“Soy la voz de todo un pueblo, por eso canto con pasión”, dice con firmeza Tamya Morán, cantautora de Cotacachi de 23 años.

Ama Toa o Pacha Mama es la esencia de su canto y lo que le da fuerza para superar las dificultades que se presentan en su camino musical por ser —dice— mujer e indígena. Su nombre significa Lluvia de Flores, nació en los brazos de una familia humilde y soñadora. Desde niña, entre risas, juegos y cuentos, aprendió sobre el amor a la naturaleza, a la vida y a su pueblo.

Cuando era pequeña las mesas donde su padre hacía las alpargatas fueron sus escenarios. Él la impulsaba a cantar, la llamaba ‘Cristina Castro’, en relación con el cantante mexicano Cristian Castro.

Empezó a componer sus líricas a los 6 años, a los 11 inició sus estudios en música en el Instituto Superior Luis Ulpiano de Cotacachi, que quedaba a 40 minutos caminando de su casa. Ahí aprendió a entonar el acordeón, la guitarra, el piano y un poco de clarinete.

Tamya se ríe al recordar cómo obtuvo los instrumentos para practicar. Su madre consiguió un requinto de segunda a $ 20 y Tamya lo adecuó para que sea su guitarra; diseñó un piano de cartón para repasar en casa y solía ir 30 minutos con anticipación a la clase para poder sentir la sensación de la tecla pesada del piano verdadero y no tener problemas al momento de presentar los deberes; el clarinete fue temporal y el acordeón le prestaban en el colegio. En ese instituto obtuvo la tecnología en docencia musical. Hace 2 años y medio comenzó a estudiar su licenciatura en música contemporánea en la Universidad San Francisco de Quito, especializándose en canto.

Sus líricas están inspiradas en las luchas de mujeres y hombres como Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, Fernando Daquilema, Fausto Reinaga, entre otros.

“Alguien me dijo una vez: ‘Tú eres la voz de los que han sido olvidados, de los que han sido obligados a callar’”.

Su primer disco se denomina Chuyanlla, Transparencia. Contiene 10 temas de diversos géneros como pasillo, bomba, sanjuanito, etc. Dentro de un proyecto especial en la Universidad grabó el disco Muskupay Muyu, Semilla de un sueño, con varios temas de su autoría.

Los reconocimientos a su trabajo no se han hecho esperar. Con su tema ‘Dile no a los prejuicios’ obtuvo una placa de reconocimiento por parte de la ONU Ecuador por alcanzar el primer lugar a escala nacional en un concurso de autores. También recibió de las manos del Colectivo Andino Ecuatoriano Mushuk Nina el reconocimiento como Embajadora Musical Indígena 2016. Asimismo el Municipio de Cotacachi le otorgó una placa por dejar en alto a su ciudad gracias a su talento musical.

El camino por la música no ha sido fácil, ha tenido que enfrentarse al racismo en una sociedad —comenta— donde generalmente las oportunidades se han hecho para los que tienen poder o se codean junto a él.

“Por nuestro pasado colonial muchas veces no entramos en ese grupo selecto, contra el racismo, el machismo, el clasismo, son la batallas que debo enfrentar diariamente y no solamente yo, sino la mayoría de mujeres, todos los que sufrimos y buscamos construir una sociedad más equitativa”.

Esta realidad no ha frenado su canto. Para Tamya la música siempre debe construir algo nuevo y no destruir las cosas buenas de la vida.

Ni el dinero, ni el machismo, ni el racismo, ni la religión, impidieron que llegue a sus metas y alcance sus sueños. “Siendo mujeres debemos ser más fuertes y no depender de nadie”, comenta Tamya y agrega que es el ejemplo que quiere dejar a las futuras generaciones. Ya su padre le decía que va a llegar muy alto pero que no lo consiga haciendo daño a nadie.

Quiere conseguir su masterado en España, viajar por el mundo para conocer la música de otros continentes, dar conciertos en varios países para mostrar su cultura y después regresar a Ecuador para ser docente musical. (I)