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El Telégrafo
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Los códigos

Los códigos
04 de agosto de 2011 - 00:00

Ignacio sentía la tensión fluir a 250 km por hora, las emociones dentro de su ser estaban más cruzadas que líneas telefónicas del Ietel  en el Guayaquil de lo 80.  Por momentos su caminar era inestable, el temblequeo de sus piernas no le ayudaba mucho.

No era el estadio lleno, la afición hambrienta de goles y el miedo a fallar lo que originaba su patología emocional, era otra la razón… después de haber jugado 9 años con el equipo local de Fiorenza, le tocaba llegar como visitante con su nuevo equipo:  el Granada del Norte.

Su malestar tenía un simple origen: ¿Qué hacer si anotaba un gol?  ¿Celebrarlo o no?
Todo se  debe a  un “código” que no está escrito en ninguna parte, pero es muy respetado. No es que el festejo esté prohibido, pero es imposible no experimentar esas emociones encontradas.

Hace algunos años, en la mitad de un partido de tenis de la ATP, una caprichosa pelota -nada prudente- se alejó de la vista del juez de silla y los de línea. Quien tenía el mejor puesto en la cancha era Gastón Etlis, tenista que sabía debía ganar ese vital punto.

Se recurrió al honor y pacto de caballeros que existe en el deporte blanco, Etlis tenía que decir si la bola era buena o mala..., el argentino la jugó a su favor y ganó el punto… fue lo último que se pudo escuchar, el ruido ensordecedor del público reprobando su deshonestidad fue  colosal. Etlis olvidó que había cerca de 6.000 ojos más que vieron el real bote de la pelota. Durante los siguientes tres meses al tenista le resultó difícil encontrar una pareja para calentar o bolear, peor aún para jugar dobles. Solo cuando ofreció las disculpas del caso, el trato  volvió a ser normal en el tour para con él.

Acá, además de haberse internado en el mundo del incumplimiento del código, existía también una situación ética y moral. Estos códigos no tipificados en ninguna parte existen en múltiples deportes y acciones de nuestras vidas.

En el fútbol está la devolución de la pelota en el fair play.

En béisbol se aplica el silencio total e indiferente cuando un lanzador está en la mitad de un juego sin hits ni carreras, el equipo ni siquiera le dirige la palabra al pitcher que está en la mitad de la hazaña. Y les aseguro que ni querrán saber lo que ocurre si algún bateador se burla o irrespeta al pitcher.

Todo esto me conduce a Manizales,  día martes, 10:34 am, entrenamiento “abierto al público” de la selección juvenil de Ecuador. Mientras Sixto Vizuete daba disposiciones tácticas, descubrió que a solo a pocos metros de su cancha estaban dos elementos del cuerpo técnico de España, selección con la que debían medirse ayer. Detuvo su trabajo y pidió que sean retirados del lugar.

Los españoles habían ido a jugar tenis a una cancha colindante con la de fútbol, tenían puestos los uniformes de entrenamiento de la Real Federación Española de Fútbol y aprovecharon que era un entrenamiento “abierto al público”  para usar el court de tenis.

Pregunto: Si el entrenamiento era de “libre acceso”, ¿no podía ir cualquiera? ¿O existe algún código que establezca que, si vas a convertirte en espía, debes quitarte el uniforme,  disfrazarte de informante y tratar de pasar desapercibido… Más claro: ¡no ser “foco”!  Entonces, ¿cómo quedamos?, ¿podían o no podían ir al entrenamiento?, ¿rompieron algún código?, ¿dónde estaba escrito que era prohibido para el cuerpo técnico del equipo rival acudir al entrenamiento de su contrincante?

Nada habría ocurrido si los “ingenuos” españoles hubiesen usado un
atuendo del agente 007… con licencia para “sapear”.

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