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Inepe da sentido al entorno y a la vida de sus estudiantes

Los padres de familia se encargan de arreglar los espacios en los que sus hijos aprenden. Cada alumno entrega su pupitre al nuevo estudiante.
Los padres de familia se encargan de arreglar los espacios en los que sus hijos aprenden. Cada alumno entrega su pupitre al nuevo estudiante.
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Aprender Biología, Química o Matemáticas en el Instituto de Investigación, Educación y Promoción Popular del Ecuador (Inepe) no es aburrido. Basta con sembrar una semilla y determinar si el suelo es apto o no para su germinación o simplemente contemplar los colores de una planta. “Si observamos una vaca con ella podemos aprender la tabla del 4 por el número de sus patas. El trébol nos ayuda con la tabla del 3 y así sucesivamente”, comenta Martha Yuccha, docente de séptimo de básica de este instituto, ubicado a 3.200 msnm, al suroccidente de Quito, donde el viento sopla con intensidad y es posible divisar llamas, borregos o vacas ascendiendo por las calles adoquinadas para disfrutar del pasto del cerro Ungüí.

La pedagogía que guía este centro es la del brasileño Paulo Freire, para quien “todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a cada individuo”. Para eso está el huerto orgánico en el que ponen mano padres, alumnos y vecinos de Isaloma, como prefieren llamarlo los fundadores del Inepe. Este espacio de 7.000m2 es el idóneo para conocer más sobre Las ciencias de la vida.

De aquí salen los productos que sirven para alimentar a los más pequeños y también ofrecer el almuerzo a cerca de 300 estudiantes que están en condiciones de mayor vulnerabilidad. Todos se conocen y saludan; sienten como suya la institución que nació en una pequeña casa de barro hace 30 años y ahora tiene dos edificios, uno de los cuales funciona con paneles solares que brindan calefacción cuando los pequeños del centro infantil así lo requieren.

Este espacio reúne desde recién nacidos hasta los futuros bachilleres. Son cupos limitados, porque así se garantiza una enseñanza personalizada, que incluye a alumnos con diferentes tipos de discapacidad. “Lo primordial es el cariño con el que se les recibe a estos chicos. Esa es la base para que ellos puedan aprender a su ritmo y disfruten de lo que hacen”, recalca Martha.

La instrucción que aquí reciben jóvenes y niños se basa en el respeto, la solidaridad; y sobre todo el conocimiento individual como ser humano. Por ello cada día los cerca de 600 estudiantes desde segundo de básica hasta tercero de bachillerato, cumplen con la jornada de gimnasia matutina, a través de la cual preparan su espíritu, con ejercicios que incluyen yoga para abrir su mente a los nuevos conocimientos. Ningún alumno o padre de familia se refiere a los docentes como ‘teacher o licenciados’. No hay esos vocativos, aquí todos son ‘compas’, lo que permite interactuar al mismo nivel. “Para nosotros lo primordial es el ser humano, sus emociones, por eso concebimos el arte integrado a la educación para generar procesos que respondan a la degradación social”, comenta Patricio Raza, creador del Inepe. Esa además es la razón para que junto a los neonatos del sector que se cuidan en el área infantil del Inepe también estén los hijos de las docentes, que reciben alimentación de sus madres a través de la lactancia.

La institución adapta parte de la filosofía oriental para enriquecer el talento de sus estudiantes. Incluye el aikido (combate de defensa personal) y la educación del talento musical a través del método del japonés Shinichi Suzuki. También se practica la danza aérea. Además se impulsa desde los más pequeños el plan lector para lo cual se cuenta con una biblioteca con centenas de obras donadas por universidades y un aula interactiva con 27 computadoras.

¿Institución privada?

Para los registros del Ministerio de Educación, el Inepe es una institución particular por la que se debería cancelar $ 100 mensuales. Sin embargo sus autoridades pelean por cambiarla a comunitaria ya que aquí no todos los padres de familia tienen para costear la pensión.

Algunos como Mariela Cóndor o Marisela Pillajo entregan su talento para retribuir esa educación. Ellas pintaron cartulinas con leyendas en inglés como parte de los cuentos-parlantes que se les realiza a los pequeños en el inicial 1 y 2. “Nos encanta esta institución porque veo que se respetan entre todos y sobre todo se enseña a compartir. No hay individualismo ni se fomenta la competencia”, dice Mariela. Todas esas experiencias de enseñanza el centro las comparte a través de cursos de formación docente avalados por la Politécnica Nacional. (I)

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