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El Telégrafo
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Augusto Itúrburu, un hombre de palabras justas

Esta fotografía muestra a Augusto Itúrburu en el lugar donde más le gustaba estar: en la redacción. Fue tomada durante una de las largas jornadas de trabajo que tuvo la sección en 2014, a propósito del Mundial de Brasil.
Esta fotografía muestra a Augusto Itúrburu en el lugar donde más le gustaba estar: en la redacción. Fue tomada durante una de las largas jornadas de trabajo que tuvo la sección en 2014, a propósito del Mundial de Brasil.
Foto: Tomada del Facebook de Augusto Itúrburu
16 de abril de 2020 - 00:00 - Redacción Fanático

La época del Mundial Brasil 2014 fue la mejor. Creo que durante esos 32 días que duró el torneo pasamos más tiempo juntos que con nuestras familias.

La dirección editorial de diario EL TELÉGRAFO pidió que elaboráramos un suplemento diario de 16 páginas dedicado a la Copa del Mundo. Trabajamos jornadas extenuantes de más de 12 horas.  Comíamos en la redacción. Apenas teníamos tiempo para salir al parqueadero a tomar aire. Charlábamos un poco y regresábamos a sentarnos frente a nuestras computadoras.

Augusto siempre disfrutó ser periodista. Era amante de las estadísticas y tenía facilidad para desmenuzar un partido desde los números.

Le gustaba “escarbar” en la información que conseguía y siempre dudaba de lo que le decían las fuentes. Era extraordinario para corroborar y contrastar.

Sus notas eran verdaderas revelaciones periodísticas. Era un amante empedernido de temas duros, principalmente vinculados al manejo dirigencial del fútbol.

Pero también cultivaba una sensibilidad extraordinaria para buscar y contar historias humanas. Se conmovía con facilidad.

Siempre nos decía, en sentido figurado, que “cuando te dan un hueso tienes que roerlo hasta dejarlo sin carne”. Por eso era magnífico haciendo seguimientos y series periodísticas. Era una persona comprometida con su trabajo y con el bienestar de los demás. Era humano. 

Fue por eso que aceptó hacerse cargo del Comité de Empresas de diario EL TELÉGRAFO. Cuando se lo propusieron no lo dudó. Amaba servir. Disfrutaba cuando ayudaba. Era justo.

Augusto siempre soñó con ver algún día a Fanático promocionándose en los kioscos de las esquinas de las diferentes ciudades del país como un diario deportivo. “Debemos proponerlo”, decía frecuentemente en la oficina de EL TELÉGRAFO. Fanático se construía y se nutría de los diálogos diarios en los que Augusto participaba con mucho entusiasmo.

“¿Qué podemos hacer de nuevo?”, lanzaba esperando una respuesta de los demás. Pregunta que bastaba para comenzar a inventar. “Y si hacemos entrevistas a las glorias del deporte”, dijo hace cuatro años.

Y a la siguiente semana estuvimos tras los pasos de Segundo Mercado, Cristhian Mora, Bertoni Zambrano, Alfonso Obregón, Marcelo Morales, Erwin Ramírez, entre otros. La rompimos. Las notas superaban el número de lectores promedio que tienen las notas del diario y aquello nos alegraba.

Y así también siempre hubo espacio para el humor. Al punto que la mayoría de compañeros se acercaba a nuestro departamento para conversar y bromear. Augusto, que se caracterizaba por ser el más serio, se carcajeaba con las caídas que le hacíamos al resto.

Fue profesor antes de su aventura en el periodismo deportivo donde llegó y no se quiso ir. Augusto deja una gran marca en las páginas de EL TELÉGRAFO y en los corazones de todos los que compartimos cada día con él.

Fanático perdió a su motor, al profesional trabajador, sincero y honesto que nunca dejó de soñar.

Augusto Itúrburu. “Tururú”. Un hombre sin miedos. Un periodista con las ganas de hacerlo todo, de explorar la salsa, el fútbol, el béisbol, el volley, el atletismo, la natación, la literatura, de sorprenderse con lo pequeño y de brindar por ello.

Un hombre de palabras justas y gestos fundamentales, como compartir un plato de comida. Una moneda, un aventón. Un buenos días. Una mente atenta y un recuerdo imborrable. Lo sencillo y preciso lo hizo fuerte. Indomable y firme. Tuvo fijo un horizonte. Nos lo fijamos por él.

Más que palabras precisas, recordamos su energía, la de una persona serena y observadora, capaz de decirte “¿recién te enteras?” sin hacerte sentir incómodo.

Nos ocurría a menudo cuando íbamos a contarle algo que acabábamos de saber. Pocos recuerdan haberlo visto enfurecido. Fue esa vibra la que le permitió ser amigo de todos.

Augusto fue parte de un equipo que siempre buscó —y lo sigue haciendo— un enfoque distinto al deporte nacional, escapando siempre de la fórmula fácil de hacer que todo se trate de fútbol.

Y lo queremos recordar como ese tipo calmado, que ponía la cara frente al trabajo duro, y cuya forma de relacionarse —ahora que nos detenemos a pensarla— me parece que roza la ética de tratarse con los otros siempre como entre iguales.

Descansa en paz, Augusto. Esta portada que tantas veces hiciste con grandes temas ahora te pertenece. Te la dedicamos. Es nuestro homenaje para un amigo entrañable. (I)

Augusto Itúrburu

Augusto Itúrburu
Lugar de nacimiento: Guayaquil (Guayas)
Edad: 40 años
Trayectoria: Empezó a trabajar en diario EL TELÉGRAFO en 2013. Siempre estuvo vinculado a la sección deportiva. Fue uno de los fundadores de la radio de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte, donde realizó sus estudios de periodismo.

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