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Literatura

Alberto Chimal, explorador extremo de la literatura

Alberto Chimal tiene una fuerte presencia en redes. Foto: cortesía de Chimal
Alberto Chimal tiene una fuerte presencia en redes. Foto: cortesía de Chimal
06 de octubre de 2014 - 00:00 - Solange Rodríguez, Escritora ecuatoriana

Aunque su trayectoria como narrador ya estaba consolidada con fuerza en México desde hacía una década, el nombre de Alberto Chimal (Toluca, 1970) empezó a sonar con fuerza en 2013 por toda América Latina, a propósito de ser finalista del premio de habla hispana Rómulo Gallegos, entre cuyos galardonados se encuentran importantes nombres constitutivos de la tradición contemporánea como Roberto Bolaño, Fernando Vallejo y Ricardo Piglia. Con La torre y el jardín, novela que fue el caballo de batalla de Chimal en este galardón, el autor desafía el paradigma realista y relata la empresa de dos extraños que ingresan a un espacio de perdición y de deseo, el burdel El Brincadero, para emprender una aventura por lo desconocido de la naturaleza humana y animal y, de paso, perder también al lector en uno de los varios juegos que el libro propone.

Pese a la atención y a los positivos comentarios obtenidos, a cierto sector de la crítica conservadora Chimal le parece un espécimen raro por inclasificable, le contraría su condición anómala.

Cuando aquellos consideran que lo tienen fichado como un autor de temas fantásticos, él se desplaza y escribe una novela sobre el poder, Los esclavos, y cuando piensan que dieron con un creador de brevedades, un microrrelatista, Chimal hace un texto de 400 páginas. Entonces, desconcertados, lo acusan de trivial, de vacuo, de olvidable. Pero lo cierto es que el autor cambia de forma y sobrevive en un mundo rápido que recorre el entorno con ojos hambrientos y asombrados, como un explorador, antes de que la escritura tradicional finalice, tal como la conocemos.

Parte de la naturaleza extraña que se le atribuye a Chimal consiste en su intensa actividad en las redes sociales: Twitter, Facebook y una bitácora personal muy activa que se renueva constantemente llamada Las Historias (http://www.lashistorias.com.mx/), web desde la que convoca a concursos, hace recomendaciones de lectura y entrega generosamente textos de libre descarga, como su libro de relatos 83 novelas, que está disponible desde 2010 para ser descargado, por quien lo desee, desde cualquier lugar.

Esta actitud subversiva hacia el mundo editorial convencional ha hecho que la obra de Chimal circule ampliamente por todos los países hispánicos, que sea un autor muy leído fuera de los formatos clásicos y que tenga entre sus lectores a las generaciones más jóvenes.

Sobre este punto, manifiesta enfático acerca de las posibilidades que abre Internet: “En otra época una gran autoridad de la crítica pudo haber dicho ‘esta persona no merece publicarse, no merece tener carrera’, entonces, el que ahora no haya pasado me hace sentir mucho alivio. Si yo me hubiera atenido nada más a la mirada editorial, no estaríamos platicando ahora porque el trabajo que hago es así de raro y es así de susceptible a ser visto con prejuicios. Estar haciendo lo que hago sin ayuda de las redes, sería estar encerrado esperando la venia de los críticos”.

Y añade: “Y lo cierto es que esto no va a dejar de suceder, lo que está pasando con la Internet. Por mucho que algunos críticos tengan reacciones tan infantiles como voltearse y no ver. Darle la espalda, lo cierto es que existe.

Posiblemente ese espacio terminará mucho más constreñido y reglamentando de lo que está ahora, pero no va a dejar de suceder”.

Chimal señala, además, que usar la plataforma 2.0 implica el final de una época de impresiones, que hay que aceptar. Afirma que cuando se puso de moda la imprenta de Gutenberg todos los copistas del mundo se quedaron sin trabajo y descubrieron que ya a nadie le interesaba lo que estaban haciendo. Al respecto lanza una profecía: “No sé si nosotros, los escritores que hemos empezado nuestro proyecto de vida con la concepción tradicional de lo que son los textos, vamos a sobrevivir, pero al menos ahora podemos adentrarnos en ese mundo y hacer algo en él”.

Ni el miedo al plagio ni el cambio en la plataforma comunicacional detienen a Chimal en su empresa por abrirse paso por los confines de la red. Desde sus pinitos realizados a fines del siglo pasado, cerca de 2002, con otros blogs creó Las Historias, sobre todo como una plataforma de intercambio. “Periódicamente hablo con  personas en línea que me recomiendan cosas o me encuentro con material que no conozco. Foros, creadores de los que no sé absolutamente nada, conceptos de los que no tenía idea y puede ser como abrumador en muchos casos, pero para mí es lo interesante del medio que es tan enorme y tan diverso”.

Sobre las reservas ante la libre circulación virtual piensa que hay una gran resistencia, una gran preocupación venida del ego y otra por prejuicios relacionados con la escritura que muchas veces son repetidas por gente que ni siquiera se mete a ver qué es lo que está sucediendo. “Creo que un problema adicional de esta gente, de esa generación que todavía intenta afirmar su autoridad en cuestiones de lo impreso, es que al contrario de lo que podría parecer con el mundo de la prensa, la red es auténticamente inabarcable. En el mundo impreso se podía mantener la ilusión de que una presunta autoridad conocía lo que valía la pena pero aquí ya no es posible. Aquí cualquier persona puede conocer algunos cuantos medios, algunos sectores o comunidades dentro de estos medios, pero jamás va a poder enterarse de todo”.

“Como cualquiera me puedo sentir abrumado por la saturación de información de Internet”, dice Alberto Chimal. “La ventaja es que no tenemos que pasar por el sistema de validación o de aprobación que estaba establecido en el siglo pasado y que tenía que pasar por una serie de filtros que llevaban inevitablemente a referirte a un puñado de medios impresos. Estar haciendo lo que hago sin ayuda de las redes es estar encerrado. Entonces, para mí la red es importante”, declara contundente.

Y aunque con sus palabras ha revelado un apocalipsis literario, él se ríe ante los temores de una debacle de los textos. “A mí me gusta pensar como en el término opuesto, me gustaría pensar que soy apocatastásico, es decir, lo que hay, al término de estas convulsiones y de estos finales de una historia, no es la destrucción total sino el surgimiento de otra cosa”. Alberto Chimal se refiere al principio bíblico que afirma que al momento del fin de la historia humana, las fuerzas, en lugar de dispersarse, se integrarán.

Alberto Chimal, al igual que el personaje de su autoría, Horacio Kustos (que significa ‘custodio’ en latín) y que ha protagonizado varias de sus historias, entre ellas la novela finalista del Rómulo Gallegos, La torre y el jardín, es un guardián pero de una imaginación, de una mirada del mundo que está más allá de lo convencional, de lo cotidiano o de lo obvio.

Chimal no está inscrito en una línea temática específica de creación. Tampoco es solo un escritor de microrrelato ni es un académico ni un teórico. Es un explorador, quizá el explorador postrero de la literatura.

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