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Sacro y profano, dos conceptos que convergen en el carnaval de Totoras

Este año, cada uno de los tres caporales (priostes mayores de la fiesta) hospedará en su vivienda la reluciente efigie del Niño Carnavalero.
Este año, cada uno de los tres caporales (priostes mayores de la fiesta) hospedará en su vivienda la reluciente efigie del Niño Carnavalero.
Foto: Roberto Chávez / ET
05 de marzo de 2019 - 00:00 - Redacción Intercultural

Caporales, washayos, “doñas”, negros y la banda de pueblo. Estos son los personajes del carnaval en Totoras, parroquia rural del sur de Ambato, no obstante falta uno. El más importante: el Niño Caporal. Se trata de una efigie de Jesús en edad infantil, cuyo culto convoca cada año a miles de fieles de Tungurahua, la región y el país.

La imagen representa el elemento litúrgico y cristiano de la festividad, por contradictorio que suene.

A la par de los juegos con agua, harina y serpentina, de los bailes, los disfraces, la música, los desfiles, la comida y la bebida, las procesiones en honor al Niño acaparan la atención de la gente.

“Históricamente, el carnaval ha sido sinónimo de desenfreno, vicio y descontrol, previo a la Cuaresma. Sin embargo, en Totoras este concepto se ha fusionado perfectamente con la fe”, dijo Manuel Arias, uno de los organizadores del festejo.

Tradición bicentenaria


La costumbre de festejar con bombos y platillos, literalmente, al Niño Caporal o Niño Carnavalero, como también se conoce a la efigie, tiene más de 200 años.

La imagen fue traída por párrocos españoles que fueron designados para predicar el Evangelio en la zona, a inicios del siglo XIX, y desde entonces se la venera.

Las melodías propias de la Banda Caspi, una popular agrupación local, encienden el ambiente de alegría en cada una de las comparsas de Totoras.

“El carnaval tiene origen pagano (hereje, por su inducción al pecado), no obstante se cristianizó. También fue traída por colonos ibéricos, y se instauró en nuestras tierras simultáneamente a la Navidad y Semana Santa”, explicó Jorge Manobanda, catequista y docente ambateño.

Si bien las honras al Jesús de Totoras antiguamente se realizaban en otra fecha, los primeros líderes comunales de Totoras decidieron juntarlas con la época carnavalera con el propósito de impulsar el turismo local.

Con ello consiguieron congregar masivamente a los devotos del Niño, tanto de la parroquia como migrantes asentados en Quito, Guayaquil y hasta del extranjero.

Muchos totoreños (gentilicio local) y sus hijos que residen en Estados Unidos, España, e Italia, entre otras naciones, venimos a mediados de febrero para festejar el carnaval y a la vez participar de las procesiones”, comentó Rebeca Barona, totoreña residente en Estados Unidos.

Al igual que ella, cada año cientos de migrantes viajan para pasar tiempo con sus familiares y amigos, y adicionalmente para colaborar económicamente para las fiestas.

“Sus contribuciones son significativas y sirven para costear parte del carnaval. No obstante son los priostes mayores (caporales) quienes aportan cuantiosas cantidades de dinero, entre $ 5 mil y $ 8 mil, con la finalidad de impulsar el Carnaval del Niño”, agregó Manuel Arias.

Este año los festejos se iniciaron el lunes pasado, cuando se representó el ingreso de cada uno de los personajes a la parroquia, y además se hicieron varios actos litúrgicos en la basílica local.

Los priostes invitan a quienes integran las comparsas a su cargo, a descansar y comer en sus viviendas. Entre ellos también hay niños y adolescentes.

La programación durará hasta el miércoles próximo, tiempo en el que habrá procesiones, degustación de platos típicos como la fritada y jucho de capulí, desfiles, y por su puesto el paseíllo de la insigne Banda Caspi, agrupación que entona melodías compuestas por totoreños.

Personajes

El caporal, un rango de autoridad que existió en tiempos de la Colonia entre las haciendas de la región andina, es el personaje que se encargaba de vigilar el trabajo de los jornaleros, obreros y empleados de las parcelas.

“Por tal motivo en casi toda fiesta de la Sierra centro está presente esta figura, la cual infunde respeto y organiza todas las comparsas. A la par figuran las populares guarichas (danzantes que mezclan elementos de las culturas ibérica e indígena), capitanes, danzantes y negros”, señaló José Luis Rivera historiador de Ambato.

Todos ellos bailan al son de la Banda Caspi e invitan a los espectadores, durante las romerías con el Niño, a u-nirse a los alegres desfiles

La efigie permanece ocho días en la casa de cada Caporal (prioste mayor). Este año se eligieron tres. Cada uno invita a los turistas a sus viviendas a comer y beber.

Para el domingo y lunes últimos estaba planificada una masiva cabalgata hacia el sector La Loma, donde se harán actos de fe y degustación de comidas típicas. (I)

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