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El Telégrafo
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El álbum del Mundial mantiene vivo el niño interior

La isla de Panini ubicada en el Mall del Sol es uno de los puntos de encuentro para el intercambio de los cromos.
La isla de Panini ubicada en el Mall del Sol es uno de los puntos de encuentro para el intercambio de los cromos.
Bianca Valverde
13 de junio de 2018 - 14:50

Pablo, Daniel, Jorge y Diego no se conocen pero algo tienen dos cosas en común: en los recreos de su niñez intercambiaban figuras del álbum de los Mundiales de fútbol y hoy mantienen su vivo este hobby que les cuesta alrededor de $120. Cuando eran pequeños lo hacían junto a sus padres o abuelos y hoy lo hacen junto a sus hijos.

Tomar uno de los sobres al azar, romperlo, sacar las figuritas de los jugadores y pegarlo correctamente en el espacio asignado, es un ritual que sienten que deben de cumplir cada cuatro años.

“Con este álbum me tuve que ir hasta a Durán y recorrer medio Guayaquil solo por conseguir los cromos que no me salían”, dice Pablo Caicedo, coleccionista desde Mundial Francia 1998. Hoy le agradece a la difusión en los grupos de Facebook porque antes centros comerciales servían como punto de encuentro y donde los chicos iban “a ciegas” a cambiar.

“Este año rompí el sobre en vivo y siempre con la primera figura que veo, siento que algo extraordinario hará ese jugador o esa selección en la cancha”, indicó Diego Arcos, periodista deportivo. Él colecciona los álbumes desde 1978 y hoy están repartidos entre su domicilio y el de su mamá.

Al tener estos ejemplares, se dio cuenta que puede ser ordenado con los datos precisos de los eventos de este tipo. Entonces, el álbum se convirtió en una guía para el periodista, hincha y amante de este deporte.

Jorge Baldeón, Productor en Pública FM, cree que la afición por las colecciones viene de familia, amigos, trabajo y la comunidad que hoy se apoya en redes sociales donde se cuantifica su difusión. Esa misma afición es la que desea “heredarle” a su hijo que está llenando su propio ejemplar.

Recuerda con una gran sonrisa cuando pudo pegar cromo de Diego Maradona y Dunga en la edición de 1990. “En esa época de la niñez uno los veía inalcanzables y cuando se los lograba conseguir y había satisfacción enorme”.

Desde el mundial de Francia de 1998, Daniel Cuenca ha completado los álbumes con su abuelo. Cuenta que en la escuela le confiscaron un álbum completo porque no atendía en las clases.

“Tuve que prometerme a no llevarlo más porque sentía que me podrían quitar un tesoro que me había costado mis mesadas y meses de búsqueda", comenta. Su edición de Rusia 2018 pudo ser completada en dos semanas porque tuvo las facilidades económicas y estuvo intercambiando en la isla de Mall del Sol.

Caicedo recomienda a los nuevos coleccionistas intercambiar los hologramas por los mismos, no por los de los jugadores porque son más difíciles de conseguir porque no hay cromos difíciles. Sin embargo, reconoce que la primera vez que Ecuador fue al Mundial Corea - Japón 2012, “sufrió” obtener los cromos de la “Tri”.

Para estos coleccionistas, llenar un álbum del Mundial representa ‘ese entretenimiento sano y gusto económico’ que solo se pueden dar cada cuatro años, cuando el fútbol invade casa pantalla. También ofrece a la oportunidad de traer recuerdos de la infancia en donde la felicidad se traducía en la foto de su jugador favorito y un balón de fútbol. (I)

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