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Cuatro relatos infantiles que inspiran

Cuatro relatos infantiles que inspiran
24 de diciembre de 2019 - 00:00 - Redacción Fanático

Por Génesis Macías, primera raqueta de Ecuador
El tenis de mesa me transmite tranquilidad. No es un deporte agresivo. Me exige concentración constante y total. No hay espacio para descuidos. Es muy divertido, rápido y competitivo.  

Mejora la velocidad y coordinación de mis movimientos. La práctica continua del tenis de mesa me ha ayudado mucho al desarrollo de la coordinación mano-ojo. 

Para jugar bien el tenis de mesa es necesario que las manos y los ojos trabajen de forma coordinada, eso lo he ido perfeccionando poco a poco con la práctica. Además, debo realizar todo el tiempo movimientos rápidos, lo que ayuda a que se desarrolle mi agilidad.

El tenis de mesa es un complemento perfecto para mis actividades académicas. Me ha ayudado a incrementar la capacidad de concentrarme, ya que para jugar se debe mantener en todo momento el foco de atención en la pelota, con lo que se acaba consiguiendo una mejor concentración.

También es un buen ejercicio para mantener el cerebro activo, ha aumentado mi capacidad cognitiva.

¿Por qué le recomiendo a otros niños practicarlo? Pues por todo lo que mencioné unas líneas atrás y porque es un ejercicio muy saludable para el cerebro en general. Incide especialmente en la capacidad de retención y memoria.

Se trata de un deporte en el que se deben poner en juego técnicas, se deben anticipar los movimientos del contrincante mientras se está jugando a una gran velocidad. ¿Eres olvidadizo? pues el tenis de mesa te puede ayudar porque es un ejercicio estupendo para mejorar la memoria.

Yo estoy enamorada de mi deporte. Por eso me gusta investigar sobre sus cualidades. Según algunos especialistas, el tenis de mesa ayuda en la prevención del Alzhéimer o el Párkinson.

Un beneficio muy importante del tenis de mesa es que ayuda a mejorar el estado de ánimo y el humor.

A estas alturas ustedes se preguntarán cómo y cuándo empecé a practicarlo. Justamente eso es lo que les voy a contar ahora.

Yo juego tenis de mesa desde los seis años. Empecé con lo básico, como todos: haciendo cascaritas con las pelotas, haciendo sombras frente al espejo.

Mis entrenadores me dicen que yo me desarrollé muy rápido en esta disciplina. Fueron ellos los que convencieron a mi mamá para que yo siga entrenando. Vieron que tenía condiciones para el nivel competitivo y aquí estoy. 

Nadie me frena. Este año me convertí en la primera raqueta de Ecuador en la categoría 12 años. Lideraré al equipo nacional que competirá en el Campeonato Sudamericano que se realizará en marzo, en Lima (Perú).

¡Ya ven!, con constancia, determinación y decisión se cumplen los sueños y se logran los objetivos.

Los invito a hacer lo mismo. No importa la edad que tengan. Si tienes 5, 6, 7, 8 o 50 años. Nunca es tarde para empezar.   

Ahora mi sueño es más grande. Quiero ser campeona sudamericana para clasificar al Campeonato Latino de 2020. Es mi anhelo de Navidad. También quiero jugar en el Circuito Mundial, aunque sé que eso me tomará más tiempo.

No los quiero cansar con tantas palabras. Solo quería compartir con usted cómo siento, cómo vivo y cómo disfruto el tenis de mesa. Feliz Navidad para todos. (O)

Por Áxel Santos, campeón Nacional Ecuajunior
Mi historia en el tenis empezó en una canchita de cemento en el barrio Cristo Rey, en Manta. Era chiquito pero mis sueños eran muy grandes. Y lo siguen siendo.

Tenía cinco años cuando tomé por primera vez una raqueta en mis manos. Me sentí poderoso, como si estuviera sosteniendo una gran espada. Pensé que no iba a poder manejarla porque era grande y pesada, pero bastaron dos sesiones para dominarla por completo. Eso fue gratificante.

Han pasado siete años desde que ingresé a un curso vacacional que despertó mi afición por el tenis. Fue como si se tratase de un amor a primera vista. El tenis me hizo sentir lo que no pudo el fútbol.  

Desde entonces la raqueta es mi mejor compañera. Me hace sentir fuerte. Bueno, tampoco me puede faltar mi gorra de la suerte. 

En la cancha me siento libre. Correr de un lado a otro  me hace sentir fuerte. Salvar un punto me produce una sensación indescriptible. ¿Cómo podría explicarles? No lo sé. No sé cómo convertir en palabras todo lo que siento gracias al tenis. No lo cambio por nada.

