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Mujer y religión
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Hay que crear nuevas relaciones en la sociedad. En medio de las crisis políticas, sociales económicas hay una crisis fundamental que está ligada al ejercicio del poder. La violencia física y psicológica que sufren las mujeres y que se manifiesta con fuerza, encierra una crisis profunda sobre el rol que el varón desempeña culturalmente en la sociedad. Está cuestionado su papel de autoridad, de proveedor, de juez. Las mujeres sobre todo en esta parte del planeta al que pertenecemos, han ido conquistando espacios y con ello mayor libertad. Libertad para estudiar, para decidir cuantos hijos quieren tener, para participar políticamente, para trabajar fuera del hogar, para dirigir y para expresarse. Esa libertad no ha atravesado todas las capas sociales, ni ha llegado a todas las culturas en los que vive, pero hay una base adquirida y de la que es difícil dar marcha atrás.
Entonces emergen los miedos profundos, esos que están arraigados en el sentido de la vida y los pilares que la sostienen. Uno de esos pilares fundamentales tiene que ver con la religión. No siempre es visible pero sostiene el andamiaje de la civilización occidental y cristiana, de la que somos parte en esta región del planeta. En época de cambios tan fuertes relacionados con la ciencia, las comunicaciones, la inteligencia artificial, en momento de incertidumbre sobre el porvenir, tiende a reforzarse aquello que da seguridad porque no se cuestiona y se acepta como absoluto.
En el inconsciente colectivo, la idea de Dios está atada al varón y el pecado a la mujer. Hablamos de Dios como Padre, no como madre y se repite que por culpa de la mujer entró el mal en el mundo. En muchas ceremonias religiosas de casamiento, el oficiante le dice a la mujer que debe obediencia a su marido y que él es la cabeza del hogar y ella el corazón.
Las creencias pueden sacralizar las diferencias de unas relaciones asimétricas y desiguales entre varones y mujeres. El varón puede creer que es propietario de la mujer y justificarlo en nombre de Dios.
El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo. Galeano
* Nelsa Curbelo, defensora de los derechos humanos y columnista.