personas jurídicas, los distintos fenómenos naturales también necesitan que se reconozcan sus derechos jurídicos.

Esta idea abre un espacio ético y bioeconómico fundamental para construir el Buen Vivir en el siglo XXI. La naturaleza utiliza flujos cerrados de energía y materia.

Imitar y perfeccionar estos padrones de la biosfera en nuestra sociosfera y tecnosfera nos permitirá dejar un mundo mejor a nuestros hijos y nietos. El futuro está en juego y no podemos fallar. Les invito a reflexionar sobre el futuro que queremos dejar a las generaciones venideras. (O)

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