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El Telégrafo
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“Samy”, la nadadora adicta a las galletas

“Samy”, la nadadora adicta a las galletas
02 de agosto de 2012 - 00:00

Prácticamente “nació” en el agua. Fiel a la tradición familiar, se inició en el triatlón (natación, ciclismo y carrera pedestre); pero la técnica de Samantha Arévalo se destacó con mayor nitidez en la piscina.

Por eso el técnico cubano Ariel Cabana decidió motivarla para perfeccionar sus brazadas y así lo hizo. Desde hace 7 años se dedica por completo a esta disciplina y es de momento la mejor exponente en la rama femenina.

Campeona nacional en 400 m, 800 m y 1.500 m libre, con récord en cada una de esas modalidades. Su última consecución internacional la alcanzó en el Sudamericano de Natación de Brasil este año, al lograr la medalla de  bronce en 1.500 m libre con 17m15s65c; detrás de la argentina Cecilia Biagolli, que se adjudicó el oro, y la brasileña Carolina Bilich.

El cupo para sus primeros Juegos Olímpicos lo obtuvo en el Panamericano de Guadalajara (México), desarrollado el año anterior, en el que impuso la marca “B” requerida por la Federación Internacional de esta disciplina en 800 m libre al cronometrar  8m51s31c. 

Su objetivo en Londres, donde debía competir hoy (04:30), no es alcanzar una presea porque sus rivales tienen más  experiencia. Y eso es lo que busca: aprender de las campeonas mundiales. “Intentaré conocer más de la técnica que tienen para pulir mi estilo y así prepararme mucho mejor para Brasil 2016, cita en la que espero también inscribirme”. 

La habilidad y rapidez para desplazarse en la piscina, a pesar de  su corta edad, la han hecho merecedora de un sinnúmero de títulos locales.

Nativa de Macas, en la provincia de Morona Santiago, “Samy”, como cariñosamente la llaman sus amigos, en septiembre cumplirá 18 años. Terminó recientemente el bachillerato general a distancia y aún aguarda por una carrera universitaria.

De momento no sabe con precisión a qué dedicarse, la pileta es su prioridad y a la que se entrega con verdadera pasión. Su fortaleza en cada brazada contrasta con su menuda figura de 1,68 m y 61 kilos.

Es empeñosa y constante. Sabe que su debilidad en la natación radica en la salida, pero espera mejorarla y afinar aún más lo que considera su fortaleza: la patada. “Tengo aún varias imprecisiones en mi estilo que  debo corregir. Ir a Londres me permitirá, como dije,  estar cerca de las mejores nadadoras del mundo y aprender un poco de su técnica”. 

Por eso, con disciplina absoluta, cumple los horarios establecidos de entrenamiento y alimentación. A las 05:00 se levanta para servirse su contundente desayuno que consta en un 70% de carbohidratos (pan, cereales) y 20% de proteínas (huevos, leche). Después aguarda la llegada de su entrenador Ariel, quien la traslada directamente a  la piscina para iniciar la práctica.

Ahí permanece alrededor de 3 horas y regresa a su casa, donde le espera un nutritivo almuerzo. Prefiere los mariscos, aunque su paladar se acopla sin inconveniente a cualquier platillo, lo que  facilita su desplazamiento continental.

Tras una breve siesta y un descanso en la comida, retorna a la pileta para completar la jornada de trabajo. En los poquísimos instantes que tiene libre prefiere el ambiente familiar. La visita a hosterías en la región oriental es parte de su ocupación dominical, único día que no entrena. Ahí disfruta de la comida típica de la Amazonía, como  el “maito”, una combinación de yuca con pescado envuelto en hoja de achira.  

“Me gusta mucho la comida tradicional y acá la preparan muy bien. Eso extrañaré en Londres”. Antes de llegar a Gran Bretaña cumplió su última fase de acoplamiento a la diferencia horaria y el entrenamiento en Portugal. Hasta allá viajó con Cabana. Es cristiana y en su maleta de viaje incluyó galletas -que le encantan- y ciertas golosinas

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