El tenis me divierte. Más aún cuando entreno con mis amigos y tratamos de imitar a los tenistas que admiramos. Yo admiro a Roger Federer. ¿A quién admiras tú?

Cuando estoy en cancha experimento un carrusel de emociones: alegría, miedos, frustración, tristeza, adrenalina, sorpresas. Si te gusta experimentar todo eso en un corto período de tiempo, lo tuyo es el tenis.  

Particularmente disfruto más el tenis cuando me enfrento a rivales fuertes o de mayor nivel que yo. Me gustan esos desafíos que me ponen a prueba al máximo. 

Quiero ser profesional. Quiero ser mejor que Roger Federer. Esa es mi meta mayor y la voy a cumplir.

Por ahora he dado uno de los primeros pasos. Hace dos semanas gané el Máster Ecuajunior en Guayaquil y cierro el 2019 primero en el ranking de mi categoría. Razones suficientes para creer que tengo futuro en el tenis. 

Para el próximo año me he planteado ganarle a mi profesor, Andrés Plúas. Aunque para eso debo mejorar mucho mi derecha y mi revés.

¿Ahora quieren que les diga cuáles son los beneficios de este deporte? Vamos a ver si logro convencerlos con los que les voy a decir.

La primera ventaja que aporta a los niños, como todo deporte, es la actividad aeróbica y anaeróbica. Les sirve para descargar la energía que tienen acumulada por los nervios de ir al colegio, hacer los deberes, estudiar para un examen o por otros temas extraescolares. Particularmente a mí me ha ayudado mucho.

El tenis es muy beneficioso para los niños nerviosos o hiperactivos,  ya que es muy intenso y aporta reglas y disciplina que tienen que cumplir si quieren seguir aprendiendo este deporte. Si ese es tu caso, ¡bingo! debes empezar a jugar lo más pronto posible.  

El tenis ha reforzado mi confianza, me siento más seguro para tomar rápidamente las decisiones. Cuando comienzo a golpear varias veces bien la pelota y a ganar partidos, empiezo a ganar en autoestima también. ¡Qué lindo que se siente!  

Espero haberlos convencido de que empiecen a jugar tenis. No importa si no quieren ser profesionales, los invito a experimentar las sensaciones de estar en la cancha. Felices fiestas. (O)

Por María de los Ángeles Villao, campeona Nacional Sub-12
Lógicamente prefiero patinar y aguantar caídas sobre la pista de cemento que escribir. Pero estas palabras surgen de mi deseo de que cada vez más niñas y niños se interesen por el patinaje artístico o por otros deportes. Eso me motiva.

Vivo el patinaje artístico con   intensidad. No me gusta faltar a los entrenamientos. Si estoy con gripe bajo las cargas físicas, no puedo dejar de estar en la pista. Por eso, mi deporte, el patinaje, será eternamente mi mayor regalo de Navidad. ¿Cuál es el tuyo?  

Este año el patinaje me brindó muchas alegrías. Fui segunda en la modalidad libre del Sudamericano de Patinaje Artístico que se realizó en Brasil. Me sentí muy bien cuando estuve en el podio recibiendo mi medalla de plata. Se me salieron las lágrimas, sin exagerar.  

En Orlando, Florida (EE.UU.), me fue mejor. Me colgué una medalla de oro en la modalidad libre y una de plata en figuras.     

Y en los campeonatos nacionales estoy imparable. Soy campeona en ambas modalidades: libre y figura. 

Una medalla es un regalo irremplazable. Porque es el resultado de horas de entrenamiento, de golpes y duras caídas. ¡Qué más puedo pedir! Mi deporte es mi regalo perfecto.         

Por eso, si a tu hijo o hija le gusta subirse en los patines y deslizarse por el pavimento, puedes inscribirlo en clases de patinaje para que adquiera más seguridad y domine mejor su equilibrio.   

El objetivo de las clases de patinaje, aparte de estar basadas en ejercicios y juegos para enseñar y entretener a los niños, es que los pequeños aprendan habilidades básicas del desplazamiento. Que vayan adquiriendo equilibrio y destreza para cambiar de dirección, patinar con obstáculos, participar en carreras y aprender algunas posturas básicas del patinaje artístico.  

Por lo general, los niños pueden empezar a patinar desde los 4 años. Los grupos o categorías suelen ser niños de 4 a 6 años, de 7 a 12 y a partir de los 12 años. 

En mi caso empecé a los cinco años, motivada por una amiga de mi mamá. Me gustó el hecho de hacer saltos y giros con música. Ese como ser una bailarina sobre ruedas. ¿No les parece emocionante? Pues a mí sí. 

