Ecuador, 23 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Sociedad

Los Pibes Trujillo lloraban mientras cantaban 'Dulce Jesús Mío'

Han pasado más de 60 años desde que los hermanos Trujillo Echanique tuvieron que cantar forzados los villancicos. Cada vez que recuerdan ese fragmento de su vida, se les quiebra la voz y lloran.
Han pasado más de 60 años desde que los hermanos Trujillo Echanique tuvieron que cantar forzados los villancicos. Cada vez que recuerdan ese fragmento de su vida, se les quiebra la voz y lloran.
Fotos: Miguel Jiménez/El Telégrafo
24 de diciembre de 2016 - 20:00 - María Elena Vaca Burneo

Cuando cantan el villancico ‘Dulce Jesús Mío’, Luis, de 67 años, y Juan, de 65, se yerguen. Luis entona la canción moviendo su cuerpo y su dedo índice al vaivén de la melodía, mientras que Juan cierra los ojos y se deja llevar por los recuerdos. “Dulce Jesús mío, mi niño adorado. Ven a nuestras almas Niñito, ven no tardes tanto”. Juan respira. Llora.

Han pasado más de 60 años desde que los hermanos Trujillo Echanique —a quienes bautizaron en los discos como los Pibes Trujillo— interpretaron por primera vez la tradicional canción.

Juan tenía 5 años y Luis 7, también estuvo su hermano Oswaldo, en ese momento de 9 años, quien luego murió.

“¿Se saben la canción?”, increpó su tío Hernán Trujillo. “Sí”, dijeron con miedo los menores que tuvieron menos de 5 minutos para aprenderse el villancico. Cantaron la primera estrofa y la segunda se olvidaron. Por fallar, recibieron un golpe con una mano, luego un puñete, agresiones con acial, con palo. Sí, todas las agresiones provenían de su tío.

Hubo golpes, dolor y sangre durante 7 años.

Los hermanos Trujillo quedaron huérfanos de madre y su padre, Flavio Trujillo, fue militar en servicio activo. Nunca pasó con ellos y por ello encomendó su cuidado en manos de su hermano, quien descubrió en la escuela Pablo Julián Gutiérrez —del barrio América en donde nacieron— el talento de los pequeños, en especial de Juan, quien se diferenciaba del resto del grupo por su voz aguda. Sin dudar, los puso a cantar. Primero empezaron con pasillos como ‘Tú y yo’, ‘Guayaquil de mis amores’ y ‘A la madre’. Cuando recuerdan esta última canción, las lágrimas caen.

La voz grave de Luis cambia y explota su rabia: “Estoy seguro de que sí mi madre hubiera estado con nosotros no hubiera permitido que este hombre abuse con tanta agresiones físicas de nosotros”. Creen que esta canción fue una de las primeras que aprendieron a cantar y siempre lo hicieron pensando en su mamá. En la escuela del barrio América eran el espectáculo principal de la celebración del Día de la Madre, pero ella nunca estuvo. Su lugar lo ocupó su tío —quien los obligaba a cantar— y en la primera fila su abuela, Rosa Villamar. “La mujer más adorable del mundo” —como la recuerdan— en la adolescencia, cuando pudo llevarse a los chicos a su casa, suplantó los golpes por el más absoluto amor; hasta que murió. “Fue el ángel que Dios puso en nuestro camino”, dice Luis.

De la fama solo hubo dolor

De un álbum de fotografías sacan 2 imágenes. ¿Nota algo?, interpelan. Son 2 fotos tomadas en fechas distintas. Una de ellas sobresale por la angustia que reflejan los rostros de los pequeños al cantar. El miedo los traspasa. Están erguidos, con las manos hacia atrás. A su lado está su tío Hernán, sosteniendo la guitarra, ese instrumento que dominó, pero que nunca les enseñó a tocar.

De frente, los niños miran a un personaje peculiar que los contempla. Es el presidente Camilo Ponce Enríquez (1956-1960). Piensan que fueron invitados a la sede de gobierno, pero no recuerdan nada más que la mirada penetrante y la voz con imposición de su tío que les decía: “tienen que cantar”. Cantaban con miedo. Sabían que el menor error terminaba en golpes. Esa angustia la sienten hasta hoy. Cuando cantan ‘Dulce Jesús Mío’, Luis se equivoca en una frase de la canción. Juan se sobresalta. Lo regresa a ver, sin parar de cantar. Recuerdan esa época. El dolor difícilmente se les irá. Siguen cantando.

