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El recolector, ese atleta que corre 15 km al día y no gana medallas

Durante alrededor de 7 horas, un recolector de desechos solo descansa cuando viaja al siguiente punto.
Durante alrededor de 7 horas, un recolector de desechos solo descansa cuando viaja al siguiente punto.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
13 de agosto de 2016 - 00:00 - Luis Almeida

Podrían participar en una carrera de fondo y rivalizar con alguno de los mejores levantadores de pesas del mundo.

No se trata, sin embargo, de atletas que ganen medallas y tampoco aparecen en las portadas de revistas deportivas o periódicos. Su trabajo es anónimo, a pesar de que de este depende la salud de millones de personas y la imagen de la ciudad.

Son los recolectores de basura, cuya actividad es incesante durante las jornadas de aproximadamente 7 horas en las que laboran.

Según datos de la empresa municipal de aseo de Quito, un gestor de desechos (su nombre técnico) corre, en promedio, 15 kilómetros diarios y carga el equivalente a 340 cilindros de gas (unos 5.100 kilos).

Cada equipo de trabajo lo conforman 3 personas, al que complementa el conductor del vehículo en el que se acopia y transporta la basura. Viajan colgados de los estribos posteriores y, a veces, ni quiera esperan que el automotor se detenga para emprender la carrera hasta el siguiente punto en donde se acumulan los desechos.

Guardan una especie de mapa mental de la zona en la que trabajan, lo que les permite saber hacia dónde dirigirse casi sin dudarlo.

Algo similar ocurre con los choferes de los automotores, que aunque reciben indicaciones de la dirección de operaciones de la empresa de aseo, perfeccionan las rutas con base en su experiencia diaria.

Así lo asegura Winston Almeida quien, entre otras zonas, recorre durante las noches el sector de Amagasí de El Inca como si se tratara de su casa.

Almeida parece saber a la perfección en qué calles cabe el vehículo recolector; en dónde debe ingresar de reversa y en qué lugares es imposible internarse. Estos puntos, sin embargo, no dejan de cubrirse y sus compañeros de trabajo se encargan de escabullirse en callejones y pasajes estrechos para acarrear fundas, costales y cartones hasta el carro recolector.

Cuando el vehículo tiene completa su carga, el conductor y uno de sus ayudantes se dirigen a la estación de transferencia más cercana para depositarla. Mientras tanto, los otros 2 integrantes del grupo se quedan en la zona ‘paqueteando’ la basura.

El proceso consiste en agrupar los desperdicios en uno o varios puntos para que el trabajo resulte más fácil cuando el carro regrese.

En los últimos años, no pocos cambios han ocurrido en el trabajo. Entre ellos está la eliminación de la tradicional campana de metal o el uso de música para anunciar la cercanía del vehículo recolector por considerarse que estos métodos causan contaminación auditiva.

La labor de los gestores es complementada con otros empleados del sistema de limpieza de Quito. Entre ellos están los barrenderos, conocidos antiguamente con el término kichwa de capariches.

Según cálculos municipales, la distancia diaria que recorren estos en la ciudad equivale a realizar un viaje entre Quito y Loja.

El barrido manual recibe el apoyo de barredoras mecánicas. Además, carros de hidrolavado limpian los espacios públicos.

En conjunto, todos recogen alrededor de 2 mil toneladas diarias de basura en la ciudad, con lo que se podría llenar el estadio Olímpico Atahualpa cada 2 meses. (I)

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