El patinaje me produce adrenalina. Siento mucha alegría cuando los movimientos me salen bien y frustración cuando caigo al piso. Eso es parte del oficio.

Siempre invito a mis amigas del colegio para que vengan a entrenar, pero me dicen que les da miedo caerse y fracturarse.  

Las caídas son normales en este deporte. Pero hay que aprender a levantarse y seguir patinando. Caerse y quedarse en el piso no es una opción. El show debe continuar.

¿Que si me he caído fuerte? Sí, no puedo negarlo. Pero nunca me he fracturado. Ojalá que eso nunca pase.   

El patinaje es una experiencia saludable y amena pero, más allá de eso, una de las enseñanzas más importantes es aprender a caer para evitar lesiones graves.

El próximo año subiré de categoría. ¡Estoy emocionada y al mismo tiempo asustada! Tendré más exigencia, más desafíos. Confío en mis capacidades.

También confío en que estas palabras hayan servido de motivación para que empiecen a practicar patinaje y que se regalen muchas alegrías sobre la pista. (O)

Por Kiara Rodríguez, campeona Mundial y Panamericana de Salto Largo
Este año recibí mi regalo de Navidad anticipado. Mejor dicho, fueron cuatro grandes regalos, los mejores de mi vida y de mi carrera deportiva. El 2019 será un año inolvidable. ¿Quieren saber por qué? 

En agosto gané tres medallas en el Mundial Junior de Paratletismo en Nottill, Suiza. Estuve imparable en los 100 y 200 metros y en el salto de longitud. 

Ese mismo mes conseguí  mi primera medalla de oro Panamericana en los Juegos Parapanamericanos de Lima,  también en salto de longitud. Me preparé mucho para esa prueba y el esfuerzo dio resultados.

Ese día lloré mucho en el podio. Lloré de felicidad, de emoción. No podía creerlo. Había muchos fotógrafos delante mío durante la premiación. Nunca imaginé salir en las portadas de los periódicos y en los noticiarios.

Ese triunfo lo asumí con mucha madurez, gracias al apoyo de mi entrenador y de mi familia. La humildad me ayudó a conseguir dos regalos más de los que les voy a hablar a continuación.

A inicios de noviembre viajé a Doha (Qatar) para competir en el Mundial Absoluto de Paratletismo. Fui con mucha ilusión y confianza. Esa medalla de oro tenía que ser mía y así fue.

En Dubái registré una marca de 5 metros y 52 centímetros, en la categoría T47, con ella subí al primer escalón del podio. ¡Qué emoción! Un título mundial absoluto no se consigue todos los días.

Pero había más. Ese triunfo me clasificó directamente a los Juegos Paralímpicos Tokio 2020. ¡Qué dicha! Competiré en mis primeras olimpiadas. 

No puedo pedirle más a la vida. Estos son mis mayores regalos de Navidad. Disfruto lo que hago y quiero llegar lejos. No me he puesto límites. Regresaré al país con una medalla olímpica. Esa es mi meta. 

Todo me ha sucedido muy rápido. En menos de un año logré tres títulos importantes en mi carrera deportiva. Nunca imaginé estar donde estoy ahora.  

Yo nací con parálisis braquial, una lesión en los nervios periféricos del plexo braquial que afectó mis extremidades superiores y que sobreviene por un traumatismo producido en el mecanismo del parto.   

No tengo movilidad y sensibilidad en el brazo izquierdo, pero eso no me impide “volar” en la pista de atletismo. Allí me siento feliz, tranquila.  

Yo nunca gateé. Me cuenta mi mamá que tuvo un embarazo normal y sin contratiempos. Pero que todo se complicó en el momento del alumbramiento. 

Mi cabeza salió, pero no mis hombros. Los doctores tuvieron que romperme la clavícula para forzar la salida, ya que me estaba poniendo verde tras media hora de esfuerzo infructuoso de los médicos.  

Nací y la vida también es un regalo. Es quizá el más importante de todos porque si no estuviera aquí, no les hubiera podido dar alegrías al país y a mi familia.

Sin vida no hubiera conocido el atletismo. Empecé a practicarlo hace cuatro años por casualidad. El entrenador cubano Lázaro Pérez llegó a la Unidad Educativa Réplica Guayaquil con el propósito de reclutar alumnas para las pruebas de lanzamiento. 

Yo practicaba vóley cuando era niña, pero después lo dejé. Antes de empezar en el atletismo tenía una vida sedentaria. Pero ya es parte del pasado. (O)

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