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Estética de un amor de verano

Estética de un amor de verano
01 de julio de 2018 - 00:00 - Iván Rodrigo Mendizábal, Investigador y docente unversitario

Una clave para poder ver la película de Luca Guadagnino, Llámame por tu nombre (2017) es, sin duda, el arte clásico romano. Esta referencia es ineludible a la hora de comprender el sentido que da a su filme el director italiano: un fresco sobre las relaciones entre dos seres humanos al calor del verano.

La cuestión es simple: un muchacho, en el despertar de su sexualidad, pronto halla su complemento en un norteamericano que va a Italia a recoger evidencias para un trabajo académico en torno al arte clásico romano. Si bien la película no es una exposición sobre el propio arte,  toma de este lo que tiene que ver con lo sensible. Un primer nivel se asienta sobre tal tópico. El despertar a la sexualidad es un despertar a la sensibilidad. La campiña italiana, un pueblo apacible, una casona antigua y el clima de verano propician el autoconocimiento de sí y el despliegue de una pasión amorosa que, poco a poco, va dejando caminos abiertos a los protagonistas. En la película nada está resuelto, más bien, se deja a que los protagonistas sean dueños de sus decisiones y destinos: allá se afirma incluso la imagen del adolescente mirando el fuego de la casa, frente a la cámara, como si fuera también una mirada interrogante al espectador. El propio padre, a sabiendas que allá se ha dado un giro en las relaciones humanas, le dice al adolescente que en sus manos estaría el horizonte que quiera tomar. Un segundo nivel, entonces, tiene que ver con la idea de tolerancia. En el arte clásico romano, la exposición de los cuerpos, las marmóreas curvas de los personajes y el dinamismo de los músculos frente a otros cuerpos hace que veamos, detrás de tales  representaciones, una sociedad que tolera, una sociedad liberal, donde los roles estaban definidos. Las relaciones humanas no son excluyentes: para la mirada moderna, podrían ser homosexuales o heterosexuales (dado que los protagonistas también tienen relaciones con otras parejas).  La cuestión que deja claro la imagen cinematográfica es que, en el terreno de lo sensible, de la piel, de los cuerpos, del amor apasionado, la ambigüedad juega un rol determinante. Esto implica que Llámame por tu nombre es una obra que pretende emplear la misma connotación del arte clásico, pues, gracias a una imagen preciosista, a un trabajo estético que provoca a nuestra sensibilidad, la idea es admirar cómo emerge, a través de una relación de cuerpos y pasiones, el amor sublime. (O)

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