Pero, detrás de esas fotos que guardan fuera de los álbumes familiares hay algo más. “Mire bien, algo se le escapa”, vuelve a preguntar. Se detiene en el vestuario. “Era el único traje plomo con corbatín y zapatos de charolina que teníamos. Nunca nos compró nada, nunca nos dio nada”. Ambos se quedan mirando fijamente esas imágenes;  Juan interrumpe y recuerda que cantaban en el coro de la antigua capilla de la iglesia del Perpetuo Socorro. Al final de una presentación, los asistentes a la eucaristía pidieron que los niños bajaran del coro de la sacristía y les entregaron 4, 5 y hasta 10 sucres, que guardaron en sus bolsillos. Estuvieron felices. Llegaron a la casa y se bañaron. Al salir de la ducha los bolsillos de los pantalones estaban vacíos. Su tío se había llevado todo. Ese recuerdo estalla el llanto —contenido por muchos años— de Juan. “Fue mucho dolor, mucha humillación, maltrato, éramos solo unos niños”. Pide que la entrevista se detenga. Llora. Cubre su rostro con las manos; se recrimina, se desespera. “Ya ve por qué no me gusta hablar de esto. Luis me pide ser fuerte, pero no puedo”. No quiere beber agua.

Por mucho tiempo, Luis y Juan tuvieron que dejar su pasión por el fútbol por el canto. Se presentaron en casas de personas notables de la ciudad, también en el coliseo Julio César Hidalgo y en la Cueva del Oso. Cantaron asimismo para toreros importantes como Manuel Benítez, el ‘Cordobés’ y Antonio Aguilar, entre otros. Al finalizar las presentaciones, Juan recuerda que su tío sacaba los sombreros de los asistentes y ponía a los niños a recoger el dinero. Nunca recibieron un solo centavo. Incluso, la comida diaria les derramaba. “Nos lanzaban la sopita y todo el caldito se regaba. ¡Dios mío!, sufrimos mucho”, suspira Luis. Les cuesta hablar del pasado. Hay silencio.

Un disco grabado con dolor

En 1960 conocieron al maestro Segundo Bautista, quien —por referencias— escuchó sobre los chicos. Su tío los llevó a una audición. Quedó fascinado con la voz. “¿Cantan en algún coro?”, les preguntó. “No”, dijo su tío, presumiendo que él les había enseñado todo. Luis lo contradijo: “Sí, cantamos villancicos en el coro de la iglesia”, añadió. “Ahí está el negocio, deben cantar villancicos”, recuerda que les dijo Bautista, quien se contactó con José Domingo Feraud Guzmán para grabar su único disco Los Pibes Trujillo. Dulce Jesús mío... otros villancicos tradicionales del Ecuador.

Este larga duración se distribuyó en el país bajo el sello Ónix. Viajaron a Guayaquil con su tío y su primo Iván. “Ese hombre nos dejó en el hotel, estábamos jugando con su hijo, hasta que no recuerdo que pasó e Iván quedó encerrado en la habitación y no podíamos abrir la puerta. Justo llegó. No me preguntó qué pasó. Cogió un cepillo de limpiar los zapatos y me rompió la cabeza”. Ensangrentado tuvo que cantar.

Y ese dolor al sentir que un familiar los usaba, que los maltrataba, lo transmitieron en cada una de las canciones; cantaron llorando. Con ese dolor nació el disco de 10 temas que incluía ‘Claveles y rosas’, ‘Entre pajas y el heno’, ‘Ya viene el niñito’, ‘Lindo niño’, ‘Duerme niño’, ‘Niño si el amor’, ‘No sé niño hermoso’, que fueron escritos por el lojano Salvador Bustamante, además de la canción ‘Desde el alto cielo’, del otavaleño Guillermo Garzón.

“Cantar esas canciones no era una alegría, sino un completo suplicio”, sentencia Luis, con su voz potente. En sus ojos, que esconde detrás de los anteojos, refleja la nostalgia.

Con la adolescencia se dieron los cambios de voz, y “los gallos” fueron su salvación. Su tío los botó a la calle y fueron recogidos por su abuela materna. Empezaron de cero.

Luis se dedicó a la zapatería y a pintar casas. Hasta que decidió ingresar al fútbol. Fue conocido como ‘Aguacerito’ y ‘Trompudo’ Trujillo en El Nacional, equipo en el que triunfó como defensa central. Juan, en cambio, se dedicó a la electricidad.

Los dos tuvieron hijos: Luis, 5 niños y 6 nietos, en cambio, Juan tiene 6 hijos y 9 nietos. La nieta de Luis, Paula Emilia, de 8 años, el año pasado contó a su maestra que su abuelo canta ‘Dulce Jesús mío’. “Ese es nuestro único reconocimiento”. Hace un par de años consiguieron 2 discos originales; son sus recuerdos. Los contemplan. Se abrazan. (I)

DATOS

Según los hermanos Trujillo Echanique, nunca han recibido algún reconocimiento, a pesar de que sus canciones son interpretadas en cada Navidad. “Solo nos recuerdan en esa fecha”, dicen los cantantes.

Empezaron interpretando pasillos tradicionales, pero luego Segundo Bautista observó el talento de los pequeños para los villancicos.

Su tío les hizo grabar un casete que Bautista llevó a los dueños de la disquera Ónix, quienes no dudaron en grabarlos el elepé.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media