El quinteto de Estados Unidos retuvo la corona olímpica en un  partido que terminó con victoria (107-100) frente a una España heroica, que soñó con su primer oro en esta competición, pero que no pudo contener a Kevin Durant, toda una “máquina” de anotar.

Es el decimocuarto título para los norteamericanos y el segundo al hilo, tras el de Pekín 2008. Con la victoria EE.UU. cerró el torneo sin perder su condición de invicto. También es el tercer triunfo sobre España, que contó con un lúcido Pau Gasol -24 puntos, 8 rebotes, 7 asistencias- en una final olímpica, tras la de Los Ángeles 84’ (96-65) y Pekín (118-107).

El escolta Juan Carlos Navarro, ex de los Memphis Grizzlies, anotó tres triples en cuatro minutos (7-12) que encontraron respuesta en los tiros exteriores de Kobe Bryant y Carmelo Anthony, cuyo acierto desde el perímetro permitió a los de UU.EE. comenzar a despegarse  (25-16).

España reaccionó con un parcial de 2-12 (37-39), cimentado en la rapidez de Sergio Rodríguez, el acierto de los Pau y su hermano Marc Gasol, que puso nerviosos a los  campeones olímpicos. En esos momentos de zozobra, exigidos los “yanquis” como nunca hasta ahora en Londres, LeBron James aportó la calma necesaria.

La estrella de los Miami Heat supo atacar la zona 2-3 de Sergio Scariolo penetrando, rompiendo la defensa y asistiendo al “matador” Durant.

El equipo de las barras y las estrellas encontró oxígeno en Kevin Love, que sacó rédito de unos pívots españoles cargados de faltas, pero no el suficiente para despegarse de su rival al descanso (59-58). Llegó el tercer cuarto, cuando habitualmente Estados Unidos barría a sus rivales, y la calidad de España seguía sin agotarse. Cuatro puntos seguidos de Pau hacían saltar las alarmas (64-67) y los bomberos, disfrazados de Bryant y James, no tardaron en auxiliar.

Con 83-82 y un último cuarto por jugar, Chris Paul quebró unas cuantas cinturas para anotar cinco puntos al hilo que precedieron un nuevo triple de Durant. España se aferró a Pau y  su espíritu, que se salía de las camisetas rojas (97-91). Y allí, en plena batalla titánica por el oro, escaló un imperial James para poner su firma y la pica estadounidense en Londres.