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El básquet perdió su espacio por el “bichito del fútbol”

El básquet perdió su espacio  por el “bichito del fútbol”
12 de abril de 2011 - 00:00

El espectáculo es agradable. Los encuentros tienen un nivel técnico que satisface, jugadores (as)  con oficio, calidad y capacidad, pese a su juventud, constituyen la nueva camada del baloncesto de Pichincha.

Sin embargo, los encuentros se desarrollan entre familia. Muy pocos espectadores asisten a las programaciones en el tradicional escenario de la calle Olmedo y eso es motivo de preocupación de dirigentes, jugadores y entrenadores.
Este panorama se viene presentando de un  tiempo atrás hasta  ahora, salvo excepciones. ¿Por qué ha decrecido el interés de la otrora gran afición que tuvo el básquetbol capitalino, que inclusive llegó a ser el segundo deporte en preferencia, después del fútbol?

La gestión dirigencial no ha logrado los éxitos anhelados ni la ejecutividad que demanda esta actividad deportiva.

Su labor está supeditada a las directrices de la cúpula de la matriz provincial del deporte y además “la gente se ha corrido porque no hay la difusión necesaria por parte de la prensa, no tenemos su apoyo, vivimos en un país futbolizado y la verdad es que al básquet lo tienen abandonado”, sostiene Marcelo Oquendo, ex árbitro FIBA por mucho tiempo, hoy retirado de la actividad.

El fútbol le ha restado  espacio e interés al baloncesto de la provincia en los medios informativos, es algo inocultable. Así lo afirma el “colorado”, como se lo conoce en el medio. “Estoy seguro, el fútbol no tiene la culpa, lo que pasa es que el fútbol es dinero y todo se mueve a través de eso y la cobertura del básquet no le interesa mucho a la prensa, porque económicamente no significa nada en los actuales momentos”, sostiene.

La frecuencia y los horarios establecidos para la realización de los encuentros (tres días a la semana, incluyendo los sábados) no permiten una información actualizada de los medios escritos, especialmente para que los aficionados se enteren  con detalle y puedan seguir los torneos hasta provocar su asistencia, son reflexiones del técnico Patricio Ponce, del club Mavort.

La estructura y conformación de los equipos debe tener una tendencia igualitaria entre los clubes  protagonistas, con sustento económico garantizado para aquellos que no alcanzan tal dimensión, para lograr un nivel parejo, anota Ponce,  ex DT de la Escuela Politécnica del Ejército.

Aquello puede ser factible si se  logra el respaldo de la empresa privada para vender el producto que se llama basquetbol. “Se  debe hacer una selección de los mejores jugadores juveniles de Pichincha y distribuirlos entre los diferentes equipos, dejando a un lado el campeonismo”, señala.

La idea es mejorar el baloncesto y despertar interés del público, porque -Ponce coincide- el fútbol profesional  es un deporte popular y le ha restado espacio no solo al basquetbol, porque abarca sus propios intereses; pero “si hay una buena difusión, una planificación bien elaborada, con suficiente antelación, los medios de comunicación responden positivamente y se puede pensar en mejores asistencias”.

Los jugadores (as) son parte del engranaje. Han surgido elementos de notables condiciones, sin embargo, dadas las actuales circunstancias, pasan inadvertidos y sin mayor aliciente que el respaldo de sus familiares.

Felipe Guillermo Gómez, jugador del quinteto del Mavort, es una de aquellas jóvenes figuras que buscan su espacio y no está al margen del golpe anímico tras observar graderíos vacíos.

“La problemática aquí en Quito y Pichincha es que la gente apoya más al fútbol y está perdiendo su amor por el básquet; nosotros damos un buen espectáculo y tratamos de salvar lo poco que queda del baloncesto, y los que vienen (aficionados) nos animan y salen contentos, por eso agradecemos mucho”, señala.

Entre los aproximadamente cien espectadores que regularmente asisten a las programaciones, se encuentra Julio Ñacato, quiteño de 60 años, padre de Darwin Ñacato, uno de los árbitros que dirigen el certamen provincial, quien comparte los criterios del deportista.

No hay un “ídolo” que demande la presencia de los aficionados, sostiene Carlos Santacruz, dirigente, como cuando el San Pedro Pascual jugaba con coliseo lleno ante rivales de notable poder de convocatoria.

Marco Leiva, administrador del coliseo cubierto Julio César  Hidalgo, afirma que el escenario fue remodelado y presta cierto confort  y seguridad a los espectadores, “pero ni así se tiene buenas asistencias en los campeonatos”.

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