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El Telégrafo
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La localidad está ubicada a 30 minutos del centro de Manta

Los comuneros de Santa Rosa dejaron de lado la agricultura para dedicarse de lleno a la pesca

Las jornadas de pesca inician diariamente a las 15:00 y se extienden hasta la madrugada del día siguiente.
Las jornadas de pesca inician diariamente a las 15:00 y se extienden hasta la madrugada del día siguiente.
Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
17 de enero de 2016 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

A un costado de la Ruta del Spondylus, al pie del mar, pescadores ultiman detalles para salir a la faena.  Faltando pocas horas para el ocaso, las lanchas comienzan a partir.

Mártires Pilligua tiene todo listo. Se despide de sus familiares porque estará más de 10 horas fuera de casa capturando especies marinas como perela, cabezudo, camotillo y colorado, a 15 millas de la costa de Santa Rosa, comunidad donde habita, ubicada en la parroquia rural San Lorenzo de Manta.

En esta jurisdicción, la mayoría de los hombres se dedican al oficio de pescar. Pilligua lleva su equipo de trabajo, agua y comida. Aprovecha la noche para salir y amanecer ya en su localidad bajando la carga. Tenía 2 meses que no salía a faenar en la fibra, ya que el motor se dañó.

No obstante, aprovechó para irse en un barco y conseguir recursos económicos mientras pone a punto su pequeña embarcación, comenta el hombre, al tiempo que prepara  40 piedras para los espineles.

Néstor Alarcón es otro pescador  de la comunidad. Tiene más de 25 años en la actividad, la cual alternaba antes con la agricultura. Sembraba en las montañas de la comunidad. Cuenta que no fallaban productos como la yuca, el plátano, la naranja, el guineo y hasta el café.

“Pero comenzaron los tiempos de sequía y cada quien fue abandonando el oficio”, relata este hombre, que ahora faena en la lancha Cristian, a 28 millas de distancia, pasando la Isla de La Plata.

A sus 84 años, Virgilio Alarcón recuerda las visitas constantes a su finca, en lo más alto de Santa Rosa, donde el verde resplandecía por la siembra y el olor del campo perduraba. “Antes llovía y había garúa. Uno salía de la montaña remangado para no mojarse. Ahora son otros tiempos. Miro y busco el verde, pero desapareció, ya no huele a campo. Todo es pálido y seco. Así no se puede sembrar”, expresa el longevo.

Virgilio se queja del clima. Diariamente la temperatura sobrepasa los 30 °C. “Con estos calores uno tiene que dormir como Dios nos mandó al mundo”, sonríe.

Dejando atrás la agricultura, este anciano cuenta que también se dedicó por un tiempo a la pesca. “Antes trabajaba con trasmallo (arte de pesca formado por 3 redes), y pez que iba pasando, pez que se iba quedando”, lanza.

Resalta que antes se podía jugar en la orilla, pero que ahora el mar ha ganado espacio. “Recuerdo que jugábamos fútbol con los vecinos, pero ahora los chicos no lo pueden hacer”, indica.

Fiestas de la localidad

El comercio, la música y la alegría de los habitantes se mezclan al llegar agosto. En ese mes, se dedican 4 días a Santa Rosa (patrona de la localidad) y San Ramón. A partir del 28 comienzan las fiestas que se efectúan frente a la iglesia que lleva el nombre de la patrona de la localidad, donde hay una cancha.

A la jurisdicción llegan bandas musicales y la celebración es de día y de noche. “Uno se divierte mucho”, comenta Alarcón.

Los pescadores dejan sus faenas en esos días para también ser parte de la celebración. A Virgilio, en una oportunidad le tocó ser padrino y asegura que gracias a eso “quedó bien con la Virgen”.

Luego del 31 de agosto, vuelven a sus actividades normales.

A pocos metros de la casa de don Virgilio habita Cristina Reyes. Ella encarna los anzuelos que su esposo usará en el día de pesca. Es una tarea que lleva cada vez que su cónyuge sale a recorrer el mar en busca del producto.

Pero el oficio que ella, como otras mujeres, tiene no queda solo en esa actividad. A las 02:00 está de pie para bajar y halar pangas. Por cada bote al que ayuda obtiene un pescado, el cual vende en no más de $ 0,50. “A veces recojo entre $ 3 y $ 4, lo que sirve para el lunch de mi hija y otras cosas, con eso nos ayudamos”, refiere la mujer, quien asegura que el pueblo desde muy temprano está en pie y que pasadas las 22:00 ya todos duermen.

Eladio Mero (71 años), habitante del lugar,  fue por algunos años dirigente de la comunidad. A él le preocupa que se estén quedando sin playa, rememorando que era un balneario hermoso.

Precisamente por eso son pocos los turistas que arriban. El mar  avanza, incluso ha dañado unas cabañas que estaban en el balneario.

Comenta que sostuvo diálogos con la Prefectura, en los que expuso este malestar. Sugirió que se haga un mejoramiento en una extensión de 200 metros hacia el varadero, con el propósito de que haya espacios llamativos para los turistas.

Uno de los inconvenientes que menciona es que en la localidad se abastecen con agua por medio de tanqueros, debido a que no hay red de agua potable.

Antes hubo 2 proyectos para proveer del líquido vital a Santa Rosa, pero no se efectivizaron. “Sin embargo ahora la Refinería del Pacífico va a dotarnos de agua. Ya tenemos 2 tanques grandes. Harán la prueba para ver cómo trabaja el proyecto”, explica Mero, quien es uno de los 500 habitantes de esta comunidad donde, asegura, no existe delincuencia.

Otro de los temas que preocupa a este hombre es que la energía eléctrica también falla.

“Hay días en los que la energía se corta a las 6 de la tarde y no se reconecta hasta el otro día. Así ocurre varias veces y nos dejan a oscuras toda la noche”, dice el exdirectivo comunero, quien fue sucedido por Líder Murillo.

Mientras Mero habla sobre las falencias de la zona, un grupo de pescadores y jóvenes juega fútbol en la cancha de cemento de la comunidad. Es un lugar donde el deporte se alterna con los oficios. Muchos hasta hacen apuestas.

Domingo Alvia es uno de los habitantes que se viste de corto para jugar voleibol o a veces índor. Son más de 50 pescadores que aprovechan el tiempo libre demostrando talento en la cancha.

En ocasiones, los graderíos del lugar se llenan para ver jugar a los peloteros de Santa Rosa, una localidad pintoresca, en la que un día los sembríos dejaron de ser y sus hombres se fueron de lleno al mar, pero en la que los cambios climáticos no hacen mella en el empuje de su gente. (I)

Santa Rosa está ubicado al sur de Manta. Es uno de los balnearios de la Ruta del Spondylus. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo

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